Amigos o enemigos
Lo que de verdad importa a la acción política del socialismo español no es tanto la salud de las instituciones de la nación, sino el éxito de su lucha por la primacía en el seno de la izquierda
Mucho y rápido están cambiando las cosas en el socialismo español de la mano de Pedro Sánchez y de su círculo más próximo. La política ... nacional ha sido abducida por el nuevo paradigma que ha convertido a los españoles en amigos o enemigos según y como se posicionen con respecto al norte político señalado por Sánchez. Hasta hace poco hubo adversarios, opositores e incluso antagónicos pero, ahora, todo es más simple, más sencillo, tan solo existen los amigos y los enemigos. Las derechas y las izquierdas. No caben ni equidistancias ni equilibrios; es como en la guerra: eres amigo o enemigo. Es la vieja cantinela de Carl Schmitt que no se resigna a perecer y vuelve con fuerza de la mano de la regresión política que está suponiendo la crisis de la socialdemocracia en España. El socialismo liderado por Sánchez supone una regresión del socialismo histórico que conocimos tras Suresnes de la mano de Felipe González. Aquel Congreso de Suresnes (1974) habilitó al PSOE para encarar la transición política después de Franco y zanjó la eterna disputa entre las dos almas socialistas representadas por Largo Caballero e Indalecio Prieto en los años de la Guerra Civil. El socialismo pragmático, pactista y liberal de Prieto venció al alma sectaria e izquierdista del socialismo que representó Largo Caballero. Ahora es el regreso de aquel que llamaban el Lenín español y se vuele a escuchar lo del no es no tan sectario como prepolítico.
Publicidad
El socialismo centrado y liberal del felipismo dio estabilidad democrática a la España posfranquista y supuso la plasmación de un modelo social que se tradujo en modernidad y bienestar. Luego vino la crisis que se llevó por delante el talante y las maneras de un socialismo en busca de una nueva identidad que se tradujo en una reversión hacia pasados sectarismos y nuevos gestos populistas, que no lograron impedir la rápida usura del zapaterismo, que dejó como herencia la crisis territorial de España y una penosa situación económica. Es de aquellos polvos como se ha derivado el lodazal actual de la política española, con la ayuda inestimable de una corrupción política convertida en santo y seña de derechas e izquierdas. A Pedro Sánchez no se le conocen corruptelas ni lucros ilícitos personales, pero es incuestionable la tacha de corrupción que, también, ha marcado a su partido. Es por ello que sorprende la taxativa línea de demarcación establecida entre la corrupción ajena y las fallas administrativas propias, que en ningún caso justifican la presunta superioridad moral de unos sobre otros. Quien más, quien menos, todos los partidos políticos españoles han participado de la corrupción sistémica que ha empozado a la política española. Pero no es solo la corrupción la razón por la que el PSOE ha decretado la enemistad ontológica con el PP. Y utilizo la palabra ontológica para significar una dimensión más allá de lo racional y de lo empírico.
Tanto el liberalismo como el socialismo son hijos de la Ilustración que afirmó la libertad, la igualdad y la fraternidad desde la racionalidad humana. El liberalismo puso el acento en la libertad y el socialismo lo hizo en la igualdad, pero ambos se remitían a la racionalidad de sus opciones. El socialismo siempre tuvo a gala el principio de la razón para argüir a favor de la igualdad humana y tan solo quebró en su empeño cuando antepuso la igualdad a la libertad, por eso el comunismo supuso la quiebra radical de su racionalidad. Mal que bien, sin embargo, el liberalismo siempre salvaguardó el principio de la racionalidad impelido por la primacía de la libertad personal. La socialdemocracia europea obtuvo sus mejores éxitos cuando compaginó la libertad con la exigencia razonable de la igualdad, pero esta ha sido cuestionada por la globalización de los sistemas productivos y sus inherentes relaciones de producción. El socialismo ha entrado en crisis al no comprender y racionalizar el nuevo contexto de relaciones productivas impuestas por el mercado imperante. Este nuevo contexto ha roto el ámbito restringido que hasta hoy constituían las naciones. El socialismo nació como una empresa global que buscaba la igualdad del género humano, pero ha quedado preso del ámbito atávico de la nación. ¿Alguien se imagina a Sánchez ocupado en repensar las relaciones globalizadas de nuestra economía? Muy por el contrario se afana en resolver las contradicciones de su particular predio y le tiene sin cuidado no solo lo que atañe al mundo sino incluso a su país: España.
Este regreso a lo particular reviste la forma de un impulso identitario que conlleva un fuerte espíritu sectario apoyado en razones de orden afectivo y sentimental, que impiden ver la realidad política en toda su complejidad. El enfrentamiento sectario entre amigos y enemigos reviste la forma de una visión paranoica de la sociedad y de las relaciones políticas que son, también, la característica predominante de otra formación como Podemos, con quien el socialismo pretende ajustar cuentas. Lo que de verdad importa a la acción política del socialismo español no es tanto la salud de las instituciones de la nación española, sino el éxito de su lucha por la primacía en el seno de la izquierda. Es este interés primordial y egoísta el que impide tanto la formación de una gran coalición política española como la gobernabilidad, a secas. El actual socialismo español, liderado por Sánchez, ha regresado a la guerra como principal rasgo de lo político y con ello retorna, también, al discurso teológico y prepolítico que le es inherente. El no es no equivale a la negación ontológica que opuso a Satán con Dios. ¡Quién lo diría del partido que fue el paradigma de la secularidad! Pareciera, más bien que se trata de las dos ciudades de San Agustín o de los dos reinos de Lutero. Amigos o enemigos: la paranoia convertida en política.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión