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Marina Chapman.

Historia de la inglesa que fue criada por unos monos en la selva colombiana

Secuestrada y abandonada a su suerte cuando tenía cuatro años, Marina Chapman reveló su historia en 'La niña sin nombre'

Itsaso Álvarez

Martes, 13 de junio 2017, 02:18

Marina Chapman reveló su historia hace tres años en sus memorias, un libro que tituló 'The girl with no name' ('La niña sin nombre'), editado por Plaza & Janés y convertido en best seller. Su rostro apareció en toda la Prensa internacional, y su biografía bien podía haber inspirado a Edgar Rice Burroughs para crear Tarzán. El caso es que algunos creyeron lo que narra y otros aún siguen dudando. Chapman cuenta en este relato que fueron sus hijas las que empezaron a investigar y documentar su vida tras escuchar sus recuerdos de la infancia. Querían intentar armar el rompecabezas que, vieron, era la historia de su madre. Consiguieron convencerla para escribir sus vivencias y ella así lo hizo, aunque hubo datos que no fue capaz de detallar con total certeza. Marina no sabe su edad exactamente, calcula que está cerca de los setenta. Desconoce también su nombre real, fue ella la que eligió llamarse Marina Luz, y tampoco sabe de dónde procede, según parece de algún lugar situado entre Colombia y Venezuela, ni dónde está su familia de origen, porque no ha tenido noticias de ella desde que su vida cambió cuando era una niña de párvulos.

En la autobiografía 'La niña sin nombre' narra que fue secuestrada cuando tenía cuatro años (era 1954) y que estuvo cinco años viviendo sola en la selva y ayudada por unos monos. Al parecer, se encontraba jugando en el jardín de su casa con sus juguetes en algún lugar de su Colombia natal, cuando de repente un hombre la agarró con fuerza y le puso sobre el rostro «un pañuelo con una sustancia» que le hizo perder el conocimiento al momento. «Sucedió tan rápido, que es apenas un retazo de recuerdo. Estaba acuclillada en el suelo, concentrada, cuando una mano negra con un pañuelo blanco apareció de súbito, y antes de que tuviera siquiera la posibilidad de gritar me había cubierto la cara por completo». Así comienza la increíble historia de Marina Chapman. Luego esta persona desconocida la metió en un vehículo. «No sé cuánto tiempo pasó antes de que las más débiles sensaciones de conciencia comenzaran a regresar. Oí el ruido de un motor. Yo me di cuenta que estaba en la parte trasera de un camión. Y no estaba sola. Yo podía oír gritos y gemidos y sollozos angustiados. Había otros niños, niños aterrorizados, como yo. Me puse de nuevo en la inconsciencia. No tenía ni idea de cuánto tiempo podría haber pasado cuando me desperté. El suelo a mi alrededor parecía estar temblando, y me di cuenta de que estaba siendo llevada por un adulto. Otro hombre estaba corriendo con nosotros. Caímos más en las profundidades de los bosques hasta que el hombre me arrastró alrededor de su hombro y me dejó en el suelo. No tenía ni idea de dónde estaba. Había un calor abrasador del sol que me despertó, y abrí mis ojos. Lo único que vi eran árboles, árboles y más árboles».

Estaba perdida y abandonada a su suerte en la selva, ahí fue donde empezó su odisea. Sin otro remedio que adaptarse a este nuevo ambiente, aprendió a sobrevivir, imitando los hábitos de los monos capuchinos, habituales en las costas Pacífica y Caribe y estribaciones de la cordillera de los Andes, que se convirtieron en su nueva familia. Se convirtió en una niña-Mowli que trepaba hasta las ramas, comía nueces de Brasil, guayabas, higos y plátanos, que identificaba los sonidos del bosque y caminaba inclinada como estos animales, a los que copiaba sus gritos agudos. Por la noche dormía en un tronco de árbol ahuecado. En definitiva, durante cinco años, Chapman arrinconó el lenguaje, desarrolló su sentido de supervivencia, olvidó su nombre y se integró en el mundo animal para formar parte de esta nueva familia. En su relato explica algunas anécdotas, como que un día comió algo que la hizo enfermar y que uno de los monos más mayores, al que ella llamaba «el abuelo», le llevó hasta un río y le hizo beber agua hasta que vomitó todo. «Me salvó la vida, pensé que iba a morir. En sus ojos vi que me quería ayudar». Cuando tenía unos diez años, Marina regresó al mundo civilizado, si puede llamarse así, de la mano de unos cazadores la encuentraron y la vendieron a un burdel. La dueña del lugar veía que la cría no sabía ir al baño, hablar ni comer con cubiertos y no la soportaba. La maltrataba y hasta intentó matarla con un cuchillo. Por suerte, Marina se las arregló para escapar. Vivió como una sintecho en las calles de Cúcuta, una localidad situada frente a la frontera con Venezuela. Reconvertida en niña de la calle, robaba comida y dormía en un parque. Otros niños sin recursos como ella se dirigían a ella con el sobrenombre de 'Pony Malta', que es el nombre de una bebida no alcohólica elaborada a base de malta producida en Colombia que se publicita desde el año 53 como «la bebida de los campeones».

Pero harta de esta vida, trató de buscar trabajo como empleada doméstica. Lo consiguió. Por desgracia, acabó interna en casa de una familia de mafiosos que también la sometieron a malos tratos. Una vecina que sabía por lo que pasaba le ayudó a escapar y la envió a un convento primero y después a vivir con su hija María y su familia, que decidieron adoptarla. Pasado un tiempo, una hermana de María que se trasladaba a Inglaterra propuso a Marina Chapman que se fuera con ella para trabajar como niñera de sus hijas, lo que Marina aceptó encantada. Se instalaron en Yorkshire. Allí la 'niña de la selva' conoció a un hombre llamado John Chapman. Se enamoraron y se casaron en 1978. El matrimonio tiene ahora dos hijas y tres nietos. Marina ha olvidado el español, pero probablemente sea la única persona en Bradford, la localidad donde ahora vive, capaz de escalar árboles en cuestión de segundos y cazar pájaros y conejos con sus propias manos.

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