La ofensa como disculpa
Los ayatolás iraníes sostienen que la obra de Rushdie va contra los valores morales y religiosos del Islam, ofendiendo las creencias y los sentimientos de ... millones de personas. Es el mismo alegato esgrimido por el ministro libanés de Cultura, anunciando la prohibición del estreno de 'Barbie' en su país, dado que se trata de una película que promueve la homosexualidad. El fondo argumental de la intolerancia integrista es el mismo en ambos casos, aunque en el primero la fatua extraterritorial y vigente de Jomeini convierte en mártir a todo el que castigue o ejecute al escritor, mientras que en el segundo solo se trata de una censura basada en un argumento estúpido.
La ofensa tiene sus límites legales, sobre todo cuando viola los derechos de otras personas o cuando promueve el odio e incita a la discriminación y la violencia, pero en todo caso es siempre consustancial a la libertad de expresión. Naturalmente la interpretación sobre los límites legales de la ofensa es siempre controvertida, pero no tanto su uso indiscriminado para justificar censuras, para atemorizar a los disidentes y críticos del poder o, sobre todo, para ajusticiarlos territorial o extraterritorialmente.
El problema en estos casos es que se castiga más si cabe al autor material de la violencia contra la libertad de expresión, que al autor intelectual de la misma. Pues quizás sirvan como excusa algunos de los grandes retos de la geopolítica -suministro de energía, equilibrios territoriales, conflictos armados, etc…- pero tan inaceptable es la vigencia de la fatwa contra Rushdie desde 1989 como la pasividad de la justicia internacional tras el asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi.
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