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Yoshitomo Nara ante una de sus esculturas instaladas en el Guggenheim. Ignacio Pérez

Las niñas punkis invaden el Guggenheim: «A los políticos no les gustan mis niñas, no quieren que las caras infantiles transparenten sus ideas. Tampoco gustan a los machistas»

El japonés Yoshitomo Nara, célebre por sus pinturas de crías rebeldes, inaugura una exposición sobre sus cuatro décadas de creación. Es uno de los artistas vivos mejor cotizados: una de sus obras fue vendida por 22 millones de euros de los que no vio «ni un céntimo». «Prefiero a la gente que compra libros de arte que a los millonarios que pueden pagar mis obras», dice este pintor comprometido, sencillo y con alma de rockero

Jueves, 27 de junio 2024, 12:01

Ha pintado la rueda lenticular de una de las bicicletas que usó Lance Armstrong en el Tour de Francia de 2009; ilustró y animó la ... portada y el vídeo del single 'I'll Take The Rain' de REM, y en 2019 la casa de subastas Sotheby's vendió su obra de gran formato 'Knife Behind Back' (Cuchillo tras la espalda) por 22 millones de euros. En él se ve una niña morena de ojos verdes y vestido rojo con gesto de enfado. No hay cuchillo, pero en el catálogo de aquella subasta, Yoshitomo Nara (Hirosaki, Japón, 1959) escribió esta especie de explicación: «Veo a los niños entre otras personas más grandes y malas a su alrededor que sostienen cuchillos más grandes». Es uno de los artistas contemporáneos que mejor colocan sus obras, dentro del selecto club de David Hockney y sus piscinas, Jaspers Johns, Banksy, Basquiat o Jeff Koons.

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- ¿Qué sintió al enterarse de que habían pagado ese dineral por una de sus niñas?

-A mí no me entró ni un céntimo de eso. El sistema de venta de obras por medio de galerías es así: yo le vendo al galerista un cuadro a 10.000 y esa persona lo vende al precio que sea, en este caso en esa subasta. Y no sentí nada, es un precio que no puede alcanzar la persona que realmente quiere tener la obra, has de ser muy rico...

22 millones de euros pagó alguien en la subasta de Sotheby's por 'Knife behind back' (Cuchillo tras la espalda), del año 2000.

El de las niñas es el motivo que ha dado más fama y dinero a Nara, sus cuadros y esculturas de crías en actitud contestataria, rebelde, molestas quién sabe por qué. Calzadas con Dr. Martens, fumando cigarrillos, tocando la guitarra eléctrica o la batería... Se están haciendo tan icónicas que pronto las veremos en camisetas por la calle, como a la sopa Campbell de Warhol o la gran ola de Kanagawa, de hecho, se pueden comprar por unos 40 euros en la página de internet del artista (yoshitomonara.com).

A partir de hoy es posible conocer de cerca su trabajo, pues el Guggenheim, con el patrocinio de la Fundación BBVA, inaugura una gran exposición sobre sus cuatro décadas de creación que estará abierta hasta el 3 de noviembre. En la inauguración estuvieron presentes el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, que habló del «privilegio» de tener esta exposición; la comisaria de la misma, Lucía Agirre, y Juan Pujol, de la Fundación BBVA. El artista japonés ha participado activamente en el montaje de la muestra, una amplia selección de su obra -dibujo, pintura, escultura e instalación-. Aguirre: «El universo de Nara es mucho más complejo de lo que sus obras parecen y se suele hacer una lectura muy superficial. Es un grandísimo artista que transmite la esencia humana».

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En la web de Nara hay decenas de fotos, desde una en que su madre lo baña en un balde casi recién nacido hasta unas instantáneas recientes que lo muestran haciendo de DJ, ya con canas. Y en el medio de estos 65 años de vida, fotos junto a sus compañeros de la escuela primaria, con sus colegas de universidad, tocando la guitarra o cantando con sus bandas, en múltiples momentos en sus distintos talleres y en todas las etapas de su creación... También hay fotos sacadas por él en sus viajes, imágenes de niños de Kabul en 2002, justo durante la invasión estadounidense tras los atentados de las Torres Gemelas; críos cubiertos de polvo en un campo de refugiados de Jordania y afectados por el desastre de Fukushima.Y además, entre todas ellas, una instantánea donde se le ve, con 3 años, como un niño solitario en medio de un campo, armado con una pequeña escopeta y sujetando un enigmático paquetito. El ceño, fruncido, como si fuera una de sus niñas. Se sorprende el artista al saber que la primera pregunta de la entrevista tiene que ver con esa foto que le ponen delante. «¡Soy yo!», dice como si hubiera olvidado que alguna vez la colgó en su web.

