No hay filtros para imponer el rigor y combatir la desinformación y la manipulación interesada sobre la guerra entre Israel y Hamás, algo que también ... alimenta esa otra contienda pasional en muy diferentes ámbitos, tan irracional y gestual como de salón y alejada del cruel escenario bélico. Véase, por ejemplo, la disputa que recorre el universo de la cultura global, abonada con palabras gruesas y con un exceso de dogmatismos asentados en certezas inverosímiles.
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En la preparación de la Documenta de Kassel, dos de los miembros que reflexionan sobre la selección del equipo curatorial para la edición de 2027 han dimitido en medio de un mar de acusaciones inversas: antisemitismo y nuevo holocausto contra Israel o genocidio y limpieza étnica del anterior contra los palestinos. En el mundo de la música también tenemos el boicot de los artistas que se niegan a actuar en Israel: Elvis Costello, Bjork, U2, Roger Waters, Vanessa Paradis, Cat Power y otros más. Incluso, los que no aceptan el boicot o aquellos que lo secundan son ensalzados o vilipendiados en las redes sociales según convenga. Algo parecido pasa en Hollywood, donde las acusaciones de antisemitismo se utilizan para forzar hasta laboralmente un alineamiento inequívoco en favor de Israel, lo mismo que el sufrimiento de la población de Gaza se emplea para acusar exclusivamente a Israel, por supuesto sin citar suficientemente a Hamás o a su efecto causal. ¿De verdad los grandes protagonistas de la cultura global solo son capaces de mirar sin rigor y con dogmatismo, radicalidad gestual y parcial al más viejo de los conflictos de la humanidad, ignorando el ataque premeditado al largo y laborioso proceso que se había emprendido para normalizar las relaciones de Israel con el mundo árabe? ¿De verdad desconocen que en la crueldad de las guerras siempre prevalece desgraciadamente el derecho de guerra y que el Convenio de Ginebra protege a los civiles, aunque nada puede hacer cuando Hamás los utiliza dolosamente como escudos humanos? Pues eso.
Arte
La nueva visibilidad
Ya se sabe que el presente del arte contemporáneo viene determinado por ese discurso que ahora impone una obligada mirada a las cuestiones de género, a la igualdad racial, a la sostenibilidad y a la creación más allá del canon occidental. Algo o mucho de esto se refleja también en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo del arte que todos los años elabora la publicación 'ArtReview'.
En efecto, en las diez primeras posiciones -encabezadas este año por Nan Goldin- se incluyen tres artistas de origen asiático (Hiro Steyerl, Rirkrit Tiravanijay Cao Fei), cinco de color (Simone Leigh, Isaac Julien, Ibrahim Mahama, Theaster Gates y Steve McQueen) y dos creadoras de reconocido activismo LGTB y feminista (la propia Nan Goldin y Simone Leigh).
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Eso sí, el poderoso galerista Larry Gagosian ocupa el número 12. Y por supuesto en la lista no hay ni rastro de españoles, salvo el del filósofo y comisario Paul B. Preciado, especialista en el pensamiento 'queer' y trans, situado en el puesto 22. Está claro: hoy la visibilidad artística requiere muchos «merecimientos» ideológicos.
Ópera
'Carpe diem'
La voz es el instrumento esencial de los cantantes de ópera, un don siempre frágil y más bien perecedero. Véase la difícil longevidad vocal de muchas estrellas de la lírica, cuya estela declina cuando la voz se debilita por procesos infecciosos, por sobresfuerzos o incluso por una agenda excesiva con roles no adecuados. Es el caso del gran tenor alemán Jonas Kaufmann, obligado a frenar su exitosa carrera de 30 años por una infección de patógenos multirresistentes, cuyas consecuencias explican las cancelaciones y su ausencia de los coliseos desde la pasada primavera. Estas enfermedades, y la cada vez mayor preferencia de muchos divos y divas de la lírica por recitales y conciertos, sugieren a los aficionados un 'carpe diem', un disfrute día a día de estas voces magistrales, claro, mientras duran.
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