Kim Novak, León de Oro «a una estrella libre y rebelde»
Consagrada con filmes como 'Vértigo' y 'Pícnic', defendía la equidad salarial, superó una violación y se retiró de Hollywood a los 30 años
Kim Novak siempre tuvo una personalidad independiente e inconformista. En una época en que las actrices sufrían discriminación y abusos de todo tipo, ella no ... solo creó su propia productora, sino que se declaró en huelga para renegociar un salario inferior al de sus colegas masculinos. Tuvo una relación sentimental con Sammy Davis Jr., cuando las parejas interraciales estaban estigmatizadas y, a principios de los 60, cuando se encontraba en la cima de su carrera, tomó la decisión de retirarse de Hollywood. Pese a todo, ni los aficionados ni la industria del cine la han olvidado. Dejó huella en películas como 'Vértigo', 'Pícnic' y 'El hombre del brazo de oro' y su actitud ante la vida y la profesión nunca pasaron desapercibidas.
«El León de Oro a la trayectoria celebra a una estrella libre, una rebelde en el corazón del sistema, que iluminó los sueños de los cinéfilos antes de retirarse prematuramente», ha recalcado este lunes Alberto Barbera, director artístico del Festival de Venecia. Muy desenvuelta y sonriente, Kim Novak recogió el premio y puso en pie al público. Tiene 92 años y no ha perdido ni el glamur ni el orgullo. Nadie se imaginaría las cicatrices que esconde en lo más profundo de su interior. «El arte me salvó la vida. Prefería trabajar un lienzo que ser yo misma el lienzo. Más allá de la actuación, toda mi vida me he esforzado por ser auténtica. ¡Dejar Hollywood fue una liberación!», asegura una mujer de 1,68 y pelo castaño, a la que todo el mundo se imagina mucho más alta y rubio platino. Es lo que tiene la magia del cine.
Hija de padres de origen checo, creció en un hogar modesto en Chicago, sufrió acoso en el colegio y en la adolescencia fue víctima de una violación grupal. Su progenitor –licenciado en Historia– trabajaba en el ferrocarril y su madre en una fábrica. No había afición por el cine en su casa. Les gustaba la música y el dibujo. La joven Marilyn Pauline Novak –antes de que se redujera su nombre de pila a 'Kim' porque Marilyn solo podía haber una en Hollywood– tenía vocación de pintora y estuvo a punto de ingresar en el Instituto de Arte de Chicago. Había conseguido dos becas y le sobraba talento.
Antes de empezar el curso, no obstante, se animó a figurar como modelo en ferias comerciales para una empresa de frigoríficos. Su estampa causó sensación y le picó el gusanillo. Sentía que irradiaba poder, algo nuevo en su vida. En 1954, con 20 años, el productor de Columbia Harry Cohn la fichó para convertirla en la sucesora de Rita Hayworth. No tardó en devenir una de las estrellas más taquilleras de finales de los 50 y principios de los 60. Su despegue llegó de la mano de 'Pícnic' (1955), de Joshua Logan, uno de los títulos más arriesgados de la época por su erotismo de altísimo voltaje y crítica feroz a la sociedad biempensante y conservadora. El baile que se marcaba con William Holden, al son de 'Moonglow', disparó la temperatura de las salas de cine.
«Capitana de mi propio barco»
También rompió tabúes con 'El hombre del brazo de oro' (1955), de Otto Preminger, que abordaba la drogadicción con Frank Sinatra como protagonista. Su interpretación de Molly, la novia comprensiva del expresidiario que lucha por mantenerse alejado de la heroína, reafirmó su posición en el ránking de las actrices más deseadas. La consagración llegó con 'Vértigo' (1958), de Hitchcock, que la llevó a meterse en la piel de dos personajes, Madeleine Elster/Judy Barton, la misteriosa rubia suicida y la dependienta morena de una tienda. Las obsesiones masculinas, el ideal femenino inalcanzable y la violencia contra las mujeres marcan las líneas maestras de una trama en la que se retrataba el propio Hitchcock.
Versátil y osada, también tocó el palo del musical ('Paul Joey' /1957) y la comedia ('Me enamoré de una bruja'/1958), antes de refugiarse en un rancho de Eagle Point (Oregon). Tras un matrimonio que duró 13 meses con el actor inglés Richard Johnson, se casó por segunda vez en 1976 con Robert Malloy, un veterinario especializado en caballos, y fueron inseparables hasta su muerte por covid, en 2020. Desde entonces, vive volcada en la pintura, la escultura y la fotografía. «La soledad me llena. Aprendí de mi madre a ser la capitana de mi propio barco».
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