Crítica de 'Barbie, Big City, Big Dreams' (2021): Muñeca de segunda mano

Tras 'Barbie la princesa y la plebeya' (2004), 'Barbie y la magia de Pegaso' (2005) y 'Barbie y las 12 princesas bailarinas' (2006), entre otras, se estrena ahora 'Barbie, Big City, Big Dreams', protagonizada por la pepona muñeca creada por la empresaria estadounidense Ruth Handler, para la marca Mattel Inc.

Esta vez la vemos dispuesta a triunfar en los rutilantes escenarios de Broadway, sin que en ningún momento la cinta atesore la calidad, la magia y el encanto de otras producciones del mismo estilo, firmadas por Walt Disney y compañía. Su diseño y la evidente apatía que transmite el almibarado argumento son elementos que obran en su contra.

'Barbie, Big City, Big Dreams' parece diseñada por altos ejecutivos del dichoso merchandising, al tiempo que reformula la estética de los cuentos de hadas, trufada de una pegadiza banda sonora, compuesta por el tándem Alison McDonald y Matthew Tisler.

Pero a la fábula le falta la generosa luz de la inocencia, ya que entre las luces de relumbrón y los golosos escenarios, la cinta se muestra incapaz de acoger el último eco de una brillante estrella, apurar su cristalino fulgor. Falla aquí la gracia de una cámara purísima, muy rácana a la hora de sugerir que quien sólo busca el aplauso de los demás pone su felicidad en manos ajenas. Y, por supuesto, Barbie no llora.

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