Un anarquista con música de pasodoble o un inventor de las medias de nailon con el físico de Cascorro. Así se retrataba Berlanga como personaje ... en el libro de Jess Franco, un recorrido emotivo por la biografía de un cineasta tan capital en la historia del cine español como también en el advenimiento de nuestra azarosa modernidad. Una biografía humana y creativa, pues, fundamental en el año del centenario de su nacimiento, cuya celebración devuelve en sus películas la superación del cine nacional y patriotero de Florián Rey, Benito Perojo o José Luis Sáenz de Heredia; y en su humor vanguardista la cartografía caricaturesca sobre las miserias de una sociedad española que se encaminaba a marchas forzadas hacia la modernidad. Sus películas de los 50 y los 60 están, sin duda, en el mejor humor español de la comedia popular, en aquel entronque postrero con la otra generación del 27, la de Neville, Tono, Mihura y Jardiel, todos ellos hijos de la costilla de Ramón Gómez de la Serna o de un incipiente surrealismo nacional que había cambiado el sainete casticista por la vanguardia.
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Berlanga fue epígono magistral de todo ello, relatando lo inverosímil de forma esperpéntica y vanguardista o, incluso, expresando con inteligente habilidad una crítica soterrada y burlona al oficialismo franquista. Seguramente en sus películas de los 70 y los 80 pasó del humor ramoniano, nostálgico y elegante a la sal gorda o a la deformación del ninot de falla valenciana, salvando de ello una visión sublime y cosmopolita del erotismo y el fetichismo, puros trozos de vida, no de ficción, que ya eran evidentes en la modernidad española de la Transición.
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