Yoshitomo Nara, con 3 años.

-¿Qué había en la bolsita y qué siente al volver a ver esta foto?

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- Había bombones, dulces, creo. Ahora ese campo está lleno, lleno de casas, quiero regresar, pero ya sé que no puedo volver a esta escena. Me gusta el campo y ahora está lleno de edificios. Nací y crecí diez años después del fin de la 2ª Guerra Mundial, cuando Japón empezó su avance y el paisaje era totalmente diferente. A partir de aquel momento se empezó a igualar todo el país. Pero me gustaría volver a este pueblo donde viví.

Reside hoy en el campo, en una casa que hace las veces de vivienda y taller y donde montó un espacio para exhibir sus obras en medio de la naturaleza, N's Yard se llama esta especie de museo. Era el pequeño de tres hermanos que le sacaban muchos años, tanto que casi se crió solo, ante la ausencia de unos padres trabajadores y de niños que vivieran cerca para jugar. Una soledad que volvió a sentir cuando se instaló en Alemania durante 12 años para estudiar y trabajar en su arte sin saber el idioma. Aunque en el caso de Nara, no hay que ver esa soledad como algo negativo, sino como fuente de inspiración y de introspección creativa.

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-¿Entiende a los actuales 'hikikomori', esos jóvenes que se apartan de la sociedad y se encierran en su cuarto durante meses?

-Jajaja, no tiene nada que ver. Mi soledad consistía en que a mi alrededor no había otros amigos niños. Japón parece pequeño pero es grande, de norte a sur, y las culturas son diferentes, pero mi pueblo era muy pequeñito y eso son cosas que ocurren en las ciudades grandes. Cuando yo faltaba a clase mis compañeros venían a buscarme a casa para ver qué me pasaba.

- Usted dice que el artista «confronta la verdadera esencia de las personas y las cosas (...) para crear obras que funcionan como espejos que devuelven al espectador el reflejo de su propio corazón». ¿Qué cree que vemos en sus niñas?

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- Cada uno tiene una reacción diferente, pero un visitante me dijo después de ver mis cuadros: 'Francamente, usted ha dibujado vívidamente mi infancia. Los políticos, sin embargo, dicen que no quieren ver este tipo de caras infantiles, no quieren que los niños transparenten sus ideas, no les gustan. Y creo que a la gente machista tampoco...

Otra de sus niñas, de 1994.

- ¿Podemos detectar entonces algún tipo de reivindicación feminista en el hecho de elegir estas niñas?

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- Yo no sé si se trata de reivindicación feminista o no, pero sí puedo decir es que de pequeño siempre me gustaban las flores, cosas bonitas y bellas, y no me gustaban los juegos de guerra o luchas masculinas, aunque aquí en la foto llevo esa escopeta, pero ya ves que no muestro una cara feliz... Entonces aquello de decantarme por lo bello y las cositas pequeñas, a partir de los 10 años en adelante es algo que no me gustó de mí mismo y empecé a practicar judo y cosas más masculinas. Creo que dentro de mí había aquel sentimiento de que no me gustaba mi manera de ser, que me gustaran esas cosas, y quería convertirme en otra persona.

- Afortunadamente luego volvió a la sensibilidad.

- Sí, cuando me empezó a interesar el arte, cuando empecé otra vez a pensar en que tengo que proteger y ayudar a los débiles, a los que tengan dificultad, personas sin voz...

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Foto hecha por Nara en su viaje a Kabul en 2002, en plena operación estadounidense contra los talibanes.

Yoshitomo Nara creció escuchando las canciones de los Beatles y los temas antibelicistas por la guerra de Vietnam de Bob Dylan, a Neil Young... que captaba en una emisora de radio emitida desde una cercana base estadounidense, y ya nunca abandonó la música, el rock and roll y derivados de los que pudo empaparse mejor cuando marchó a Europa la primera vez, con solo 20 años, y descubrió a Los Ramones y el arte de los impresionistas y expresionistas, además de la arquitectura y las pinturas medievales y renacentistas con sus escenas religiosas. Y se replanteó todo lo vivido hasta entonces. Dijo: «Al salir de Japón me di cuenta de que ver las cosas desde el monte Fuji es totalmente distinto a verlas desde el Everest». Volvería más tarde, en 1987, para instalarse en Alemania, donde vivió 12 años sin conocer el idioma, lo que le aisló para poder estudiar y concretar su arte, su estilo.

