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Madre e hijo en el campamento de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia.

Euskadi solo ha acogido a tres refugiados en medio año por el «bloqueo» del plan del Gobierno vasco

Con el acuerdo para traer exiliados desde Grecia e Italia parado, Lakua quiere cubrir las plazas con inmigrantes que están Melilla, pero tampoco llegan

Octavio Igea

Sábado, 5 de marzo 2016, 01:15

En Euskadi comenzó a hablarse de su llegada el 9 de septiembre. Fue un auténtico toque a rebato, una llamada a las instituciones y la sociedad para que se pusieran las pilas ante «un reto sin precedentes». Ciertamente la crisis humanitaria que vive Europa con la llegada masiva de refugiados lo requiere, pero desde entonces no ha pasado prácticamente nada. El protocolo diseñado por el Gobierno vasco para acoger a exiliados cumple seis meses «bloqueado» y sin visos de que la situación cambie a corto plazo. Aunque el reparto elaborado por la UE decretó que al País vasco le corresponde dar cobijo a un millar de exiliados, solo han llegado tres. Con la vía oficial en punto muerto, el Ejecutivo autonómico anunció a finales de 2015 que también abría los pisos y equipamientos reservados de urgencia a todos aquellos refugiados que han acabado atrapados en Melilla huyendo de polvorines como el de Siria o de dictaduras tan feroces como la de Eritrea. Se esperaba a 170 personas para finales de enero, pero tampoco están aquí.

«Me siento como el anfitrión que organiza una cena a la que no llegan los invitados», resume el presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Euskadi, Javier Galparsoro, la entidad que debe ayudar a los expatriados en su aterrizaje. «Y no llegan, y no llegan... es incomprensible. Toda la gente que ha dado el paso de marcharse de su hogar no va a volver atrás, así que el problema no va a hacer más que aumentar», añade Galparsoro. El portavoz de CEAR no recordaba que ya ha pasado medio año. «¿A qué esperan los gobiernos? Firmaron un acuerdo para reubicar a 160.000 personas en 24 meses», apremia.

Los cálculos de ONGs como CEAR y Cruz Roja son esclarecedores. Desde septiembre los países europeos han dado cobijo a 642 refugiados, y la predisposición no es la misma en todos los estados. Mientras España, que debe acoger a 16.000 exiliados, tiene 18 repartidos por su geografía, Malta suma 21 y Luxemburgo, 30. Es cierto que Austria, Dinamarca y Hungría siguen sin abrir sus fronteras, pero Alemania lleva 60; Portugal, 68; los Países Bajos, 98; Francia; 137, y Finlandia, 366. «A este ritmo la UE va a tardar 110 años en cumplir su compromiso y España, 398», sentencia Gil Arias, exdirector adjunto de Frontex, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación en las fronteras comunitarias.

«La gente se olvida»

La responsabilidad sobre la parálisis que afecta al reparto de refugiados sigue siendo una pelota que las administraciones implicadas se pasan unas a otras. Mientras el Gobierno central asegura que el origen del problema es el «caos» que reina en Italia y Grecia, desbordadas por la avalancha de refugiados y los problemas para identificarlos, el Ejecutivo autonómico culpa a Madrid. «No sabemos nada de nuevas llegadas, ni de Italia ni de Melilla, el bloqueo no somos nosotros», aseguran fuentes del Departamento vasco de Empleo y Políticas Sociales. La falta de un Ejecutivo central estable tras las últimas elecciones impide, a su juicio, la toma de decisiones en el Ministerio del Interior. «Sigue habiendo reuniones sobre el tema, hay contactos, pero no nos comunican nada. Y hay pasos que no pueden dejar de dar¡», insisten desde Lakua, que recientemente ha firmado un acuerdo con CEAR y Cruz Roja para reservar para expatriados algunas de las viviendas de Alokabide, el sistema de alquiler de viviendas protegidas.

Lo que quizá no esté disponible cuando la llegada de refugiados se reactive serán las viviendas que algunas personas ofrecieron a título individual. El Gobierno vasco dijo inicialmente que no eran necesarias, pero acabó por aceptarlas como complemento a sus recursos y los pisos que manejan CEAR y Cruz Roja. «Sería normal que la gente se olvide, que alquile esas viviendas vacías...», comprende Javier Galparsoro. «La solidaridad no puede ser indefinida, pero hay que esperar un poco más», pide.

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