En busca de gangas y chiripas por el Rastro
El domingo en Madrid ·
EL CORREO acompaña a Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet en su habitual huroneo por el mercado más singularAl Rastro hay que ir siempre muy temprano, como tiene escrito Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953), porque a esa hora se puede huronear ... y rebuscar «sin multitudes y con fluencia». Seguramente sean Trapiello y el poeta y crítico de arte y literatura Juan Manuel Bonet (París, 1953) -que acumula con naturalidad sus pasadas experiencias como director del IVAM, el Reina Sofía o el Instituto Cervantes- los mejores cartógrafos e intérpretes vivos de este mercado que aún descubre en su posmodernidad algunas tenues sombras del Madrid galdosiano, del cambio de siglo barojiano o del surrealismo casticista de Gómez de la Serna. Entre ambos rastrómanos o rastristas -aunque también se les podría llamar sin que se ofendieran cachivacheros, cosistas, papelistas o buscadores de gangas o chiripas- se ha formado una pareja estable -Trapiello y Bonet, tanto monta monta tanto- que suma miles de domingos en ese «echar la mañana en el Rastro».
Algo que hace del paseo por los puestos en su compañía una didáctica repleta de poesía y sutilezas sobre esa maravillosa arqueología del desecho que allí se oficia cada domingo. Bonet llega puntual a las 8 de la mañana, caminando cuesta abajo y entre dos luces por la calle Arganzuela, hasta el Campillo del Nuevo Mundo, donde los puesteros están ya desembalando el género y donde los primeros cambalachistas miran ansiosos el fluir del material. También llega Trapiello y a la comitiva se suma Carlos Pascual, antiguo consejero económico en la embajada española en París y coleccionista de miradas y libros, entre estos algunas ediciones antiguas de Tintín que compra para sus nietos.
En el primer puesto ya han colgado algunos ejemplares de la 'La luna de Madrid' -la revista de la Movida- y uno de 'Interview', la cabecera que editaba Warhol. «Pedirán un millón y medio de euros», dice irónicamente Trapiello. Bonet mira a la derecha para ver si ya se ha instalado el puesto al que llama 'La Comunidad', una familia de etnia gitana amiga con tradición en el mercado, donde le han dicho que han salido a la venta libros de la biblioteca del pintor y tertuliano Juan Adriansens, fallecido hace ya más de un año.
«El día que buscas un ventilador sale una armadura, y el día que buscas una armadura, un biombo chino»
Andrés Trapiello | Escritor
Rebusca y hojea
Mientras rebusca y hojea una edición de la 'Corrida de Toros' de Alberti, el hombre grita con gracia: «Si ustedes tuvieran tanta gana de comprar como yo de vender, entonces ya lo tenemos hecho». Trapiello se ríe. Subiendo por la empinada cuesta de la calle de Mira el Río Baja, comenta divertido: «Ahora con internet los gitanos traen cosas de todas partes y saben mucho más del precio de las cosas. Conocía a uno que era diabético y viajaba al sur de Francia con su mujer en una furgoneta para comprar en los desembalajes. Como no hablaba francés y no podía leer los menús, su mujer le cocinaba en la furgoneta con un infiernillo. Pero traía cosas muy interesantes…».
El paseo entre puesto y puesto da también para la tertulia cultural. Bonet ha llegado de Cádiz, donde ha investigado en los tesoros de la biblioteca del poeta y ensayista Carlos Edmundo de Ory; y Trapiello ha estado el día anterior en la celebración del 150 aniversario del nacimiento de Pío Baroja, en la Cuesta de Moyano. También se comenta el éxito del nuevo libro de Trapiello, 'Madrid 1945: La noche de los Cuatro Caminos' (Ed. Destino), aupado al segundo puesto de los más vendidos. El detalle surrealista de la mañana aparece en la calle del Carnero, donde un primer piso luce en su balcón una bandera carlista con la cruz de San Andrés, algo que origina en la comitiva una multitud de hipótesis, todas ellas igual de surrealistas.
Bonet y Trapiello también tienen algún que otro rival en su arqueología rastrómana. En concreto, uno de los habituales madrugadores les disputa en ocasiones y con malos modos algunos tesoros encontrados. «Es un docente de instituto más bien maleducado», afirma Bonet. Quitándole hierro al tema, en la tertulia caminante se decide apelarle con ironía «el protohumanista de la cultura castellana».
El mismo Bonet marca el ritmo bajando a paso acelerado por la calle de Carlos Arniches, porque alguien le ha informado que en un puesto también han sacado a la venta la biblioteca de un embajador español con último destino en Bolivia, quizás algunos papeles de un traductor de Pessoa o a lo mejor alguna edición de Vallejo, al cuidado de Miró Quesada. Trapiello dice que Bonet «oficia en los puestos como un croupier que reparte las cartas de una baraja»: busca, revuelve, saca fotos, grabados y libros por si hay alguna primera edición, enseña, menciona la importancia del autor y reparte lo que conviene a cada uno. Si se tercia, también inicia el venerable arte del regateo: «¿Cuánto pide por esto?», «¿a cómo lo vende, jefe?».
Una recopilación de Ramón de Basterra que hizo Guillermo Díaz-Plaja por 5 euros, el voluminoso catálogo de una muestra de Juan Gris por 10 euros y hasta una novela olvidada de García de Pruneda, que fue Alférez Provisional y diplomático, por 3 euros. «El problema de Bonet es que ya lo ha visto todo ante de verlo», apunta con sorna Carlos Pascual.
«¿Cuánto pide por esto?, ¿a cómo lo vende, jefe?», pregunta iniciando el venerable regateo
Juan Manuel Bonet | Poeta y crítico de arte
Desmayada policromía
El recorrido hacia arriba y hacia abajo da también para visitar algún almonedista, para dudar de la autenticidad de una maja de Lucas Velázquez, para sonreír con indulgencia ante el retrato realista pintado por una monja del que Trapiello dice que «parece de Antonio López después de Antonio López» o para arquear las cejas cuando un puestero ofrece la talla de un presunto cristo crucificado del siglo XVI, cuya desmayada policromía parece de anteayer.
Pero a veces también surgen los tesoros, susceptibles de regateo intenso: unos figurines parisinos, unas cartas de algún autor importante, alguna primera edición, ciertas fotos o ese cuadro de Pérez Villalta que Bonet encontró hace menos de un mes a buen precio. Arriba y abajo, con una leve incursión en la Ribera de Curtidores donde Trapiello parlamenta con un vendedor a cuenta de un encargo o con una visita a la Plaza de Vara de Rey que ahora está de obras, la mañana ya ha entrado en una hora de afluencia extrema. Quizás sea la hora del almuerzo de media mañana a base de gallinejas o de caracoles en la calle Toledo, pero la cosa termina con unas medias porras y un cortado, un ligero incidente con unos descuideros que a punto están de robarnos el botín y con la cita de Ruano que Trapiello transcribe en su monumental libro sobre este mercado: «Al Rastro no se debe de ir por nada determinado, porque el día que buscas un ventilador sale una armadura, y el día que buscas una armadura sale un biombo chino».
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