Alpha Decay y Moritz Simon Geist actúan en el CMD San Francisco, dentro de la edición del año pasado. C. B.

Ruido, reses y balas: el MEM hace memoria

Vanguardia. ·

Un libro repasa la historia del festival que situó Bilbao en la geografía global del arte transgresor

Martes, 23 de enero 2024, 01:05

El MEM lleva la música en el nombre, porque esas siglas resonantes vienen de Musica Ex Machina, pero en realidad su campo de acción abarca muchas más disciplinas: se autodefine como Festival Internacional de Arte Experimental, un territorio en el que caben también la performance, la danza, el cine o cualquier otra experiencia creativa encarada con ánimo de exploración e inconformismo. En ello lleva ya veintidós años, siempre mirando hacia adelante, hacia caminos que están todavía por abrir, y es ahora cuando sus responsables se permiten por una vez echar la vista atrás. El MEM hace memoria en un libro ('MEM, historias de un festival') publicado a medias con la editorial La Única Puerta a la Izquierda, que se presentará este miércoles en la librería Anti a través de una conversación entre sus impulsores y codirectores, Josu Lafont y Txema Agiriano. Han titulado el acto 'No se llama MEN, se llama MEM'.

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Por supuesto, tratándose del MEM, no se trata de un libro al uso. Agiriano, su autor, prefiere referirse a él como «artefacto», y la palabra no le va nada mal: a través de un collage de voces, mensajes y conversaciones, el texto va repasando los orígenes del festival, analiza su vínculo fundamental y profundo con Bilbao y se detiene en algunos hitos de su trayectoria. «El MEM es hijo de un Bilbao industrial donde nos apropiamos del ruido generado por las máquinas para convertirlo en música y donde el desecho y el residuo se convierten en nuestra materia prima. Cómo no, el MEM nunca ha sido un festival de verano, de luz y calor. Su naturaleza es invernal, oscura, húmeda y fría hasta adherirse a los huesos. Con su primera edición nos creímos que éramos una pequeña parte de aquel Nueva York o Londres subterráneo tan soñado por unos poquísimos», reflexiona el músico Fernando Ulzión.

Una performance del MEM, Lafont y Agiriano en la presentación de la edición de 2004 y el músico Alec Empire con la camiseta de los balazos. MEM y Maite Bartolomé

Algo de eso hay. El MEM ha traído a Bilbao a algunas figuras poco conocidas por el gran público, pero fundamentales en el rock y la electrónica más aventurados. Algunos todavía se pellizcan al recordar que tuvimos por aquí a Whitehouse, Merzbow, Alan Vega, Lydia Lunch, Stephen O'Malley o Damo Suzuki, por citar a media docena de gigantes del underground. A diferencia del mutismo de otros festivales sobre sus planes frustrados, el libro también hace públicos un par de sueños que se desbarataron: Coil, por la muerte de uno de sus líderes, y el catalán Jordi Valls, un provocador cuya propuesta tenía mucho de pesadilla, para los organizadores en particular y para la sociedad en general. Su idea era «reunir en la explanada del museo Guggenheim a una enorme cantidad de moteros», servir vermús y, en fin, concluir el aperitivo con «el degollamiento de una res».

La primera vez

Otras ideas audaces sí llegaron a buen puerto. Por ejemplo, las camisetas: el primer modelo tenía la zona de los pezones desteñida con lejía y, al lavarlas, se rompían justo por ahí; el diseño para la segunda edición llevaba 'incorporados' varios agujeros de bala. «Josu se hizo cargo de la producción. A través de sus contactos consiguió las armas, municiones, localizaciones y tiradores», detalla Agiriano. En el entorno de la facultad de Bellas Artes de la UPV, iniciativas como estas convertían al MEM en un festín anual de deslumbramientos: «Era la primera vez que podíamos ver de verdad arte transgresor o performances transgresoras en directo aquí en Bilbao», agradece la artista Pilar Baizán en su evocación de la pionera fiesta pre-MEM en La Hacería.

Las camisetas de 2004 fueron 'atropelladas'. MEM

Eran los años en los que Bilbao experimentaba su metamorfosis, que también se dejó notar en el campo de acción del MEM: Agiriano cita como ejemplo ilustrativo el hecho de que el BIME programase en 2017 a los alemanes Einstürzende Neubauten, una banda rupturista, a medio camino entre la música y la ferretería, a la que quince años antes nadie habría imaginado en un recinto como el BEC. El propio Guggenheim invitó al MEM en 2006 a una colaboración que se ha ido prolongando en el tiempo. «Siempre han estado abiertos a todo tipo de propuestas, por raras o transgresoras que estas pudieran ser», destaca Agiriano, que refleja también cómo algunos artistas de su círculo adquirieron un repentino prestigio familiar al actuar en el museo. El MEM, sin perder sus raíces en Bilbao la Vieja, se proyectó además al exterior con embajadas a lugares como Copenhague, Bruselas o Washington.

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'Historias de un festival' cuenta con su propia banda sonora, ya que de manera simultánea se ha editado un disco del MEM Quartet. Se trata de un vinilo que recoge un «concierto improvisatorio» organizado para celebrar el vigésimo aniversario del festival. Y, como colofón a esta estimulante maraña de futuros y pasados, se avisa de que «no estará accesible digitalmente».

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