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Guillaume Kientz, director de la Hispanic Society de Nueva York.

Guillaume Kientz

«Es necesario que los museos conecten con la sociedad»

Un acuerdo de préstamo a la Generalitat Valenciana de 220 obras de Sorolla refleja el renovado dinamismo de la Hispanic Society de Nueva York que marca su responsable

Domingo, 28 de septiembre 2025, 01:36

Ha sido durante casi diez años conservador de arte español y latinoamericano en el Museo del Louvre y también de arte europeo en el Museo ... Kimbell de Forth Worth, Texas. Desde 2020 Guillaume Kientz (Estrasburgo, 1980) es el director de la Hispanic Society de Nueva York, la institución fundada en 1904 por el magnate y erudito Archer Milton Huntington, entre cuyos fondos vinculados al arte y la cultura de España y América Latina se cuenta con pinturas del Greco, Ribera, Antonio Moro, Zurbarán, Velázquez, Goya, Rusiñol, Zuloaga y Sorolla. Precisamente, la amplia colección de este último ha permitido a la institución neoyorquina cerrar con la Generalitat Valenciana un acuerdo de préstamo a cuatro años prorrogables de 220 obras de Sorolla que serán exhibidas en el Palacio de Comunicaciones de Valencia, a cambio de un canon anual de 1.150.000 euros.

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– ¿Es el inicio de una estrategia de expansión, un alquiler para generar ingresos o un interés mutuo por difundir y divulgar la obra de Sorolla?

– Bueno, es un poco las tres cosas. Sorolla es un autor muy importante en nuestra colección y también es muy especial para la cultura valenciana. Por otro lado, estamos hablando sobre posibles acuerdos con otras ciudades en Estados Unidos y fuera del país. Pero en Europa nuestra única sede será Valencia. Y, por supuesto, somos un museo privado que no cuenta con recursos públicos, por lo que la generación de fondos es parte de nuestra tarea cotidiana. No lo hacemos solo por eso, aunque es un elemento importante del acuerdo.

– ¿Tiene el acuerdo algún parecido con el que suscribieron las instituciones vascas y la Fundación Guggenheim?

– Sí y no. Nos hemos inspirado en ejemplos que ya existían, como el del Pompidou en Málaga o el del Guggenheim en Bilbao. Pero hemos tomado ideas y las hemos adaptado a esta situación específica. Es como un acuerdo a medida.

– Parece que el éxito de la expansión en los grandes museos es incontestable.

– Sí, han sido muy positivas en dos sentidos. Yo trabajé casi diez años en el Louvre y conocí desde dentro los proyectos en Lens y Abu Dhabi. El primero era local, un experimento en un territorio algo apartado de París; el segundo era internacional y nos conectaba con una parte del mundo distinta de la nuestra. Ambos proyectos amplían la misión del Louvre, facilitan que se conozca mejor su colección y además el segundo nos permitió entender mejor el mundo global. No solo es dar, es también recibir.

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Más de un millón de objetos

– ¿Usted cree que los ciudadanos están de acuerdo en alquilar las colecciones de un museo público a otro centro en un país distinto?

– Es que no se trata de vaciar un museo para llenar otro. En la Hispanic Society, que es una institución privada, tenemos una colección con más de un millón de objetos. Ni hoy ni nunca podríamos enseñar todo eso en la sede de Nueva York. Nuestra misión más importante es la difusión y la promoción del arte hispano. De modo que veo el edificio neoyorquino como un cuartel general, pero también contemplo una red de presencias globales que multipliquen la difusión de nuestra colección mediante acuerdos como el de Valencia. Incluso le diré que la globalidad es algo muy central en el caso del arte hispano, puesto que es el primer arte global con la llegada de los españoles a América y con los intercambios entre Asia, América Latina y Europa.

– Usted se especializó muy temprano en el arte y la cultura hispánica

– Es que lo más interesante del arte hispano es su globalidad, su interconexión. El que estudia el arte español también estudia el arte mundial.

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– Ahora que cita el arte español, ¿no le parece que las restricciones de la legislación española a la exportación de nuestra pintura antigua y moderna perjudica su consideración y su cotización en el mercado mundial del arte?

– Puede ser. Es verdad que con esa legislación resulta difícil que los coleccionistas y los museos extranjeros compren en España obras de los grandes maestros y eso hace que su conocimiento y sus precios sean inferiores. Pero, viéndolo de otra manera, esos precios inferiores también animan al coleccionismo y a los museos en el propio mercado español.

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– Se habla mucho ahora de las restituciones y del expolio que sufrió España hasta bien entrado el siglo XX. ¿Tuvo algo que ver con Huntington el celebérrimo Arthur Byne, el intermediario que desempeñó un papel clave en el expolio de bienes artísticos a comienzos del siglo XX?

– Byne nunca fue un agente de Huntington. Solo fue encargado de realizar una catalogación monumental del patrimonio artístico español. La filosofía de Huntington era la de nunca comprar en España, porque no quería privar al país de su patrimonio. Solo hubo dos excepciones. Una fue la compra de la biblioteca del Marqués de Jerez de los Caballeros, quien solo quería vender a quien que se comprometiera a mantener unido el fondo. Huntington asumió el compromiso. La otra excepción son las piezas de las excavaciones de Itálica. Huntington financió las excavaciones y se le dieron algunas piezas, pero decía siempre que sería éticamente malo llevarse el patrimonio español fuera de España. Incluso en una ocasión recibió una carta diciéndole que un libro que había comprado pertenecía a la Biblioteca Real, de donde había sido robado. Huntington lo devolvió inmediatamente.

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– Cuándo le nombraron al frente de la Hispanic Society, alguien tan respetado como Philippe de Montebello dijo que usted era el director más idóneo para hacer frente a los retos que hoy afectan a los museos, como la diversidad, la inclusión la igualdad de género o incluso un diálogo más contemporáneo con el arte.

– Es necesario que los museos conecten con su sociedad. Hay que establecer puentes para lograr esa conexión. Yo veo los museos como lugares donde se conservan y preservan objetos importantes, pero también como instituciones que ayudan al ciudadano a pensar, a entender mejor el mundo. Y hay que hacerlo en una clave cultural, no política. Por supuesto que el museo es un instrumento político, pero no tiene que hacer política, tiene que acompañar, tratar y discutir temas políticos, pero con una perspectiva cultural. Esa es nuestra misión.

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– Usted conoce muy bien el Museo del Louvre. ¿Cómo ve su actual saturación y el plan de reforma planteado por el presidente Macron?

– No es tanto un problema de saturación como de flujo de visitantes, porque ahora puedes encontrar áreas del museo con pocos visitantes. La concepción de su reforma hace más de 30 años era para tres o cuatro millones de visitantes y ahora tiene diez millones. Hay que multiplicar los puntos de acceso y también reorganizar la repartición de las obras maestras. El plan de reforma es necesario y me alegro que la iniciativa de su directora haya sido apoyada por el presidente Macron.

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