«Estamos preocupados porque hay un efecto llamada y total impunidad»
Vecinos, comerciantes y veraneantes están «hartos» de peleas, botellones y robos: «Hay que actuar ya»
A finales de julio, la Ertzaintza despertó de madrugada a Amagoia y Leire. Estas dos hermanas regentan la tienda de golosinas Gerezi, ubicada muy cerca ... del puente que conduce a la estación del metro de Plentzia. Unos desconocidos habían roto el cristal y habían robado en su interior. «Fue más el destrozo que otra cosa. Se llevaron los cambios de la caja registradora y algunas chuches», cuenta Leire. «Parece que iban a coger el tren y lo perdieron así que empezaron a aporrear cristales por todo la calle hasta que el nuestro se rompió», se queja.
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«Estamos preocupadas porque esto está desmadrado. Viene mucha gente de fuera», añade esta mujer. «No es de buen gusto lo que está pasando. Hay jóvenes del pueblo que están asustados, porque hay quien viene a pasarlo bien y quien se dedica a robar, agredir y acosar».
Plentzia tiene 424 vecinos de entre 19 y 30 años. «Nos conocemos todos», dice Virginia, una mujer que tiene una hija en ese grupo de edad y que se confiesa «atemorizada», sobre todo desde que escuchó la noticia de la violación del pasado fin de semana. «También conocemos al 90% de los que aquí veranean», apostilla. «El problema es que aquí hay total impunidad desde hace meses: jóvenes que beben en la calle, en los parques o en el pinar y a los que nadie les pide que se vayan». A su juicio, se ha producido un efecto llamada y la Policía «ha aparecido tarde y mal», en referencia a la carga del pasado martes. «Mucho antes tenían que haber venido porque es de vergüenza».
Hilario tiene una pescadería en el puerto, en el número 1 de la calle Arraun. Se levanta a diario a las cuatro de la madrugada para ir a Mercabilbao. «No tengo miedo pero es verdad que lo que está sucediendo nunca lo había visto», dice. «Tienes que abrirte camino entre cientos de personas que están bebiendo y que no te dejan ni pasar. Es un día sí y al otro, también. Antes era una vez al año, en fiestas, pero es que ahora es constante». Cuenta que el otro día, unas chicas «se encararon» con un hombre que les recriminó su actitud. «Incluso tiran botellas a los barcos...».
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Miren, del hotel Casa de los Pescadores, pide que se tomen medidas urgentes. «Lo que no se puede es no hacer nada durante meses», protesta. Está convencida de que cuando la pandemia pase y vuelvan las fiestas de los pueblos, los visitantes se repartirán por los distintos municipios y «dejarán Plentzia, donde se han instalado de forma permanente este verano porque lo están teniendo fácil».
Eneko Soler vive en Vitoria y veranea de alquiler en Plentzia desde 2013. «Este será mi último verano aquí. Lo que me cuentan mis hijos no me gusta nada».
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