Ainhoa Arteta brilla en 'La Bohème'
La ABAO arranca la temporada con una atractiva producción de la ópera de Puccini
asier vallejo ugarte
Domingo, 21 de octubre 2018, 00:58
Apesar de que tras el estreno de 'La Bohème' en Turín en 1896 hubo comentaristas que consideraron que Puccini se había encaminado por un «camino ... deplorable», 120 años después es una de las cinco óperas más representadas en el mundo y la primera que viene a la mente al pensar en el estilo realista y romántico de Puccini. Lo que hace que sea una ópera única entre las compuestas en su momento es su clima, su manera de ambientar las escenas, tan sutil y refinada que llevó a Debussy a confesar no haber conocido «a nadie que haya descrito el París de esa época tan bien como Puccini».
Todo ello pone el foco de cualquier representación de 'La Bohème' en la puesta en escena, que solo puede transcurrir en París porque el color parisino corre por sus venas. Anoche, al subir el telón del Euskalduna después de que la ABAO anunciase que dedicaba estas funciones a Montserrat Caballé, quedó claro que Mario Pontiggia quería ser fiel a la esencia de la obra: se sentía el frío en la buhardilla de los cuatro bohemios. En el fondo estaba dibujando escénicamente la descripción que Mürger había hecho de la bohemia en sus 'Scènes de la vie de bohème': «Dos abismos la limitan por ambos lados: la miseria y la duda».
Arranque de la ABAO
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Funciones Hoy domingo, más días 23, 26, 27 (OB) y 29 de octubre. Euskalduna, 19.30 horas.
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Elenco Ainhoa Arteta, Teodor Illincai, Artur Ruciński, Jessica Nuccio, David Menéndez, Krzysztof Baczyk y Fernando Latorre. En Opera Berri, cantan Vanessa Goikoetxea, Martín Nusspaumer, José Manuel Díaz y Ruth Iniesta.
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Foso Orquesta Sinfónica de Euskadi, con Pedro Halffter.
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Coros. Ópera de Bilbao y las voces infantiles de la Sociedad Coral.
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Director de escena Mario Pontiggia.
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Producción. Teatro Massimo di Palermo (estrenada en Florencia).
Con esa postal de época y el impetuoso leitmotiv de los bohemios desde la orquesta comienza la función, en la que rápidamente se presentan Teodor Ilincai como el poeta Rodolfo y Artur Ruciński como el pintor Marcello. Más tarde aparece Colline, el filósofo, y Krzysztof Bączyk impone con su presencia, pero habrá que esperar hasta el cuadro final para comprobar su altura como cantante. Con la llegada del músico Schaunard (David Menéndez) el cuarteto queda completado y entre los cuatro burlan al casero Benoît (Fernando Latorre) cuando trata de cobrarles el alquiler de la buhardilla.
Tras decidir el grupo acudir al café Momus, Rodolfo se queda solo terminando un artículo y entonces llaman a la puerta: es Mimí, la vecina, a quien se le ha apagado la vela. En su entrada en escena suena en la orquesta uno de los leitmotivs favoritos de Puccini, que acompañará a Mimí en sus dos arias y también en su enfermedad. En instantes como éste aflora la sensibilidad de un buen director musical como es Pedro Halffter, pues la orquesta nos va adelantando y contando secretos ocultos al público.
Ainhoa Arteta está en un momento espléndido y hace una Mimí destacada porque conoce muy bien el papel y lo canta con auténtica emoción, pero su voz tiene tanto cuerpo que la fragilidad que caracteriza al personaje acaba quedando un poco al fondo. Por eso su mejor cuadro es el tercero, el de más drama en su interior. Ilincai queda empequeñecido a su lado, tiene más voz que fantasía, más volumen que fraseo. ¿Dónde se perdió la poesía de 'Che gelida manina'? Rodolfo y Mimí acaban el acto enamorados… al frío que entra por el gran ventanal de la buhardilla.
Ritmo trepidante
El ambiente cambia por completo al trasladar la acción al bullicioso Barrio Latino de París. Aquí se lucen los dos directores, Pontiggia por el ritmo trepidante que impone a la escena y Halffter por el control absoluto de todos los elementos musicales puestos en juego, incluidos los dos coros. Después entra en escena Musetta (Jessica Nucio) y todas las miradas se dirigen a ella: es la diva entre las divas buscando llamar la atención de Marcello al provocar un escándalo en la terraza del Momus y al detener la acción con su delicioso vals lento, 'Quando m'en vo', que respira instintivamente aires de cabaret de Montmartre.
Entre este segundo cuadro y el tercero Puccini introduce una línea que divide la ópera en dos: se acaba el optimismo a la vez que comienza a vislumbrarse el desenlace dramático. Es una mañana de febrero en la barrera D'enfer y la música describe la caída de nieve al fondo del escenario diseñado por Pontiggia, quedando la acción en primer plano. El frío se traslada de la escena al patio de butacas mientras Mimí toma conciencia de su enfermedad. Arteta muestra aquí su vena de actriz dramática y se crece hasta hacerse dueña del escenario.
Así vuelve la escena a la buhardilla en el cuadro final. Ha pasado el tiempo y Pontiggia sugiere que los cuatro bohemios visten y peinan como pequeños burgueses, pero en esencia siguen siendo los mismos, ahora con más nostalgia. Nos lo dice la música y nos lo subraya la orquesta con numerosas reminiscencias del primer cuadro, aún más intensas después de la entrada de Mimì ya muy enferma y helada de emoción. Nada pueden hacer por ayudarla; después de todo, siguen viviendo en la miseria. Mimí muere en escena y el último aliento de Arteta muere con ella mientras la orquesta interpreta la más desgarradora de las melodías.
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