El Max de las Artes Escénicas fue creado en 1998 para resaltar lo mejor de la producción teatral. Un jurado múltiple «de Madrid, Barcelona y ... comunidades», y el voto de miles de miembros de la Sociedad General de Autores y Editores, SGAE, sugiere en rondas equilibradas, y decide. Son ya 25 entregas con gran eco. El trofeo diseñado por el que fue poeta y autor Joan Brossa es una manzana con el antifaz que evoca el disfraz, mientras la manzana pretendería quizá para el teatro el atractivo mítico del pecado original.
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Además del valor de subsistir y adaptarse, de ser un premio del oficio para el oficio, aciertos del Max: se suprimió la subcategoría «de las comunidades» para integrarse en el palmarés general; el mejor de cada epígrafe lo es ya de modo absoluto, no sólo en su ámbito. Dificultades: el teatro se localiza función a función, y es casi imposible abarcar toda la oferta por más que se mueva mucho o emplee vídeos. A su vez el jurado colectivo de profesionales elige el teatro que le llega, con ventaja para los espectáculos que hayan hecho giras que, a su vez, van a ser más confrontados en capitales con un mercado amplio. Un algoritmo enloquecería.
El merecido premio de honor será para el dramaturgo José Luis Alonso de Santos, la navaja suiza del activismo teatral, autor infatigable, director, profesor, gestor... y que lo sabe todo. 'Una noche sin luna' es triunfadora a priori como finalista más nominada. Aun así, puede ocurrir como con 'Viaje a ninguna parte' del Arriaga y Pabellón 6, con seis nominaciones, que coloca solo en la final al adaptador Ignacio Del Moral. Hay finalistas vascos al menos en siete categorías y nombres del teatro local en títulos ajenos. La diversidad de temas y cometidos -intérpretes, compañías, creativos, especialistas…- habla bien de nuestro nivel.
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