Crítica de 'Spider-Man: No Way Home' (2021): El principio sin fin

Debería ceñirme al análisis estricto de la película, pero es imposible desligar el comentario sobre 'Spider-Man: No Way Home' de las reacciones histéricas, vítores y aplausos pseudo espontáneos que se han producido en muchos de sus pases. El público y sus emociones son ahora el producto, más incluso que el multiverso cinematográfico Marvel con el que muchos espectadores han desarrollado un vínculo sentimental manipulado arteramente por una narrativa que encadena series y películas en un bucle insufrible que se remonta al estreno de 'Iron Man', un factor con el que juegan tanto Jon Watts (sin un ápice del sentido de la maravilla en su ADN) como sus guionistas, más interesados en enfatizar la dinámica de su cine karaoke que en mimar una puesta en escena en la que todo pasa por los cameos, la reaparición estelar de viejos conocidos y el carisma de Tom Holland.

No obstante, ni la pretendida gravedad que rodea al descubrimiento de la identidad secreta de Peter Parker, ni la brecha interdimensional que se abre por efecto de los conjuros del Doctor Extraño (un carta marcada que sirve para invocar giros de guion ex machina) nos abstraen de la certeza de que el auténtico villano de este último capítulo de la trilogía es el recuerdo de los originales de Sam Raimi, y un brillante legado que toda la mediocridad posterior no ha logrado enterrar.

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