Aquella noche en la que acabó todo
EL CORREO sigue los pasos de Hodei en un recorrido por las zonas clave de su extraña muerte
ADOLFO LORENTE
Sábado, 20 de febrero 2016, 22:39
«Había sido mi cumpleaños hace unos días y decidimos quedar a tomar algo de tranqui porque al día siguiente nos íbamos a Hasselt, a ... la feria de la cerveza. El bar se llama La Ropa Sucia en español, en flamenco De Vuile Was. Es el morado que está en la calle Groote Pieterpotsraat, muy cerca del ayuntamiento. Pero llegó otro amigo, nos liamos y bebimos de más. A partir de ahí no recuerdo nada. Luego, como me enseñó la Policía, las cámaras me grabaron comiendo unas patatas. Serían las dos de la madrugada cuando me fui a casa, ya solo. Lo que no me puedo explicar es cómo Hodei apareció en la zona del (barrio) Rojo porque no íbamos nunca y es una de las más inseguras de la ciudad. Es que es inexplicable, sobre todo viniendo de Hodei. Es terrible».
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Kevin Rodríguez es un joven mejicano que lleva cinco años trabajando en Amberes. Era uno de los mejores amigos de Hodei en la ciudad. Se conocieron por mediación de otros amigos vascos en unas fiestas de Lovaina. «En realidad, nuestra amistad como tal duro apenas cuatro meses, pero era un tío tan cercano, tan cariñoso y amigable que era difícil no hacerse su amigo», recuerda en conversación con EL CORREO. Y es que hay amistades y amistades, y esa que se fragua cuando uno está a más de 1.300 kilómetros de los suyos, de su Galdakao, de su casa, deja huella.
Cuando el jueves de la semana pasada un amigo le llamó para decirle que habían encontrado un cadáver en el río Escalda y que todo apuntaba a que podía ser Hodei, su amigo, todo se tiñó de negro. «Volvieron esos sentimientos de angustia, de impotencia... No sé cómo explicarlo. Avisé a la familia, que ya lo sabía, y sólo nos quedaba la angustia de la espera. Por un lado piensas en el alivio de saber dónde está pero por el otro pensabas: «ojalá no sea, ojalá no llegue este horrible final».
853 días después, llegó. El viernes se confirmó que el ADN del cadáver encontrado el jueves 11 era el de Hodei Egiluz Díaz, un joven ingeniero que hizo las europas con 23 años en busca de una oportunidad. Un erasmus «entrañable» cuyo único error fue estar en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Es por eso que su historia sea tan dramática, porque pudo pasarle a cualquiera. A su hijo, a su sobrino, a su nieto... Todo es tan normal que tal anormalidad provoca pánico.
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Amberes amaneció ayer bajo una llovizna tremendamente desapacible, como si la ciudad quisiera sumarse al luto por Hodei. En la calle Grote Pieter Potstraat comenzó todo (en un llamativo local de fachada morada) y en el muelle Kattendijkdok terminó. 1,7 kilómetros de distancia, un millón de incógnitas. Este periódico recorrió ayer los puntos clave de aquella maldita madrugada. ¿Qué demonios pasó? «Pedimos que todo se esclarezca, queremos luz sobre aquella noche, la necesitamos», exigieron sus padres el viernes en el ayuntamiento de la ciudad. Allí al lado comenzó todo. El punto de referencia tomado por la Policía en su investigación se ubica en la Grote Markt, en la freiduría Frituur número 1. A escasos seis metros hay una farola que acogió el primer cartel con la foto de Hodei. Aún sobrevive uno. Otro, está ya medio arrancado. De hecho, apenas quedan ya fotografías a lo largo de una ciudad que todos los días amanecía con la sonrisa de Hodei. La difusión de su rostro fue espectacular.
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20 minutos más allá, bajando por Suikerri y tomando Ernest van Dijck, la elegante avenida que escolta al Escalda, comenzó a acabar todo el 19 de octubre de 2013. En concreto, en la calle Brouwersvliet. Allí se encuentra el Jimmys, un bar donde aguardaban los tres jóvenes que atracaron en dos ocasiones al joven de Galdakao quitándole el teléfono móvil y la cartera. Los tres, de origen magrebí, fueron arrestados, pero la Policía y la Fiscalía fueron incapaces de vincularles con la desaparición porque, al parecer, Hodei no opuso resistencia. El nivel de los atracadores lo marca el hecho de que uno de ellos cruzó la calle e intentó sacar dinero con sus tarjetas en un cajero del banco KBC sin saber el código PIN.
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Fue allí donde se levantó un improvisado santuario donde familiares y amigos lloraban la ausencia del joven en cada fecha simbólica que se iba alcanzado. Un mes, 100 días, un año... Una eternidad. Ahora, hay una pequeño cartel colgado del árbol en el que se explica en flamenco lo que pasó, para que todo el mundo lo sepa, para que no haya lugar al olvido.
La incertidumbre que durante meses rodeó la investigación de la misteriosa desaparición dio un importante giro cuando en mayo de 2014, a los siete meses, tres jóvenes estudiantes acudieron a la Policía para decirles que ellos habían estado aquella noche con el joven que aparecía en los carteles pegados por media Europa. Ocurrió en la confluencia de las calles Koolkaai y Ortelius, el último lugar oficial donde fue visto con vida Eran las 04.22 horas. A partir de ahí, la nada. ¿Qué demonios pasó?
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Todo terminó aquella madrugada en los muelles Kattendijkdok, a unos 10 minutos de Koolkaai. El viernes, la Fiscalía confirmó lo que nadie quería oír y todos se temían: era Hodei, es Hodei. Dudas, dudas y más dudas. «Esperemos que la Policía encuentre respuestas, es terrible», clama Kevin. Fue el último amigo que estuvo con él. En el De Vuile Wasla, en un llamativo local de fachada morada de la calle Grote Pieter Potstraat, comenzó todo y en el muelle Kattendijkdok, terminó. 1,7 kilómetros de distancia y un millón de incógnitas. ¿Qué diablos pasó aquel 19 de octubre?
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