Diamantes en bruto: el legado brutalista más cercano
Este estilo que marcó el siglo XX vuelve a estar de moda con la película de Brady Corbet y precisamente Bizkaia y Álava atesoran un interesante patrimonio
La película de Brady Corbet 'The brutalist', protagonizada por un estelar Adrian Brody, es una de las cintas del año y aspira a llevarse ... unos cuantos Oscar la semana que viene. Pero, más allá de su innegable calidad cinematográfica, ha vuelto a poner en la palestra el brutalismo, ese estilo arquitectónico tan denostado por algunos como ensalzado por otros, y a menudo injustamente encasillado en el 'feísmo'.
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Precisamente, Bizkaia y Álava atesoran una buena colección de edificios de estas características, muy relacionados en los dos territorios con el desarrollismo que experimentaron ciudades como Bilbao o Vitoria durante el franquismo, así como zonas como la Margen Izquierda. Pese a algunos ejemplos tempranos que contenían elementos del racionalismo – como el ascensor de Begoña de Rafael Fontán (construido en 1933, en plena Segunda República)–, fue ya en tiempos de la dictadura cuando la arquitectura marcada por el hormigón y las grandes dimensiones se expandió por la geografía española, sobre todo a partir de los años 50 y 60, con el crecimiento económico y demográfico de esta etapa del franquismo.
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Los principales ejemplos en ciudades españolas no suelen ser 100% brutalistas (se produjo una mezcla de estilos en los diseños y materiales), pero la inspiración de los referentes del estilo en Europa, Estados Unidos e incluso Japón es innegable en muchas de estas construcciones que comparten una característica innegable: llaman la atención al ojo en cuanto éste las capta en el ámbito de visión. Ocurre en Ibarrekolanda con los bloques de las 'casas americanas', en Vitoria con la singular iglesia de los arquitectos Carvajal y García de Paredes –Santa María de los Ángeles– o en Portugalete con la Fundación Aspaldiko que domina el municipio desde el barrio de Buenavista.
Son ejemplos de la huella y el patrimonio vigente de un estilo que marcó profundamente el siglo XX y cambió la manera de entender la construcción social, con la simplicidad en los trazos y las formas que hizo de estas obras diamantes en bruto, pero diamantes igualmente. Más ejemplos de estas joyas: el ajedrez en el que se convierten los bloques de Sans Gironella en Basarrate, los tubos de la 'casa de las tripas' en Sabino Arana o el efecto de los rayos de luz en el interior de Nuestra Señora de la Coronación, que recuerda especialmente al edificio que diseña el personaje de Adrian Brody en 'The brutalist'.
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Le Corbusier y la Bauhaus
Pero, ¿de dónde surge este estilo y qué evolucion siguió? Las bases están en la revolución que supuso la Escuela de la Bauhaus a partir de los años 20, en la Alemania de la República de Weimar que trataba de reinventarse tras los estragos de la Primera Guerra Mundial. Los urbanistas Walter Gropius y Mies van der Rohe fueron los principales exponentes de la expansión por el continente de un estilo racionalista que se truncó con la llegada de los nazis al poder y el consecuente exilio de una generación brillante de arquitectos. La mayoría de ellos recalaron en Estados Unidos, donde siguieron perfeccionando con éxito sus líneas arquitectónicas mientras Europa vivía otra guerra.
En 1946, un año después de finalizar la contienda, fue Le Corbusier quien dio un paso más allá en el estilo al presentar su Unidad de Habitación en Marsella, proyecto que marcó un antes y un después en la construcción de viviendas residenciales y en la concepción del urbanismo como espacio de convivencia, con el hormigón como material esencial en una Europa necesitada de una rápida reconstrucción. Según explica a EL CORREO el arquitecto Iñigo de Viar, Le Corbusier «marca el inicio de esta arquitectura moderna, dando importancia a la estructura exterior, con mucha potencia material, volumen y dimensiones». Este modelo pronto se expandió por países como Holanda o Estados Unidos. En algunos lugares se conoció como brutalismo, en otros como funcionalismo y, en Japón, se bautizó como 'metabolistas' a los arquitectos que desarrollaron esta corriente a finales de los años 50.
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Es en esa época cuando se vislumbran los primeros ejemplos en el País Vasco. Buen ejemplo de ello, las dos citadas iglesias vitorianas (1957) que, sin embargo, no fueron construidas por arquitectos locales, sino por estudios madrileños y catalanes. Fue ya en la siguiente década cuando se extendió el brutalismo a las viviendas, fomentado por la arquitectura desarrollista y de bloques a la que obligaba el rápido crecimiento de las ciudades. «En provincias los estilos se contaminaban un poco y no siempre era un brutalismo puro», señala De Viar.
Lo confirma el experto en patrimonio arquitectónico y profesor de Historia en la UPV Javier González de Durana, que explica que «en Bizkaia lo normal es que el hormigón aparezca mezclado con otros elementos», como «el ladrillo caravista o con aplacados de piedra y cerámica». En cualquier caso, en Bilbao hay ejemplos de viviendas brutalistas más que representativos. Es el caso de las 'casas americanas', con muchas similitudes con la primigenia Unidad de Habitación de Marsella. Este espíritu de vida en común que pregonaba Le Corbusier (que se revolvía contra las viviendas unifamiliares) bulle también en los 'bloques del ajedrez', que siguen el canon brutalista.
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Diseños «excelentes»
Durana cita a una generación de arquitectos vascos que se desarrolló en dichos años. Entre ellos, Rufino Basáñez y Julián de Larrea –que viajaron a Rotterdam en los 50 para empaparse de los nuevos modelos de vivienda social–, Esteban Argárate, Juan Ángel Aretxabaleta, Juan Daniel Fullaondo o Álvaro Líbano. Toda esta herencia ha sido en ocasiones denostada al ser vista con ojos del siglo XX y de las actuales tendencias de diseño, pero Durana confirma el gran valor arquitectónico de buena parte de ellas. «En muchas ocasiones, estas construcciones tuvieron un diseño excelente y detalles de gran calidad», concluye. En cualquier caso, ha tenido que llegar una película de Hollywood para que se haga justicia.
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