El estigma BMW
El rey del rock, el rey del reggae y el rey del rap eligieron estos coches, mal que pese a la legión de detractores de la marca bávara
pEDRO BRIONGOS
Domingo, 17 de mayo 2015, 01:05
¿Hay mejores coches que los de esta marca? Es posible. ¿Los hay peores? Sin duda. Pero ninguna otra compañía de automóviles suscita tan apasionadas reacciones a favor y en contra como ésta, aunque mucho más aceradas, desde luego, en el bando crítico. Los partidarios ven en sus modelos elegancia y deportividad, clase, combinación magistral de líneas cóncavas y convexas en su diseño, equilibrio, solidez, tecnología de vanguardia, poderío... A los detractores, en cambio, les parecen horteras, agresivos, gastadores, macarrónicos, aburridos y aburguesados.
La subliminal animadversión que existe hacia esta firma aflora en los medios de comunicación cuando se produce un accidente. Chocan dos coches y ¿cómo se nos cuenta? Pues como una colisión entre dos vehículos. Pero, ay amigo, si el accidentado es un BMW, tenga la culpa o no, entonces el que se pega la castaña ya no es un coche, es un BMW, con sus tres letras en mayúscula. Como queriendo decir: 'Ves, se la ha dado por conducir un BMW. Con un Opel Corsa no le habría pasado'.
No solo es cosa de periódicos. Así lo ve Javier, que titula 'La estupidez mata' su comentario en la red: "Este fin de semana, cuatro chavales que no llegaban a veinte años tuvieron un accidente brutal en la M-40 de Madrid, de madrugada, por diversas causas que explican fácilmente lo que ha pasado. El conductor, de dieciocho añitos, conducía un BMW, y actualmente, el modelo más petardo de la gama alcanza 200 kilómetros por hora".
¿El coche de las rubias?
Esa forma despectiva de referirse a uno de estos automóviles -'petardo'-, muy extendida entre quienes los vilipendian sin haberlos conducido, alimentan el estigma. Porque es cierto que la compañía de la hélice tiene fama de producir vehículos veloces. ¿Y? Casi todos los fabricantes tienen hoy en el mercado modelos que alcanzan y superan los 200 por hora, muy por encima de los límites que fija el código de circulación. Lo que ocurre es que a los demás se les perdona. A los BMW, no.
A ello contribuye, cómo no, el estigma dinerario. Son coches caros, de acuerdo. Pero no más que los de otras marcas similares. ¿Entonces? Daniel Díaz nos da alguna pista en su relato 'La depresión no entiende de caricias', donde una mujer de treinta años, ojos verdes, belleza clásica, se describe a sí misma tras verse sacudida por una depresión: "...visto desde fuera se podría decir que lo tenía todo para ser feliz: una casa con jardín en Pozuelo, un BMW, dos perros, reconocimiento social...bueno, me fallaba lo de la pareja...supongo que soy muy celosa de mis cosas, muy maniática". Al parecer BMW es también el coche de las rubias.
La cosa viene de lejos. Robert Nesta Marley (1945-1981), más conocido como Bob Marley, tuvo un BMW. Pero el jamaicano no pudo disfrutarlo como le hubiera gustado. No le dejaron. Le reprochaban que fuera por la vida predicando contra los lujos de Occidente mientras se ponía al volante de un ostentoso 2002 de cuatro cilindros y 100 cv que cogía los 170. Puede que sea para rubias, pero no para rastafaris. Así que lo tuvo que pulir. Lo cierto es que debía entusiasmarle porque en un principio se resistió. Y se defendió, según testimonios no identificados, argumentado que BMW solo era el acrónimo de Bob Marley and the Wailers. Pero al final claudicó y terminó cambiando el deportivo por una furgoneta, mucho más acorde con la filosofía del porrito, el gorrito y la música contestataria. Y acabó con el estigma. Con ese, claro.
Antes que al rey del reggae, la marca helicoidal sedujo a otro rey. Elvis Aaron Presley pudo acariciar durante dos años el volante de uno de los legendarios BMW 507, un modelo del que solo se fabricaron 254 unidades entre 1955 y 1959. Un mito, propietario de otro mito. En realidad no está claro si fue uno o fueron dos vehículos, depende de la versión que se prefiera. La más fanática sostiene que el roadster en origen era blanco, pero el ídolo americano lo mandó pintar de rojo, cansado de que sus admiradoras dejaran estampado el carmín de sus labios pintados en la carrocería. Hay quien sostiene que Elvis terminó regalando el biplaza a Ursula Andress, pero eso forma parte de la leyenda que el rockero se llevó a la tumba.
Y al otro barrio se fue, sentado en un suntuoso 750i, Tupac Shakur, el actor, productor y poeta que más discos de rap ha vendido. Sus letras hablan de cómo crecer entre la violencia y la pobreza, de las dificultades de los guetos, del racismo. Sin saberlo, el rey del rap eligió un BMW, el de su productor, para morir. Apostado en un semáforo, fue acribillado a balazos por cuatro negros que le dispararon desde un Cadillac por encargo de un rapero rival de la Costa Este. Envidia cochina.