Aparte, su pasión por la música se concretó en su participación en bandas de rock y en la creación de portadas para algunos de sus grupos favoritos. Sus talleres están repletos de pilas de cds, de cientos de casetes originales y también grabados de forma casera. En la exposición del Guggenheim hay una caseta de madera como las que se usaban en su país para la creación de arte, y en ese punto están sonando canciones de Tequila y Radio Futura, grupos a los que conoció cuando en sus viajes por Europa en los años 80. ¿Más que de niñas enfadadas podemos estar hablando de niñas punkis? «Sí», contesta.

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Nara, cantando con una de sus bandas en su juventud.

La onda expansiva de la bomba atómica persiste aún en Japón; él es un pacifista declarado, el símbolo de la paz siempre está presente en su taller, y en una de sus obras aparece una niña saliendo de un refugio con la fecha del 10 de agosto de 1945, cuando Nagasaki sufrió el impacto de la segunda explosión nuclear, la de 'Fat Man'. También se sintió muy deprimido con el desastre de Fukushima: «Dejé de pensar, al principio se me quitaron las ganas de crear obras. Me di cuenta de que en el arte puedes expresarte solo cuando tienes holgura sentimental y emocional. Yo veía a los músicos que visitaban las zonas afectadas y ellos sí sabían transmitir el desastre y sus sentimientos, pero con la pintura tardas un poco más en poder hacerlo«.

La niña saliendo del refugio antibombas con la fecha del ataque en Nagasaki (2017).

- ¿Cómo lo superó?

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- Te voy a contar mi propia experiencia, lo que hice yo después de aquel desastre. Pensé que no se trataba de enseñar mis obras a aquellas personas, no era lo que necesitaban. Así que fui varias veces a visitarlas para captar qué es lo que necesitaban. Empecé a hacer entrevistas y capté que aquellas personas perdieron un montón de fotos, recuerdos, se quedaron sin nada tras el tsunami. Y pensé que a lo mejor podía contribuir en algo sacando fotos, o ayudando a recuperar las suyas, porque tengo experiencia de haber aprendido fotografia, y organicé una exposición en un centro de refugiados en un gimnasio de un colegio.

En Estados Unidos coincidió en 1998 con su compatriota Takeshi Murakami, otro de los artistas más reputados a nivel internacional que encabeza el movimiento artístico llamado 'Superflat', inspirado en la tradición japonesa y el consumismo que recuerdan al arte pop. Se suele englobar en él a Nara, aunque poco de consumista tiene este artista, que se ha refugiado en el campo huyendo de las ciudades que poco le gustan. Tampoco colabora con marcas de moda, pese a que se lo han pedido insistentemente. Tan solo lo ha hecho para su amiga Stella McCartney por el compromiso de esta con la sostenibilidad. «No quiero dejar de ser la persona que era, no quiero cambiar, aunque ahora tenga más dinero en la cuenta bancaria. Me gusta más viajar en tranvía o tren que en Rolls Royce, no me gustan las pretensiones. Quisiera ser siempre aquel estudiante de los años 90, cuando hacía 120 obras al año en Alemania, fue una gran etapa».

Instalación en forma de casita en la exposición inaugurada este jueves en el Guggenheim. Ignacio Pérez

- Reconozca que es usted un poco antisistema, con esas declaraciones sobre los millonarios que pueden pagar sus obras...

- Puede ser, jajaja. Siempre tengo mis dudas sobre si son realmente aficionados al arte o.... Todo el mundo puede comprar libros o alguna obra impresa, pienso que estos son los verdaderos aficionados al arte, y francamente los prefiero.

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Últimamente, algunas de sus pequeñas parecen haber evolucionado, incluso muestran ojos acuosos desbordándose, como los de 'Midnight Tears' (2023), donde la niña ya no tiene el entrecejo fruncido, y se muestra triste. La pintura es más etérea, menos dibujo, más emocional. La muerte de su padre, sacerdote sintoísta, en 2013 le condujo hacia caminos inexplorados, más profundos y espirituales.

'Midnight Tears' (Lágrimas de medianoche). (2023).

- Por cierto, ¿qué música escuchan sus niñas?

- Una para bailar. ¿Puedo quedarme con la foto de la escopeta?

En la actualidad, Nara pinchando música.
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