Involución digital
Internet es visto como el no va más de la libertad de expresión, pero en el mundo musulmán está alimentando una guerra de religión
Javier Muñoz
Domingo, 17 de mayo 2015, 01:07
"A los editores de noticias no les gusta que se les diga que una nota periodística colorida, que muy probablemente publicarán sus competidores, posiblemente es falsa". Lo dice Patrick Cockburn, un periodista especializado en Oriente Medio que ha publicado un certero ensayo sobre el Estado Islámico (ISIS), la sanguinaria organización suní que ha ocupado el espacio de Al Qaeda y ha creado un califato en Siria e Irak. El libro se titula 'ISIS. El retorno de la yihad' y gira sobre un acontecimiento que el autor considera crucial, pero al que no se concedió la atención que merecía. La conquista de la ciudad iraquí de Mosul en junio del año pasado por los extremistas del ISIS, una tropa que se aprovechó de la cobardía y corrupción del ejército controlado por el régimen chií de Bagdad, y que combina el fanatismo desaforado con la eficacia militar y el hábil manejo de Internet.
Publicidad
Cockburn explica cómo los radicales suníes se están expandiendo a través de las redes sociales, y consiguen que la prensa y la televisión occidentales se traguen todo lo que les cuelan. En cierto modo, muchos periodistas europeos tienen una idea estereotipada de Internet y creen a pies juntillas que representa el futuro de su profesión y el no va más de la libertad de expresión. En 2011, la prensa europea y norteamericana presentó a los blogueros de la primavera árabe como paradigma de la revolución, a pesar de que todas las evidencias y los corresponsables más veteranos indicaban que las expectativas de cambio en los países musulmanes eran exageradas y fruto de la ignorancia.
Las redes sociales se están utilizando en la comunidad musulmana para fomentar la involución, en ocasiones como nunca se ha visto, y para atizar una guerra entre suníes y chiíes detrás de la cual están, por un lado, Arabia Saudí, Qatar y Turquía, y por otro, Irán. Un conflicto en el que Estados Unidos y Europa se la están jugando y que en cierto modo recuerda a las guerras de religión entre católicos y protestantes que asolaron Europa durante los siglos XVI y XVII, zanjadas con la Paz de Westfalia en 1648.
Cuatro siglos después, Internet desempeña un papel estelar en la propagación del odio y la guerra. Libelos impresos han sido sustituidos por otros digitales. Patrick Cockburn cita un testimonio estremecedor. El de un reportero que acudió a un campo de refugiados sirios en el sureste de Turquía y vio a dos niños contemplando por la Red la ejecución de dos prisioneros con una motosierra. El vídeo decía que eran dos suníes asesinados por alauitas, la facción religiosa del dictador sirio Bashir El Asad. Sin embargo se trataba de un crimen perpetrado en México por un narcotraficante.
Los extremistas suníes utilizan ardides cinematográficos para producir 'snuff movies' (películas con atrocidades reales) que atemorizan a los adversarios, alientan las donaciones y atraen adeptos. El público está asegurado en la Red. Después de todo, trocear a narcos con la motosierra lo probó con gran éxito de audiencia el director de cine Oliver Stone en su violenta película El precio del poder sobre el personaje Tony Montana (encarnado con estremecedora convicción por Al Pacino).
Publicidad
Ahora que la ética y la estética de la ficción se han colado en el periodismo, siempre hay un redactor gráfico que acaba difundiendo terribles imágenes, reales o falsas, por miedo a que otros colegas lo hagan. En el telediario se ha podido ver a prisioneros de los islamistas radicales siendo entrevistados dentro de una jaula poco antes de ser presuntamente quemados vivos como en la Edad Media.
"Los ingredientes esenciales de una buena historia de atrocidades son que debe ser impactante y que no puede ser refutada de inmediato", dice Cockburn. "Los reporteros pueden tener sospechas, pero no pueden desmentir ese tipo de relatos".
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión