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Pedro Ontoso
Miércoles, 28 de septiembre 2016, 00:45
En una viaje reciente a la Borgoña he podido comprobar que el Jubileo de la Misericordia impulsado por el Papa aparece en iglesias, catedrales y abadías de manera omnipresente. En Sarlat, en el corazón de la Dordoña, me impactó ver pelotones de soldados patrullando por la ciudad medieval en prevención de un ataque yihadista. Era una imagen como las que veíamos en las calles de Belfast en la etapa violenta del IRA. Son dos estampas de una Francia que se ha blindado contra el terrorismo. El islam, sin embargo, es una religión de misericordia, de personas piadosas que predican la compasión, en la que no hay cabida para la violencia. El adjetivo misericordioso aparece una y otra vez a lo largo del Corán. La misericordia es, también, una de las señas de identidad del pontificado de Francisco. La misericordia es común en las dos grandes religiones monoteistas.
El Papa Francisco escogió la fecha del 13 de diciembre del año pasado para abrir el Jubileo de la Misericordia al cumplirse el cincuenta aniversario de la clausura del Vaticano II. El Pontífice lo calificó como «el tiempo del gran perdón» y recordó que la fe en Cristo provoca un camino que dura toda la vida y que obliga a ser «misericordiosos». Una a una se abrieron las cuatro Puertas Santas de las cuatro basílicas papales romanas, y se hizo con un notable aumento de la vigilancia y los controles policiales debido a la alerta terrorista en Europa por los brutales zarpazos del yihadismo.
Solo unos días depués, el 24 de diciembre, cristianos y musulmanes celebraban los nacimientos de Jesús y de Mahoma, una coincidencia que no sucedía desde el siglo XVI. Aunque ambas conmemoraciones no tienen nada que ver, sí ha servido para comprobar que gana peso la lectura salafista y rigorista del islam. Celebrar la fiesta de el Aid al Mawlid es mal vista por quienes pretenden limpiar el islam de 'impurezas'.
Pilar González Casado, profesora agregada a la cátedra de Literatura árabe cristiana de la Universidad de San Dámaso, ha escrito en Religión Confidencial sobre la presencia de la misericordia en el islam. «Excepto la sura novena del Corán, cada una de las 113 restantes se abren con la invocación a Dios que le define como el Clemente y el Misericordioso. El noble Corán contiene docenas de variantes de esta frase y el adjetivo misericordioso aplicado a Dios aparece más de cuarenta veces. Entre los 99 epítetos o nombres divinos que describen el rico ser de Dios en la tradición islámica, son también los que más se repiten. Como escribía a sus fieles, Georges Abu Jazen, vicario apostólico de Alepo, con motivo del inicio del Jubileo de la Misericordia, en árabe, misericordia, rahma, deriva de la palabra rahim, que significa útero, seno y entrañas. Para el vicario, la destrucción y la violencia que asolan Siria sólo se detendrán si cada uno revisa su conducta inmisericorde. La patria que todos desean sólo renacerá de las entrañas misericordiosas de los hombres semejantes a las de Dios. Clemente, rahmn, y Misericordioso, rahm, también están emparentados con entrañas».
En el contexto del Año de la Misericordia el Papa ha impulsado el diálogo entre la Iglesia católica y el islam. En mayo pasado, Francisco recibió al gran imán de al-Azhar, Muhammad al-Tayeb, una visita histórica y de gran calado ecuménico. Ambos condenaron juntos el terrorismo en nombre de la religión, pero el verdadero mensaje del encuentro, como destacó en su día Vatican Insider, fue el abrazo entre el Papa y el líder espiritual del prestigioso centro egipcio del islam sunita. Ahora, las expectativas se centran en la posibilidad de que el pontífice visite la Gran Mezquita de Roma, el templo musulmán más grande de occidente. El centro fue financiado por varios países, aunque fue Arabia Saudí la principal benefactora en su objetivo de construir una mezquita emblemática en el corazón del catolicismo. Francisco ya ha visitado la sinagoga de Roma.
Son gestos de un gran significado. Con motivo del Jubileo de la Misericordia se abrieron las Puertas Santas en todas las catedrales del mundo. En una visita a Jerusalén salpicada de mezquitas, templos y sinagogas, me interesé por las ocho puertas de la Ciudad Vieja, cada una de ellas impregnada de curiosas tradiciones: la de Damasco, la de Sión, la de los Leones (por la que entró el Ejército de Israel, en 1967, al mando del general Mordechai 'Mota' Gur, durante la Guerra de los Seis Días)... Me llamó la atención la que se conoce como la Puerta Dorada, orientada al Este sobre el Valle del Cedrón. Los franciscanos explican que su denominación viene de la sustitución etimológica equivocada de la palabra griega 'oraya' (hermosa) por la latina 'áurea' (dorada), semejante fonéticamente. Hoy está cerrada y hay un cementerio musulmán en el exterior .
Los árabes la llaman Bab ez Dahiriye, con dos entradas, la del Arrepentimiento (Bab el Tauaba) y la de la Misericordia (Bab el Rahma). Una tradición dice que un día un conquistador entrará por ella y destruirá la ciudad. De hecho, algunos historiadores aseguran que los musulmanes la sellaron durante el dominio del sultán otomano Suleimán el Magnífico (1541) para impedirle la entrada. Otra creencia judía, basada en una profecía de Ezequiel, afirma que la doble apertura será la primera en abrirse ante el Mesías el día de la Resurrección ante el inicio del Juicio Final. Los musulmanes también creen que el Juicio Final tendrá lugar allí.
En la Ciudad Vieja de Jerusalén se cruzan muchas tradiciones musulmanas, judías y cristianas, que compiten entre ellas sobre los mismos escenarios. La literatura franciscana, orden que tiene asignada la protección de los Santos Lugares, asegura que por la Puerta Dorada entró de manera solemne el emperador Heraclio, en el año 631, portando la Santa Cruz recuperada a los persas de Corroes. Aquella batalla ha sido inmortalizada por Piero della Francesca, exponente del Quattrocento, en los frescos que se exhiben en la iglesia de San Francisco de Arezzo, en la Toscana. El episodio se conmemora, cada 14 de septiembre, en las fiestas de la exaltación de la Santa Cruz en numerosas localidades.
La Puerta Dorada conserva elementos de la construcción herodiana, aunque su cúpula es bizantina. Desde el siglo VI se inicia la tradición de que Jesús entró triunfalmente por esta puerta en su camino desde el Monte de los Olivos. Se la identifica con la Puerta Speciosa (Pueta Hermosa), donde san Pedro y san Juan curaron al paralítico, y donde se ubicaba la casa de santa Ana, la madre de la Virgen. Era la que daba entrada desde el Atrio de los Gentiles al Atrio de las Mujeres en un acceso directo al Monte del Templo. En un blog judío he leído que en 1967, un comando de soldados quiso volar la Puerta Dorada para sorprender al Ejército jordano. Sin embargo, un mando militar que era judío ortodoxo, lo impidió con el argumento de que «sólo puede ser abierta cuando venga el Mesías», en consonancia con la profecía bíblica.
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