Aurreskus, txistus, bertsos... Así se exhiben los políticos vascos
El lehendakari Urkullu, Erkoreka, varios alcaldes de Bilbao, el exdiputado general de Álava Xabier Agirre y otros altos cargos del PNV y la izquierda abertzale han mostrado en público sus dotes para el baile, la música o la poesía más autóctonas
Iñaki Juez
Domingo, 8 de noviembre 2015, 01:32
Mucho más que unos simples bailes o canciones. La tradición cultural vasca posee auténticos tesoros como el aurresku, una forma de expresar respeto hacia alguien, normalmente un invitado especial o una persona con un cargo importante, a la que se quiere saludar y al mismo tiempo homenajear con una coreografía ejecutada con pasmosa agilidad por los dantzaris, que dedican muchas horas a perfeccionar cada movimiento. Lo hizo esta semana el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, que se atrevió a bailar esta danza en Argentina en un acto que reunía a los descendientes de los vascos que en su día decidieron emigrar al país latinoamericano. El gesto del consejero de Administración Pública y Justicia no es un caso aislado. Numerosos dirigentes políticos de Euskadi han exhibido en público sus dotes para el baile, la música o la poesía; aunque siempre para las más autóctonas. Una nota de folclore que rompe con la imagen tradicional de los cargos institucionales, y contribuye a lanzar un guiño de complicidad al gran público.
Se puede decir que el precursor de esta fiebre por las formas de expresión más enraizadas con la cultura vasca fue José María Gorordo. El que fuera alcalde de Bilbao decidió recuperar en 1987 una antigua tradición en la que los regidores de principios del siglo XX danzaban un aurresku con motivo del comienzo de la Aste Nagusia cada 15 de agosto de Begoña. Lo cuenta él misnmo en su blog personal: «Quise ser la primera autoridad municipal que lo bailara en honor y respeto del pueblo para mostrar que es el verdadero titular del poder, que lo ejerce mediante su voto libre». Su imagen en el exterior de la basílica, bailando en soledad, con su elegante chaqué pese al calor estival, y el gesto solemne sirvió para elevar su carisma personal a ojos de los bilbaínos hasta el infinito y más allá.
Una imagen tan potente y con un profundo significado basado en el respeto hacia la ciudadanía por parte de una autoridad provocó que la mayoría de sus sucesores en la Alcaldía -todos ellos, del PNV- se esforzaran por repetirlo. Como Iñaki Azkuna, que tiró de oído y de sentido del ritmo que pusieron tres txistularis para ejecutarlo por primera vez el 15 de agosto de 1999. El gesto fue respondido con un intenso y emocionado aplauso de los asistentes. Posteriormente, volvería a bailarlo en los años sucesivos hasta que su delicado estado de salud se lo impidió.
Para entonces, el aurresku ya estaba institucionalizado, y nunca mejor dicho, en Bilbao. Los sucesores de Azkuna se esforzaron por mantener el ritual con un Ibon Areso que lo bailó el pasado año tras una semana de ensayo con el veterano dantzari Ramón Basuelos, también profesor de su antecesor, para cerciorarse de que lo hacía con la suficiente destreza como para hacerlo en público. Misión cumplida. La sorprendida ciudadanía que llenaba la explanada de Begoña vio cómo el entonces alcalde se movía con aplomo y elegancia. Su actuación recibió el aplauso unánime de los presentes, que agradecieron los esfuerzos por seguir la tradición por parte del veterano responsable municipal.
Un año después, Juan María Aburto, elegido alcalde de Bilbao apenas tres meses antes, también cumplió con el «honor» de seguir con el ritual del aurresku a la sombra de la basílica de Begoña tras «muchas horas de entrenamiento», ya que, como confesaba el propio regidor, «no bailé casi ni el día de mi boda». «En Bilbao hemos recibido una herencia maravillosa y nos toca seguir con lo que otros empezaron», zanjaba con satisfacción tras realizar su particular gesta «mucho más nervioso de lo que pensaba».
Pedro Elosegi, experto dantzari y txistulari
Pero los alcaldes de Bilbao no son los únicos políticos vascos que bailan el aurresku. En Álava también comienza a ser toda una tradición. Vestido de traje oscuro y corbata como dicta el protocolo, el jeltzale Xabier Agirre siguió el ritmo de los txistus el 28 de abril de 2008 en Armentia cuando era diputado general de Álava con motivo de la festividad de San Prudencio, patrón de la provincia. Bailó a la perfección delante de las autoridades encabezadas por el entonces lehendakari, Juan José Ibarretxe. Todos ellos aplaudieron la muestra de respeto del máximo responsable del Gobierno foral, salvo los trabajadores de una residencia, en huelga desde hacía semanas, que deslucieron el acto con sus pitidos y abucheos durante la ejecución de la danza.
Siete años después, el presidente de las Juntas de Álava, el también jeltzale Pedro Elosegi, daba la bienvenida con un emotivo aurresku a Ramiro González tras jurar su cargo como diputado general el pasado 31 de junio en una ceremonia que certificaba la recuperación por parte del PNV del poder político en el territorio. Elosegi, que ya bailaba aurreskus en los actos institucionales del Ayuntamiento de Vitoria en sus tiempos de concejal, ejecutó a la perfección la danza en honor a su compañero de filas en las escalinatas del Palacio de la Provincia. En su caso lo tenía muy fácil ya que, además de un experto dantzari, también es un consumado txistulari, al igual que el propio lehendakari, Iñigo Urkullu.
