Componer y escribir con un pájaro en la cabeza
'El estornino de Mozart'. ·
La naturalista Lyanda Lynn Haupt analiza el vínculo entre el genio y su mascota, hoy vilipendiadaEn la Viena del siglo XVIII los pájaros eran populares como mascotas, aunque también entre ellos había clases. Frente a los loros exóticos y los ... canarios que inmortalizaron tantos retratos, los estorninos se podían adquirir por unos pocos kreuzer. Fue lo que pagó Mozart en mayo de 1784 por un ejemplar que le dejó fascinado cuando cantó una versión improvisada de su Concierto para piano nº 17 en sol mayor. Convivió con él tres años y a su muerte organizó un funeral y dedicó una elegía a este compañero «travieso, alegre y contento». Un «bromista entrañable» de plumaje iridiscente.
La naturalista y ornitóloga Lyanda Lynn Haupt decidió indagar en el vínculo entre «uno de los mejores compositores del mundo y uno de los pájaros más odiados». Se preguntaba «qué puede haber de bueno en un estornino», una especie que hoy tiene mala reputación. «Agresiva y omnívora», daña cultivos y ensucia las ciudades. Ya ha explorado en otros libros «las complicadas conexiones entre los seres humanos y el mundo salvaje y natural», pero esta vez su investigación fue más personal. Se llevó a su casa de Seattle un polluelo de cinco o seis días rescatado de un nido de un parque cercano. Cuando supo que era hembra, la llamó 'Carmen'.
«Hay más posibilidades de relacionarnos con los animales de lo que jamás habría imaginado»
'El estornino de Mozart' (Capitán Swing) combina la información científica con pasajes de la vida del compositor y con la crianza del pájaro que acompañó a la autora durante el proceso, posado en su hombro o su cabeza y picoteando entre las teclas del ordenador. Pasó siete años con 'Carmen'-vivió algo más que la media de un estornino salvaje- y aportó «alegría, profundidad y conocimiento» a su familia. Construyeron una pajarera en el salón, aunque exploraba los rincones y un día se la encontró, aterida, dentro de la nevera. Mordisqueaba sus sobras, apreciaba el vino y la música -no precisamente Mozart, sino Bach- le maullaba al gato de la familia e imitaba sonidos domésticos como el microondas y el molinillo de café. Empezó a decir «hola, guapa» y «ven aquí» e incluso llegó a combinar estas palabras.
Los estorninos «se encuentran entre los mejores imitadores de la tierra y rivalizan con los loros en su capacidad para reproducir cantos de otros pájaros, instrumentos musicales e incluso la voz humana», explica la especialista. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre cómo es posible que la mascota de Mozart aprendiera la melodía de un concierto que aún no se había estrenado de forma oficial. Creen que pudo tocarlo días antes en un teatro cercano a la pajarería «y los famosos silbadores de Viena», en una época en la que no existía Spotify, hicieron el resto.
En medio del caos
Lo que está documentado es que el pájaro compartió con Mozart «sus años más productivos y prósperos», entrando en la treintena. Fue testigo de su amistad con Haydn, del nacimiento de dos de sus hijos y de la muerte de uno de ellos, de la relación con su padre, Leopold, y de su fallecimiento. La autora sostiene que tuvo una influencia «indirecta y directa» en su obra. Se suele citar 'Una broma musical', inusual pieza de cámara «que da bandazos alocados e imprevisibles» y fue la primera que compuso tras la muerte del estornino. Ella también lo relaciona con Papageno, un personaje de 'La flauta mágica' cubierto de plumas, cazador de pájaros «o más bien uno de ellos».
En Viena y Salzburgo, tuvo la sensación de «caminar de la mano de Mozart doscientos años después». En su casa natal hay un boceto de su oreja izquierda, «con características singulares. Parece probable que experimentara el sonido de forma algo diferente a la mayoría». Sus cartas retratan el lado más humano del genio, que «vivía y componía en medio del caos». Sentía afinidad con el estornino porque ambos eran «curiosos, inquietos y desordenados». Le encantaban los animales y su relación con la naturaleza fue más estrecha de lo que sostenían sus primeros biógrafos. Haupt defiende que esa conexión tiene que ver con nuestro lado más creativo. «He comprendido que hay más posibilidades de relacionarnos con los animales de lo que jamás habría imaginado», dice. La «armonía salvaje e imperfecta» del mundo natural favorece la inspiración y contribuye a «sacarnos de la complacencia».
'Carmen' murió hace dos años. «La echo de menos y mi hija también, sobre todo en primavera». Como ornitóloga, ¿ha cambiado su opinión sobre los estorninos? «La respuesta es compleja. La experiencia con 'Carmen' ha sido sorprendente. Inteligente, sociable y cariñosa, siempre alerta. Pero podemos apreciarlos y a la vez no permitir que destrocen nuestros cultivos, debemos proteger nuestros ecosistemas. La observación meticulosa y respetuosa de un individuo ayuda a conocer mejor la especie».
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