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Varias personas en una terraza de Bilbao.

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Varias personas en una terraza de Bilbao. MAIKA SALGUERO

Las terrazas abren por tercer día bajo un estrecho control

La Ertzaintza y la Policía Municipal vigilan los establecimientos. El Ayuntamiento abrió ayer los primeros expedientes

Miércoles, 13 de mayo 2020, 21:07

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La Ertzaintza y la Policía Municipal han incrementado la vigilancia en las zonas de terrazas de Bilbao, donde este martes se abrieron los tres primeros expedientes por infracciones de las normas de apertura en Irala, Autonomía y en Lehendakari Agirre. Varias patrullas han controlado las zonas de bares y la Policía Municipal también ha apercibido a algunos hosteleros de la calle Colón de Larrategi, porque disponían de mesas altas pero no sillas, así que la gente estaba poteando de pie. El lunes, cuando las terrazas abrieron por primera vez con instrucciones muy estrictas – solo el 50% de las mesas, servir solo a la gente sentada o no permitir el acceso al local por parte de la clientela, tan solo para acudir al baño y uno en uno– la euforia se apoderó de los clientes, que formaron aglomeraciones en uno de los extremos de la parte alta de la calle Ledesma. Cuatro locales tuvieron que cerrar por la «imposibilidad de garantizar el distanciamiento social» entre la clientela.

Los hosteleros dedican buena parte de sus horas a explicar a los clientes que deben quedarse fuera a una distancia prudente, esperar a que haya un sitio libre, a que desinfecten antes de sentarse, que no pueden entrar dentro a mirar los pintxos... En la calle Ledesma, la calle con más terrazas por metro cuadrado de Bilbao antes del coronavirus, no había ambiente tampoco hoy al mediodía. Todo lo contrario a lo ocurrido el lunes, cuando se formaron aglomeraciones de gente poteando de pie que obligaron a intervenir a la Policía. Tres de las siete terrazas que abrieron en toda la calle pertenecían a tres establecimientos del mismo grupo de socios y fueron atendidas por uno de ellos. Acabaron cerrando por las aglomeraciones que se formaron, al no poderse garantizar el distanciamiento social. El Puertito, el Katy y el Magnum bajaron la persiana. La pizzería Fratelli, que ahora solo sirve para llevar, también cerró. Lo harán hasta nuevo aviso, por tiempo indefinido, «hasta que se aclare la situación y las condiciones», explicó uno de los responsables de los negocios, el que atendió las terrazas donde se formaron las aglomeraciones.

El Bar Ledesma la mantiene. Los responsables de este bar tuvieron el lunes que llamar la atención a varios clientes que querían acceder al interior o que poteaban de pie. El encargado, Álex Burgo, explica que el bar es familiar y llevan en él 53 años. El empleado más veterano, 44. «Hacer esto me supone tener dos personas fuera, una para atender las terrazas y desinfectar y otro para gestionar y explicar cosas a la gente. Sobre todo, lo hacemos para prestar servicio, para que la gente sepa que seguimos aquí e ir arrancando, porque no cualquiera se lo puede permitir con cuatro mesas ni tampoco es que salga muy rentable, solo ayuda a cubrir un poco los gastos», explica.

Explicar las normas

«A cada persona le tienes que explicar las normas. El alcalde estuvo acertado en lo que dijo, pedir responsabilidad de bares y personas. Para mí es una putada que encima de que me arriesgo abrir, pueda enfrentarme a una sanción, pero también entiendo que tengo que ser consecuente y cumplir lo que se pide». Aun así, justifica, «el primer día hubo mucha euforia y ansiedad por salir y beber. Pero también el día que abrieron los supermercados seguro que también hubo que explicar muchas cosas. También tuvimos que aprender».

En el otro extremo de la calle, también siguen abiertas las terrazas de la Vinoteca y la terraza del restaurante Aizari, donde atendía el propietario de los dos locales, Roberto Burgo, y a quien ayer visitó un inspector que iba a plantear algunas dudas al Consistorio. «Le compensa porque está él solo y tienen tres terrazas. Si se abre, hay que hacerlo bien. Si no, nos perjudica a todos. Solo se puede estar de pie si estas al lado una silla. Sobretodo, para la arrancada, porque es mucho tiempo. En esta calle, hay que hacerlo, como hay que hacerlo, aunque está complicado, porque todavía hay muchas dudas», decía Sandra, su mujer.