De hecho, Urkullu no dudó en coger su txistu para tocar el 'Eusko Gudariak' ante los supervivientes del Batallón Gernika, un grupo de voluntarios que lucharon, junto con las fuerzas francesas, contra las tropas nazis en la batalla Pointe de Grave en 1945. El emotivo gesto del lehendakari tuvo lugar el pasado 18 de abril durante una ofrenda floral a los caídos en combate en la localidad aquitana de Vendays-Montalivet. Su sentida interpretación de la popular canción vasca fue coreada por los representantes de la delegación de su Gobierno desplazada a la localidad gala, en la que también se encontraba Erkoreka, aunque en esta ocasión no bailó ningún aurresku.
También el presidente del PNV en Gipuzkoa, Joseba Egibar, hace gala de vez en cuando de su talento musical. Eso sí, su instrumento preferido es el acordeón y no el txistu. Por Santa Agueda, no duda en recorrer el barrio donostiarra de El Antiguo, junto a otros dirigentes jeltzales del territorio, para tocar las canciones típicas de ese día. Una tradición en la que todos los años se esfuerza en repetir.
Sus señorías los bertsolaris
Además del baile y canciones tradicionales vascas, algunos políticos son consumados bertsolaris. Por ejemplo, la diputada de Amaiur Onintza Enbeita, que se hizo famosa el año pasado por su «señorías, en mi coño y en mi moño mando yo, y nadie más que yo» pronunciado desde la tribuna del Congreso durante el debate de la reforma de la Ley del Aborto. Una rima de lo más contundente e inhabitual, teniendo en cuenta el lenguaje políticamente correcto del que suelen hacer gala los integrantes de la Cámara Baja. Un año antes, Maite Aristegi, también de Amaiur, dedicó unos bertsos de rechazo a la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) desde la tribuna de oradores del hemiciclo. «En Euskal Herria estamos construyendo nuestra propia educación. No dejemos que la Lomce entre en nuestras escuelas», declamaba en euskera la parlamentaria abertzale, mientras la entonces vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos (PP), reclamaba una traducción de sus palabras.
Y los bertsos también resonaron el pasado 14 de octubre en el Senado gracias a la representante del PNV María Eugenia Iparragirre, que entonó por sorpresa unas emotivas palabras de despedida a todos los compañeros que dejaban su escaso en la Cámara alta, sobre todo a los de su partido, Iñaki Anasagasti y Rut Martínez. Miembro del Orfeón Donostiarra, en el que actúa como soprano, se tomó las molestias de repartir unas fotocopias con el bertso y la traducción para los compañeros de otros partidos que no sabían euskera. El resultado fue un aplauso cerrado de todos ellos por su «canto a la amistad por encima de los antagonismos ideológicos». «Un abrazo a todos de corazón» en forma de bertso «que pedí a un amigo», explicaba abrumada por la repercusión de su gesto por el que no pidió permiso al presidente de la cámara, Pío García-Escudero, ya que, como él mismo reconoció, seguramente no se lo hubieran dado porque «allí no se permite cantar».
Como se puede comprobar, son muchos los políticos vascos capaces de poner sus talentos artísticos al servicio de las distintas expresiones de la tradición cultural vasca. Sería impensable verles utilizando un rap, como hizo el presidente de Extremadura José Antonio Monago para pedir el voto a los más jóvenes en un polémico videoclip de cara a las últimas elecciones autonómicas. «Porque estamos en contra de que suba el IVA cultural. Creer en las personas más que en los partidos y más en las ideas que en ideologías y por eso Extremadura, nuestra única doctrina» aseguraba la canción, con letra del propio dirigente del PP extraída de sus discursos, interpretada por una joven rapera.
Más allá fue Miquel Iceta, el líder de los socialistas catalanes, que se arrancó a bailar a lo Freddy Mercury ante el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que no pudo evitar la risa ante el incontenible arrebato discotequero en pleno acto de apertura de la campaña de su partido para las autonómicas del pasado 27 de septiembre. El responsable del PSC no podía dejar de moverse al ritmo de 'Dont stop me now', de Queen, ante la anodada mirada de los presentes en un momento compartido hasta la saciedad por las redes sociales, en lo que supone la materialización de la peor pesadilla para cualquier asesor de imagen de un político.
Nada que ver con el ensayado baile en directo de la presidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, con Pablo Motos y el resto del equipo de 'El Hormiguero 3.0' de Antena 3. Como agradecimiento, incluso llegó a dar un beso en la calva al autor de los pasos de baile para una de las canciones de moda 'Uptown Funk', del artista Bruno Mars, utilizada como sintonía del programa. Durante su entrevista, la dirigente del PP aseguró que su jefe, Mariano Rajoy, «es un tío divertido y bailongo» como demostró en la boda de exalcalde de Vitoria, Javier Maroto. Según testigos presenciales, el presidente del Gobierno acabó la fiesta bailando la conga en la capital alavesa. Como se puede comprobar, los políticos, da igual su procedencia, siempre se las arreglan para marcar el ritmo. Eso sí, cada uno a su manera.