Con los tiempos, contra los tiempos
No es cuestión de cambiar el mandato de Jesús de amar al prójimo, al prójimo concreto, por el término solidaridad, pues Jesús no predicó una ética solidaria
Joseba Arregi
Sábado, 15 de abril 2017, 02:15
José Antonio Etxebarrieta Ortiz titula su libro para fundamentar el proyecto de ETA 'Los tiempos favorables'. La referencia a que los tiempos eran favorables a ... la revolución socialista y nacionalista de ETA le servía de legitimación para su propuesta de arrebatar el poder por la fuerza a España y Francia. Ir con los tiempos juega en no pocos discursos una función igualmente legitimadora. El mismo capitalismo era un tiempo necesario en la historia con el que había que ir para llegar al paraíso comunista. Y en muchos debates todo el argumento se resume a que es preciso ir con los tiempos, pues la sociedad avanza, sea en la idea de familia, sea en las formas de sexualidad, sea en la eutanasia y otras cuestiones, y siempre son los tiempos favorables la base del argumento.
Es evidente que el principio no es aplicable a todo lo que acontece: ni todo es bueno en la tecnología, ni la pederastia es aceptable por venir con los tiempos, ni la anorexia es aceptable porque abunda en nuestros tiempos. Parece contradictorio discriminar entre lo positivo que anuncian los tiempos nuevos y lo negativo que viene con ellos en la misma medida. Pero esta contradicción no se tematiza, no se convierte en objeto de análisis, no sirve para la reflexión, y ambos términos de la contradicción conviven uno junto al otro. Nadie parece preocuparse por analizar cómo se argumenta el criterio que pudiera servir para diferenciar entre lo bueno y lo malo de los tiempos que vienen.
La Iglesia católica también se encuentra con la necesidad de ir con los tiempos. Muchos de los gestos y de las palabras del Papa Francisco se valoran desde ámbitos lejanos a la fe cristiana como avances en la adaptación a los nuevos tiempos. Ya en la teología de los años sesenta del siglo pasado se hablaba de los signos de los tiempos, de que la Iglesia debía aceptar las realidades terrenales. Algo que la teología protestante ya lo había hecho a comienzos del siglo XIX de la mano de Schleiermacher, iniciando lo que se denominó el protestantismo cultural, enraizado en la cultura que se iba desarrollando con mucha fuerza en ese siglo XIX alemán. El enraizamiento llegó hasta la época de Adolf Harnack y de un protestantismo que aprobó la intervención alemana en la primera guerra mundial, al igual que lo hizo la socialdemocracia alemana aprobando los presupuestos de guerra de Guillermo II.
Ir con los tiempos no puede consistir para la fe cristiana y para la Iglesia en cambiar simplemente de objeto de condena: si antes era principalmente todo lo referido al sexo y a las relaciones familiares, ahora es todo lo referido a la actividad económica, al capitalismo y a las relaciones sociales basadas en la producción, lo referido a la pobreza económica y a la desigualdad. No es cuestión de cambiar el mandato de Jesús de amar al prójimo, al prójimo concreto, por el término solidaridad, pues, como dice algún cristólogo, Jesús no predicó una ética solidaria, sino que estableció un mandato de amor al prójimo concreto, un deber concreto para personas concretas sin basarla en ideas o principios abstractos. Es el prójimo el que nos exige en su concreción, ese prójimo que quizá no hemos buscado, que nos lo encontramos en el cruce de caminos, que nos exige todo lo que podemos darle, lo que somos, y no una ideología.
En estos días de Semana Santa y de Pascua, la liturgia del Jueves Santo ofrece una oración que nos lleva a preguntarnos hasta dónde se puede ir con los tiempos, en qué se puede ir con los tiempos y en qué no. Dice así la oración: Cristo ha sido hecho obediente hasta la muerte, y hasta la muerte en cruz. Por ello Dios lo ha exaltado y le ha dado un nombre que está por encima de todos los nombres. Las oraciones tradicionales de la Iglesia guardan en sus palabras siglos de teología resumida. Jesús ha sido elevado para ser el Cristo porque ha sido obediente hasta la muerte. Porque se ha negado a sí mismo, porque ha aceptado su negación, no solo por la muerte física y el escarnio de la cruz, sino porque no ha sido confirmado en su identidad de Mesías: ¡Padre, por qué me has abandonado!
Es difícil pensar que la obediencia pueda ser una idea que vaya con los tiempos modernos. Estos se fundan en la idea de autonomía. La obediencia apunta a la heteronomía, a ponerse en manos de otro y no vivir de hacerse un selfie permanente. La elevación, la exaltación con la que el Padre recompensa a Jesús convirtiéndole en Cristo, en ungido, en Mesías es la forma de expresar el contenido de la resurrección. Y no hay resurrección sin pasar por la negación de uno mismo, física y sobre todo espiritual, negación de identidad, negación de justicia propia y aceptación radical del otro, no por ideología política, sino por considerarlo también hijo de Dios.
Con todo esto, puesto que se basa en que Dios ha muerto en la cruz de Jesús, no se niega la autonomía del ser humano, la necesidad de ser solidarios, de desarrollar principios éticos, de elaborar doctrinas y prácticas políticas que se correspondan con la dignidad del ser humano. Todo ello queda, a partir de la muerte de Dios en la cruz de Jesús, dejado en la mano y en la responsabilidad de los humanos y de su razón. Lo único que dice la oración citada es que existe, además, una oferta que es radicalmente distinta, que no se mezcla y no se quiere mezclar con todo lo que cabe, y es muchísimo, en la autonomía del ser humano y de las sociedades humanas, siempre que esta autonomía no pretenda fundarse absolutamente a sí misma, algo que la idea misma de la Ilustración cree imposible.
Todo esto suena raro, difícil de entender. Ya lo sabía San Pablo cuando decía que la fe cristiana, que predica la muerte en cruz de Jesús y su elevación por el Padre dándole un nombre que está por encima de todo nombre, es blasfemia para los judíos y escándalo para los griegos. Pero añadía que él solo tenía esa palabra para predicar. Y me imagino que la Iglesia tampoco tiene otra palabra que predicar hoy.
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