Getaria reúne a Chillida y Balenciaga en una mirada compartida
La muestra 'Plegar la forma', que establece un diálogo entre creaciones del escultor y el modisto, permanecerá abierta hasta el 5 de enero en el museo guipuzcoano
Las creaciones de Eduardo Chillida y Cristóbal Balenciaga siempre tuvieron en común el vínculo afectivo con sus raíces, lo mismo que una preocupación compartida en el tratamiento de una materia cuya forma lograron someter a sus deseos o incluso una similar voluntad por cuestionar y experimentar. Esos nexos entre sus raíces y sus confluencias a la hora de concebir los volúmenes, el espacio o el proceso de depuración formal protagonizan ahora la nueva muestra del museo de Getaria, una ocasión que se suma al centenario del nacimiento del escultor donostiarra. Instalada en la sala que a partir de ahora se dedicará a los «encuentros» de la obra del modista con otras colecciones o con otras disciplinas de distintos creadores, la muestra 'Chillida / Balenciaga. Plegar la forma' incluye 27 obras del primero y 15 del segundo y permanecerá abierta hasta el próximo 5 de enero.
Como principio y final del recorrido, se ha instalado en el hall del museo la escultura 'Homenaje a Balenciaga' (1990), una pieza en acero de cuatro toneladas y media procedente de Chillida-Leku, con un espacio en su interior que sugiere, perfilándose entre dos bloques, una silueta de mujer. Chillida siempre manifestó que la relación de Balenciaga con su familia se remontaba a la amistad del modista con la abuela del primero, Juana Eguren -propietaria de los hoteles Biarritz y Niza de la capital guipuzcoana-, a la que Balenciaga visitaba con regalos traídos de París a comienzos de los años 40. Esta vinculación también se acrecentó con la condición de clienta de Pilar Belzunce, la esposa de Chillida, de la que se incluye en la muestra un conjunto de cóctel en encaje negro de 1964, emparejado con un retrato suyo dibujado a lápiz y con otro del escultor.
El vínculo afectivo de ambos creadores con su tierra se refleja en la exposición con un montaje de notable expresionismo dramático, en tonos negros y con una iluminación que crea una atmosfera dirigida a contemplar con detalle los volúmenes, los espacios y los contornos, con el que el comisario Igor Uría y la escenógrafa Anna Alcubierre han querido recrear una luz oscura del Atlántico que se complementa con la música de Bach, las 'Variaciones Goldberg', una composición del gusto de Chillida o una metáfora sobre el mar y la repetición de las olas en el Cantábrico, otro nexo de unión entre ambos creadores.
En ese ambiente misterioso y emotivo, la muestra arranca con uno de los dibujos de manos de Chillida, una alusión a ese intento de aprehender el espacio o a una mano creadora, artesanal, la del escultor, la del modista y la de sus diferentes colaboradores, ya sea en la forja o en el taller del 'coutourier'. A partir de ahí, el recorrido va enlazando confluencias entre ambos que derivan de nexos gráficos, de conceptos arquitectónicos y espaciales, de los juegos del vacío y el lleno, de las concavidades y las convexidades, de las tensiones entre un máximo y un mínimo, de la depuración formal o de la importancia de los pliegues en las obras de cada uno. Un vestido de Balenciaga colocado de plano en un expositor se empareja con una lurra y un óxido de tierra chamota, aunando las piezas por los cortes circulares y por las líneas que marcan la tensión interna. Unas gravitaciones de Chillida se relacionan con un conjunto de cóctel montado en un maniquí invisible, asociando la gravedad y las superposiciones en la obra de arte con la perfecta caída y el diseño arquitectónico, casi abstracto, de Balenciaga.
Una plataforma giratoria muestra dos túnicas de noche en crep negro del 67 y 68, una de ellas con escote en pico, instaladas enfrente de una estela de Chillida en acero corten de la serie 'Lo profundo es el aire', reflejando precisamente el vacío y el aire que pasa entre las piezas. Uno de los estudios preliminares de 'El Peine del viento' tiene una concomitancia poética con un tocado 'pill box' en crin negro cubierto con cintas de nylon, al igual que otro estudio en formato reducido del 'Homenaje a Balenciaga' crea una sutil relación entre el plano visual de la escultura y un abrigo de noche en raso negro que perteneció a Bunny Mellon. Citando a Kierkegaard, el referente conceptual de Chillida, Igor Uría afirma que en el montaje y en la filosofía curatorial se ha tratado de «buscar ese lugar para mirar», en el que el espectador se convierte en sujeto activo que debe guiarse por su intuición. Una mirada a la obra de dos vascos universales, en definitiva, que como sostiene la directora del Museo Balenciaga, Miren Vives, «también es un homenaje propio, modesto y cargado de emoción en la celebración del centenario de Eduardo Chillida».