Monumento al Bar inaugurado ayer en la localidad grancanaria de San Bartolomé de Tirajana.

Hogar, dulce bar

La segunda casa de la mayoría de los españoles tiene desde ayer un monumento en el pueblo con más tascas por cabeza. Es el homenaje del país a «un lugar donde vivir historias y contarlas»

javier guillenea

Sábado, 10 de junio 2017, 01:18

Parece ser que fueron los romanos los que dijeron aquello de que una ardilla podía cruzar la Península Ibérica de árbol en árbol sin pisar ... el suelo. Salvando las distancias, algo parecido podría decirse en la actualidad aunque con distintos protagonistas. Si elige bien el recorrido, una persona puede atravesar el país de bar en bar sin demasiado esfuerzo y hasta encontrar en su camino verdaderas constelaciones de establecimientos, auténticos paraísos donde las barras son las reinas del paisaje y los camareros sus dioses.

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Uno de estos lugares es el municipio grancanario de San Bartolomé de Tirajana, el término municipal de España de más de 50.000 habitantes con mayor número de bares por millar de vecinos. Para una población de más de 54.600 personas, la localidad cuenta con un censo de 1.268 barras. Con este ratio, no es de extrañar que la filial de Coca Cola en Europa haya elegido a San Bartolomé para instalar en una de sus plazas el primer monumento de homenaje a los bares de toda España.

La escultura, creada por el artista canario Leopoldo Emperador, se inauguró ayer con un acto al que asistieron ilustres representantes de las selectas clientelas que pueblan las barras del país. Por allí anduvieron Jaime Urrutia, de Gabinete Caligari, compositor de la canción 'Al amor del calor en un bar'; Secun de la Rosa, actor e intérprete del camarero de la película de Álex de la Iglesia 'El bar', y el periodista Juan Tallón, autor del libro 'Mientras haya bares'.

«Mientras los haya seguirá habiendo escritores y lectores, seguiremos teniendo un refugio en el que meternos, un lugar donde acudir», asegura Tallón, que destaca «el papel relevante que tienen los bares en nuestra cultura». Y no se trata de beber, sino de «comunicarnos, de vivir historias y contarlas», dice.

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De momento no parece que haya peligro de que estas historias se extingan. Según un estudio realizado por Coca Cola, en España hay 101.397 bares, lo que garantiza la existencia de 2,8 establecimientos por cada mil habitantes y un porvenir halagüeño para el sector salvo catástrofe. Este promedio se dispara en León, la provincia que cuenta con más barras por cada millar de parroquianos (3,5), seguida de cerca por Salamanca y Zamora, con 3,4. Estas cifras quedan abrumadoramente sobrepasadas en Sallent de Gallego, el municipio mayor de mil habitantes con más bares (15,7).

Lugares angostos

Emilio Gallego, secretario general de la Federación Española de Hostelería, sostiene que el futuro es optimista. Tras una recesión que ha durado siete años, el sector ha iniciado «una vía de crecimiento» auspiciada por una mayor confianza en la economía de los parroquianos, que «están mostrando una propensión muy alta a los pequeños actos de consumo en la hostelería».

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Para Juan Tallón, no todos los bares son iguales. Por un lado están los modernos, los de cristal y aluminio tan sospechosamente parecidos en cualquier lugar del mundo. «Nos hemos sofisticado tanto que todas las cafeterías son bastante similares, por eso cuando llegas a un bar antiguo es como entrar en un templo, en una cueva histórica en la que estás a gusto». Frente a esta modernidad, Tallón reivindica, quizá de forma un tanto nostálgica, «esos pequeños sitios angostos, a veces un poco mugrientos y no con demasiada clientela», que conservan entre sus paredes amarillentas algo de todas las personas que han pasado por el local.

La escultura de Leopoldo Emperador recordará a partir de ahora con orgullo a los viejos y a los nuevos, a los miles de bares esparcidos por España, que por fin pueden esgrimir su condición de monumento. Quizá algún día la Unesco les declare patrimonio de la humanidad y las grandes cumbres de gobernantes se celebren en torno a unas patatas fritas y una botella de tinto. No sería una mala idea. Así, si surgiera alguna enconada disputa siempre estaría el camarero para mandar a la calle al alborotador. Como dice Jaime Urrutia en su canción, «bares, qué lugares tan gratos para conversar. No hay como el calor del amor en un bar».

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