Plaza Unamuno

En la Plaza Unamuno, sigue funcionando la misma única terraza del bar con el mismo nombre. «Aquí no hubo ningún problema, la gente se está portando bien, aunque parecemos un pastor detrás de las ovejas. De momento solo estamos el jefe y yo, a ver si se recupera esto y podemos estar todos», apuntaba Fernando mientras pedía a un caballero que esperase a sentarse hasta que desinfectara la mesa. En la Plaza Nueva, donde han abierto cuatro terrazas, reinaba la normalidad esta mañana. «La Policía pasó por aquí tres veces el lunes, para decir a los clientes que hacían cola para poder sentarse que no podían formar grupos», explica la propietaria del bar Urdiña, Yolanda Ruiz. Esta mañana, se quejaba de que «tienes que repetir las cosas mil veces. La gente que quiere pintxos está empeñada en entrar, pero no se puede. Los tiene que pedir para llevar y yo pues se los saco. Pero muchas veces no hay manera de que lo entiendan, se creen que todo es como antes». En el bar Negresco y el Culmen también trabajaban a destajo para servir a la gente de las mesas, mientras que el Gure Toki atendía ordenadamente, con cintas que evitaban que la gente entrar en el establecimiento. «Tenemos que seguir pagando todo igual, igual ganamos menos abriendo que no abriendo, pero somos tres autónomos y ya se sabe», exponía Iván Siles.

En la Alameda Urkijo, solo el bar El Muro ha instalado una mesa fuera en su zona. Además, también lo hizo el restaurante y tienda delicatessen el Colmado Ibérico. Allí están trabajando el jefe y el encargado. «Nosotros tenemos la tienda abierta, si no no merecería la pena», explica el fundador del negocio hace más de 20 años, Borja Samaniego. «Tenemos muy poquitas mesas. El lunes, se notó que había más ansiedad de la gente de tomar algo. Pero veo todo preocupante. En principio, cuando la normativa abre posibilidades, pues la gente se lanza, pero está decaída y preocupada por la economía, lo que al final disminuye el consumo», expuso.

En la calle Egaña, se han instalado unas siete estructuras, aunque separadas entre sí. Es otra de las zonas en las que los inspectores están trabajando. «Es una pena, porque solo tenemos una mesa y no podemos atender a todos los que nos lo piden», explicaron desde La Gilda del Norte, que solo cuenta con una mesita fuera. «Si no hay sitio, la gente tiene que esperar o irse. Es así», decía una de las socias, Mónica Martín. El establecimiento también está funcionando como comercio. «La gente tenía muchas ganas de poder tomarse algo en una terraza, estaba todo el mundo animado. Pero aquí se respetaron las distancias, porque hay muchos bares cerrados». En Deusto, otro hostelero del bar Oskarbi de la calle Araba explicaba esta mañana que la respuesta de los vecinos ante su apertura ha sido excepcional. Él cuenta con la mitad de las mesas, pero con espacio de sobra porque es el único abierto de la calle. «Somos privilegiados en ese aspecto. Estamos mi hija, yo y hemos levantado un ERTE. He tenido que discutir con mucha gente porque querían tomarse una cerveza como fuese, de pie o por la calle, y no se puede. Es un poco pesado todo, porque tienes que estar diciéndole cosas a la gente, y recolocarles. Hay que estar muy encima», explicaba Carmelo Carral, un médico que se metió a hostelero que lleva 12 años volcado en la hostelería y que trabaja con su hija en el bar Oskarbi. «Aun así, hay incongruencias y muchas cosas en el aire».

La confusión también se ha apoderado de los hosteleros, porque aseguran que las normas han sido un jaleo. «Hasta hace poco se podían juntar diez personas en una terraza, ahora resulta que no. A mí no me dejan colocar tantas sillas juntas, ni juntar dos mesas». Otros hosteleros con los que ha conversado este periódico han asegurado que pospondrán hasta bien entrado junio la apertura por la imposibilidad de prestar un servicio adecuado en estas condiciones. «A partir del 25 de mayo, se podrá servir en mesas interiores, pero qué les dices a los clientes de toda la vida de la cafetería que quieran tomarse un vino en la barra», apuntó un chef. «Nunca he estado mejor», reconocía otro conocido hostelero bilbaíno con el pan debajo del brazo.

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