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Luis Alfonso Gámez
Martes, 23 de noviembre 2021
La primera misión de defensa planetaria contra asteroides comenzará a las 7.20 horas de mañana en la Base Vandenberg de la Fuerza Espacial estadounidense, ... en California. La sonda DART de la NASA despegará en un cohete Falcon 9 de SpaceX con destino a Dimorphos, una roca de 140 metros de diámetro que orbita otra, Didymos, de 780 metros. DART se estrellará en septiembre de 2022 contra Dimorphos para intentar desviarlo de su trayectoria y, dentro de cuatro años, la sonda Hera de la ESA visitará el sistema binario para estudiar los efectos del choque.
DART y Hera son los dos componentes de la misión AIDA –Evaluación de Impacto y Desvío de Asteroide, en inglés–, una iniciativa de la NASA y la ESA para probar un sistema de defensa de la Tierra frente a una roca capaz de provocar una catástrofe. «Originalmente, fue una idea de unos colegas de la Universidad de Pisa que propusieron a la ESA la misión Don Quijote, que iba a tener un componente, la sonda Hidalgo, que colisionaría contra un asteroide y otro, Sancho, que observaría los efectos del impacto. La idea nunca se llegó a financiar, pero se retomó hace unos diez años como un proyecto de la NASA y la ESA», explica Adriano Campo Bagatin, astrofísico de la Universidad de Alicante y miembro del Comité Coordinador de AIDA.
«En lugar de desviar un asteroide aislado, se eligió un sistema binario porque es más fácil ver los efectos de un impacto sobre el satélite en su órbita alrededor del asteroide primario», indica el astrofísico. Didymos y Dimorphos no suponen ninguna amenaza para la Tierra. Del tamaño de una máquina de venta automática y 600 kilos de masa, DART se estrellará contra Dimorphos a 11 millones de kilómetros de nosotros y a una velocidad de 6 kilómetros por segundos.
Aunque telescopios terrestres observarán el sistema tras el choque, será en 2026 cuando la sonda europea Hera lo visitará para comprobar las consecuencias de la colisión. Además, DART lleva un minisatélite de fabricación italiana llamado LICIACube. Tiene el tamaño de una caja de zapatos y se separará de la nave diez días antes del choque para tomar imágenes del momento. «La idea de la misión es ver cuál es el efecto del impacto en la trayectoria de Dimorphos porque, aunque no lo parezca, los objetos de su tamaño están entre los más peligrosos de los cercanos a la Tierra», advierte Campo Bagatin.
Hay miles de millones de asteroides y cometas. Muy pocos suponen un riesgo para la Humanidad por cruzar la órbita de la Tierra y no hay constancia de que ninguno vaya a suponer una amenaza en los próximos cien años. «Los pequeños, de 50 a 80 metros, normalmente explotan en la atmósfera y pueden hacer un daño relativo». Los científicos tienen identificados los cuatro de más de 10 kilómetros que podrían provocar una extinción masiva como la que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años, y el 95% de los 900 que se calcula que hay de más de un kilómetro, que podrían acabar con la civilización. Pero el censo es muy incompleto para los del tamaño de Dimorphos, de los que los astrónomos creen que hay unos 25.000.
«Se estima que tenemos controlado menos del 30% de los objetos de entre 100 y 300 metros», indica Campo Bagatin. El impacto de un asteroide de esas dimensiones tendría efectos devastadores. «Sería una catástrofe regional. Según el tamaño, liberaría entre cuatro y diez veces más energía que el objeto de Tunguska. Excavaría un cráter de un par de kilómetros, se generaría una onda de calor enorme que causaría incendios, el polvo y los gases disparados a la atmósfera provocarían un invierno nuclear...», explica el astrofísico. El 30 de junio de 1908, la explosión de un roca de unos 50 metros a más de 5 kilómetros de altura arrasó 2.150 kilómetros cuadrados de taiga –poco menos que la superficie de Bizkaia– en las inmediaciones del río Tunguska Pedregoso, en Siberia. Tumbó más de 80 millones de árboles.
La antelación es clave para impedir un impacto desviando la amenaza. «Es lo mismo que te pasa si eres portero de fútbol. A la hora de desviar un tiro, si tocas el balón muy poquito y está lejos de la portería, el ángulo basta para que vaya fuera. Pero, si está cerca, no basta. Por eso son importantes los programas de búsqueda de objetos cercanos a la Tierra, para ver si hay alguno peligroso. Porque sólo montar una misión de desvío puede llevarte dos o tres años desde que decides que hay que hacerla», indica Campo Bagatin.
Los científicos han estudiado hasta ahora estos impactos mediante simulaciones. «AIDA nos va a permitir comprobar si los modelos sirven o si hay que recalibrarlos. Va a ser un paso adelante muy grande», dice el astrofísico, cuyo equipo de la Universidad de Alicante estudia cuál será el efecto sobre el eje de rotación de Dimorphos, «si la onda de choque llegará al otro lado del asteroide y provocará el desplazamiento de rocas, y si se puede formar una cola de polvo debido a la eyección de materia de la superficie».
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