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El aeropuerto de Bilbao pasó este miércoles con nota una prueba de estrés muy dura. Loiu operó más vuelos que nunca y superó sin contratiempos ... una jornada para el recuerdo. Fueron 282 despegues y aterrizajes. El anterior récord databa de 2006, cuando en el Lunes de Pascua se gestionaron 236. La final de la Europa League ha dejado escenas históricas, difícilmente repetibles, entre ellas las de cinco controladores en torre por primera vez (suele haber 4) y la pista secundaria (la 10-28) convertida en un estacionamiento para una veintena de jets privados de auténtico lujo (se pudo ver hasta un Gulfstream G800 de 70 millones de euros). Algo que solo tiene un precedente: el Mundial de 1982, cuando precisamente Inglaterra jugó en San Mamés.
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Había cierto miedo a que se fuera de las manos el operativo, en el que también participaron Foronda y Santander, que abrió de forma excepcional toda la noche, ya que en Loiu ni siquiera se planteó esta posibilidad (los trabajadores se negaron en la fallida Euro 2020). «Llevamos desde noviembre trabajando en esto», decía el director de Loiu, Iván Grande, mientras observaba por la mañana, a pie de terminal, el devenir de la jornada. El mayor temor, en realidad, era la meteorología. Un día de viento sur o niebla podría haber provocado un caos difícilmente subsanable sin tener que enviar a miles de enfadados hinchas ingleses a aeropuertos situados a varios cientos de kilómetros de distancia.
Pero la jornada amaneció con mucha visibilidad, rachas de aire suaves y un precioso sol. Después se torcería, pero las condiciones fueron, en todo momento, buenas para recibir la invasión que se esperaba. Los ingleses llegaron a borbotones. Hubo una veintena de vuelos chárter procedentes de hasta 16 aeropuertos de Reino Unido. A ello hay que sumar la decena de enlaces extra que pusieron varias aerolíneas regulares con Manchester y Londres. Así se pudo ver, por ejemplo, a British Airways surcando de nuevo las pistas del Txorierri, seis años después de su salida. No hubo ninguna cancelación por causas imputables al aeropuerto. Y el índice de retraso medio fue ayer de 8 minutos para las llegadas y 15 para las salidas, aunque al final del día se consiguió rebajarlo a 5 y 7 minutos, respectivamente. Hay que tener en cuenta que si la demora es inferior a 30 minutos, ni siquiera se considera retraso, ya que el piloto puede recuperar ese tiempo en el aire.
Cuando cuatro o cinco aeronaves procedentes de Inglaterra coincidían en poco más de media hora, la terminal se llenaba de aficionados deseosos de coger un autobús o un taxi hacia la capital. Se observaron algunas colas, pero momentáneas; en pocos minutos desaparecían dispersadas por un incesante goteo de taxis. Lo mismo sucedía en la parada de Bizkaibus, donde el servicio de lanzadera cada siete minutos con la Intermodal funcionó bastante bien.
Quizás, el único punto negro fue el parking principal. Estuvo a punto de colapsar. Los miércoles suele estar bastante lleno y, aunque los ingleses usaron autobús y taxi, es posible que vinieran a recogerles en coche o que los trabajadores del propio dispositivo UEFA se convirtieran en la gota que casi hace rebosar el vaso.
Metro Bilbao también superó la prueba de estrés. Cerró la estación de San Mamés a las tres de la tarde por seguridad (también lo hizo Renfe con Olabeaga, San Mamés, Amézola y Autonomía) para enfado de muchos viajeros que iban al hospital de Basurto o cargados de maletas hacia la Intermodal. El suburbano funcionó hasta las tres de la madrugada y, aunque durante la primera parte del día percibió un descenso del 0,8% en el número de clientes, la tarde y la noche dieron la vuelta a esta estadística.
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María de Maintenant e Iñigo Fernández de Lucio
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