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El pino derribado. Jose Ibarrola, sentado sobre uno de los árboles del Bosque de Oma, tronchado y caído al suelo. Borja Agudo
Adiós al viejo bosque

Adiós al viejo bosque

Un símbolo que se muda. Jose Ibarrola guía a EL CORREO por los conjuntos artísticos que pintó su padre en Oma, cerrados al público y condenados por la 'peste del pino'. «El planteamiento es sencillo de trasladar», dice

Domingo, 16 de febrero 2020, 01:07

Hace casi 40 años, el artista Agustín Ibarrola pidió permiso al dueño de un pinar cercano a su casa para trazar marcas de tiza en ... algunos troncos. Puede parecer una formalidad excesiva, pero los signos que se dibujan en el monte tienen cierta dimensión trascendente, de vínculo entre lo humano, lo natural y lo sagrado: «Hay que tener cuidado con las marcas, porque esto es muy telúrico. Un mojón o una marca funcionan como divisiones del mundo, no puedes ir señalando los árboles impunemente», resume Jose Ibarrola, hijo mayor de Agustín y también creador plástico. Aquellas primeras pruebas, simples titubeos que trataban de proyectar una intuición artística sobre la corteza de los pinos, se fueron convirtiendo poco a poco en el bosque pintado que todos conocemos, tantas veces utilizado como símbolo de Bizkaia y de Euskadi.

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