Capturando atardeceres en Euskadi
Un grupo de fotógrafos se hace cómplice con la última luz del día para captar con sus lentes ese momento
LUIS RAMÍREZ SALAZAR
Domingo, 1 de noviembre 2020, 23:39
San Juan de Gaztelugatxe ya es por sí solo un sitio cautivador, pero cuando el atardecer baña su contorno y el horizonte se enciende en ... un naranja intenso, el lugar se convierte en un paisaje encantador. Un recuerdo perfecto de la costa vasca que perdurará para siempre gracias a la pasión de un grupo de fotógrafos por el arte de capturar el momento justo en el que el día agoniza y empieza a fusionarse con la oscuridad de la noche.
David de la Iglesia es el líder de este clan. Hace tres años se dio cuenta que su trabajo de más de una década en el departamento de diseño y marketing en una empresa se estaba estancando. «Quería un trabajo que me hiciera disfrutar y dejé todo aquello». Su boleto de salida de la monotonía lo encontró en una cámara. Poco a poco se ha ido formando como uno de los fotógrafos de paisajes más reconocidos de Euskadi y ahora dedica parte de su tiempo a enseñar a otros.
Con una pesada mochila cargada de lentes, cuerpos y demás artilugios para su cámara, el fotógrafo dirige a los cuatro aficionados, quienes no desean serlo por mucho más tiempo pues buscan tomarse más en serio lo que comenzó como un pasatiempo.
«Soy el típico de la familia que se pone a tomar fotos en las reuniones familiares. Siempre he querido aprender más y por eso estoy aquí. A ver si no se me pasa la afición», dice uno de los estudiantes entre risas, pero sin desviar su mirada de la caída del día en el horizonte.
Tomar una fotografía no es solo encuadrar y disparar. Hay una serie de elementos que se deben considerar. «Esto no es una ciencia exacta», recuerda en todo momento De la Iglesia. El mejor amigo del fotógrafo para este tipo de ejercicio es el trípode para dar estabilidad a la imagen. Luego, hay que buscar al protagonista del retrato. En San Juan de Gaztelugatxe hay muchos por elegir. Desde la ermita, el acantilado, algún islote cercano... También hay que considerar qué papel jugarán las olas que salpican las escaleras, o las nubes que amenazan con tapar al sol. No hay que olvidar uno de los elementos más importantes cuando se trata de capturar atardeceres y que puede hacer la diferencia entre una imagen excepcional o una postal oscura: la luz.
La «hora dorada»
El instructor explica a sus alumnos que hay dos instantes clave. El primero de ellos es la «hora dorada», que en otras palabras es el momento en el que el sol llena de tonos cálidos el entorno. Esta luz es suave y difusa, por lo que favorece los paisajes y retratos. Se trata de apenas unos minutos antes de que el astro se ahogue en el mar. Luego vendrá otro intervalo que se conoce como la hora azul, que ocurre cuando esta tonalidad se apodera del cielo, pero con algunos vestigios de luz amarillenta en el horizonte.
Con la teoría en la cabeza, los aficionados eligen su propio lugar para llevarse en sus cámaras la mejor postal. Las nubes amenazan con traerse abajo el esfuerzo, pero finalmente hay un asomo de rayos solares en el mar. «He logrado una foto con la que estoy bastante contento. Al final opté por una panorámica y el sol me ha ayudado un poco», celebra uno de los aprendices.
De la Iglesia corre de un sitio a otro supervisando que los lentes de sus estudiantes disparen al sitio adecuado. El ajuste de un trípode por un lado, la calibración de la exposición por el otro. Mientras todo esto ocurre, otros visitantes toman sus propios recuerdos con sus teléfonos móviles. Cualquier fotógrafo con un equipo caro menospreciaría las imágenes que se capturan con estos dispositivos, pero este no es el caso.
«Lo bonito de la fotografía de atardeceres es que podemos vivir mirando al cielo»
Inspiración
«La brecha tecnológica que había antes se va cerrando cada vez más. Rechazar un móvil como una cámara es absurdo, ya que un buen fotógrafo puede sacar una buena fotografía con cualquier dispositivo. No hay que negarse a que este es el futuro», argumenta el instructor.
De la Iglesia mira con detenimiento a cada uno de los aprendices y los motiva en todo momento. Sabe que no se equivocó de camino hace ya tres años cuando decidió dedicarse a esta pasión, donde el tiempo se le pasa volando frente a un atardecer. «En la mayoría de nuestros trabajos estamos con la cabeza agachada. Lo bonito de esto es que podemos vivir mirando al cielo».
La noche se apodera de San Juan de Gaztelugatxe y los fotógrafos guardan sus equipos ansiosos por llegar a casa y repasar los momentos capturados. El sitio se queda a sus espaldas, pero aún así se va con ellos en forma de instantáneas.
Aunque a algunos les vaya mejor que a otros, De la Iglesia cree firmemente que cualquiera puede convertirse en un gran fotógrafo, enamorarse de esta actividad y contribuir a conservar los recuerdos.
«Mi consejo para cualquiera es que disfrute. Ver una de las fotografías que he tomado es revivir un instante, de ese momento en el que me paro a pensar en las personas que ya no están. Para mí eso es precioso. Lo mejor de la foto es que te traiga recuerdos», concluye el fotógrafo.
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