Decir adiós es siempre doloroso y difícil. Y mucho más cuando la despedida es forzosa, impuesta. Es el caso de Thierry Malandain, el mítico bailarín ... y coreógrafo vascofrancés, 'biarrot' para más señas, creador del Ballet de Biarritz y 'alma mater' de una compañía de renombre internacional, de un compromiso personal en favor de la cultura y la enseñanza artística o de una notable aportación a la difusión de la danza clásica y contemporánea.
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Cumplidos los 66 y autor de más de 80 coreografías, a Malandain le jubila el ministerio francés de Cultura con fecha fija, diciembre de 2026, dejando atrás el conjunto que fundó en 1998 y que constituye una rareza en el mundo de la danza en Francia, hoy excesivamente dependiente del centralismo de la Ópera de París, una vez que se descuidó la importancia en el ballet de otras ciudades como Burdeos, Marsella o Lyon. A Malandain le sustituirá otro bailarín y coreógrafo experimentado, Martin Harriague, pero la marcha del viejo maestro recuerda aquella otra despedida de Roland Petit del Ballet de Marsella, cuando su ausencia se convirtió en nostalgia eterna.
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