Piperrak y merluza contra la xenofobia
2.540 vascos y de otros 58 países comparten mantel para estrechar lazos y romper los estereotipos asociados a la inmigración
josé domínguez
Domingo, 11 de noviembre 2018
Valerie Yambomba no se considera activista de megáfono y pancarta, pero siempre ha luchado por la igualdad. De género y de nacionalidad. Porque ella ha sufrido las dos discriminaciones. En su país de origen, Congo, y desde hace 11 años, también en Bilbao. Ayer compartía mesa y mantel en Getxo con siete residentes locales y ocho guatemaltecas para estrechar lazos y romper con los estereotipos de la inmigración. Otras 218 comidas de integración se celebraban al mismo tiempo en Euskadi entre 2.540 autóctonos y vascos llegados de 58 países.
Publicidad
Valerie tiene 49 años y está curada de espantos. Diplomada en contabilidad, al llegar a Euskadi siguiendo a su marido tuvo que conformarse con limpiar casas hasta lograr un empleo en una conservera. Y soportar de todo. «Incluso que contaran las piezas de fruta por si me llevaba alguna». Hasta llegaron a decirle que «no se fiaban de la gente de color». Pero no se amilanó, sino que empezó a colaborar con asociaciones locales y a acudir a manifestaciones en favor de la multiculturalidad. Consiguió así relacionarse cada vez con más gente y poner su grano de arena a favor de la integración. «Por eso una iniciativa como esta comida entre distintas nacionalidades me parece perfecta y necesaria, muy necesaria», subrayaba.
«Muchas veces, hasta que no nos sentamos a una mesa no nos damos cuenta de todo el camino que nos queda todavía hacia la integración real», remarcaba Celia Marañón, miembro de la plataforma Bizilagunak, organizadora de esta iniciativa denominada 'La familia de al lado'. «Les pedimos que formen parte de nuestra sociedad, pero no les dejamos, mantenemos demasiados prejuicios». Barreras que se consiguen romper con este tipo de encuentros, en los que ella participa desde 2103, cuando Getxo fue el municipio pionero en Bizkaia.
En estos años, Celia ha sembrado grandes relaciones extranjeras. «Tampoco es que nos convirtamos en amigas de diario, pero nos juntamos a menudo, vamos a excursiones, ferias y multitud de actividades». Unos resultados que han acabado convenciendo a Susana Andollo, que se estrena en la cita, pero que colabora desde hace años con entidades locales como 'Mujeres con voz', o 'Berdintasunak'. «La gente realmente es más clasista que racista, y gran parte del rechazo que vemos al inmigrante es simple y llanamente culpa del desconocimiento. En cuanto nos juntamos y compartimos algo nos damos cuenta de que somos iguales, con los mismos anhelos y necesidades», remarcaba.
Diferencia entre norte y sur
José Antonio Moreno es inmigrante, pero entiende que sólo a medias. «Viví aquí en Getxo hasta los 10 años, cuando la familia tuvimos que emigrar a Córdoba porque Altos Hornos de Vizcaya cerró y fue la única opción laboral que le dieron a mi padre». Volvió hace cinco y reconoce que le han recibido con los brazos abiertos, pero él es consciente de que no le habría pasado lo mismo de ser extranjero. Aunque ayer aseguraba notar grandes diferencias en la forma de afrontar este fenómeno entre ambas comunidades. «Entre el norte y el sur». A su juicio, «en Euskadi la ciudadanía se vuelca mucho más en encontrar maneras de integrar a los de fuera. En Andalucía se impone el criterio de poner vallas para evitar que entren y, en lo posible, echar a los que ya están».
Publicidad
Paula Morales confirmaba sentirse ahora más arropada, aunque reconocía también haberlas pasado «canutas» desde que hace tres años decidiese abandonar su Guatemala natal para trabajar en el servicio doméstico. «En las primeras casas en las que estuve me trataron mal, pero ahora cuido a tres niñas en Neguri y estoy encantada». Y ha encontrado el apoyo de vecinos y de organizaciones «con las que platicar nuestras tristezas, eso ayuda mucho». Incluso se plantea traerse a su pequeño, al que «añoro todos los días».
Griselda Yax y su madre Juana Chavaloc también han llegado desde ese país centroamericano hace tres meses y reconocían estar todavía tomando contacto con la realidad vasca, «que es muy distinta a la de nuestro país». Y les está gustando la experiencia. La joven de 20 años ya ha empezado a trabajar, y su progenitora, que en principio sólo venía temporalmente, empieza a valorar la opción de buscar empleo y olvidarse de penurias en Guatemala, «aunque a mis 50 años sea difícil». A las dos les entusiasmó tanto la idea de la comida, que se apuntaron sin dudar. «Yo incluso he preparado unas 'dobladas', unas empanadillas propias de mi país», mostraba orgullosa Griselda, y de las que todos dieron buena cuenta antes de disfrutar del resto del menú, compuesto por ensalada y ensaladilla rusa, piperrak y merluza en salsa.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión