Crítica de 'The Apprentice. La historia de Trump' (2024): Ascensión y caída de Roy
Diría que se han equivocado. Quienes han subtitulado esta película canadiense presentada en Cannes 'La historia de Donald Trump'. Diría que se equivocarán quienes la ... crean posible explicación didáctica o argumentación divulgativa de lo que pueda pasar (o no) en las elecciones estadounidenses del 4 -N.
Por supuesto, aparece aquel tipo que siendo todavía presidente de los EE UU permitió, si no ordenó (probablemente), la toma del Capitolio por sus huestes y hordas. Un Trump jovenzuelo y hortera cuyo quehacer en la compañía de su padre es cobrar el alquiler a inquilinos que le tiran ollas de agua hirviendo. Le veremos ascender. Tampoco crean que ni muy alto ni muy rápido. Faltaban muchas marrullerías y muchos hilos de twitter para llegar a la Casa Blanca (ni siquiera el eslogan de 'Make America Great Again' es suyo...).
The Apprentice. La historia de Trump
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Dirección: Ali Abbasi.
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Guion: Gabriel Sherman.
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Fotografía: Kasper Tuxen.
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Música: Martin Dirkov, David Holmes, Brian Irvine.
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Intérpretes: Sebastian Stan, Jeremy Strong, Maria Bakalova.
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Canadá. 2024. 120 m.
Yo diría que 'The Apprentice' es más un estudio sobre quien fuera su consejero áulico, un abogado patriota hasta el tuétano, que mandó a la muerte a los Rosenberg (por judíos, rojos y traidores), un facilitador, un corrupto que corrompe, un negociador en los bajos fondos de la política, los negocios y la Mafia. Es él, Roy Cohn, quien capta toda nuestra atención. Donald no es más que una nenaza de labios demasiado rojos que empieza a engordar.
Él, Roy Cohn. Lo importante, lo genial, lo brutal (más aún en V.O.) en esta película cuajada de una tremenda vileza moral que, como suele suceder, luce cinematográficamente espléndida. Él y una ciudad. Nueva York en los años 70, 80. El Nueva York en el que se reconocerían Scorsese, Allen, Abel Ferrara. Inconmensurable la paleta de colores y luces usados por el director de fotografía. Asombrosas son las texturas de las imágenes, reveladora la banda sonora y soberbio el preciso diseño de producción. El New Yorker sentenció 'No está mal'. Se equivoca, está muy bien.
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