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Moscú

Ciudad única, excesiva en lo bueno y en lo malo, siempre subyugante, en la que al final vence su impresionante belleza

Juan Bas

Martes, 29 de diciembre 2015, 19:55

Una muestra de los contrastes y contradicciones del Moscú actual, donde se encuentran los ricos más ricos y un ingente número de pobres, se encuentra ... en la plaza Lubianka. Allí está el famoso edificio cuadrado y amarillo que junto con otros dos que lo flanquean fueron las sedes del KGB y hoy lo son del FSB. Enfrente hay un espectacular concesionario de Rolls-Royce con un inmenso escaparate en el que se alinean no menos de diez modelos. En la matrícula provisional de cada uno pone: Russian Rolls-Royce. Así reflejaba en mi novela Ostras para Dimitri una de las impresiones que me causó Moscú hace siete años, cuando visité la apabullante ciudad por primera vez. Ahora, también invitado por el Instituto Cervantes, he vuelto a Moscú, al Moscú de Putin, el antiguo jefe del KGB. Ya no hay tantos mendigos en el centro, quizá porque hacía frío (la primera vez fui en primavera) o porque se ha limitado la mendicidad en las calles. Entonces destacaban los limosneros tullidos con miembros amputados y guerreras militares, veteranos de la guerra de Afganistán; ahora no se ve a ninguno. Lo que no ha cambiado es la hosquedad del moscovita de a pie, de ademán y trato antipático y despectivo.

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