En hora punta, el sistema de clasificación parece una autopista de paquetes. Jesús Andrade

Paquetes y más paquetes en la temporada alta de Correos: «En febrero volveremos a respirar»

Black Friday. ·

Una mañana en el Centro de Tratamiento Automatizado de Jundiz, el corazón de la red: «Estos días son los más fuertes del año»

Lunes, 24 de noviembre 2025, 16:46

Puede parecer chocante, pero el Centro de Tratamiento Automatizado de Correos en Vitoria, en pleno trajín de la hora punta, no es un mal sitio para meditar sobre el paso del tiempo y los cambios en las costumbres. Si hubiésemos consultado a nuestros abuelos o bisabuelos por las fechas importantes del año, más allá de las inevitables Navidades y Semana Santa, seguro que habrían mencionado festividades religiosas como la Ascensión o el Corpus Christi: qué dirían los pobres si les pudiésemos contar que buena parte de esta actividad frenética se debe a algo llamado Black Friday. También podríamos aprovechar para preguntarles cuántas veces recibían paquetes en casa, que en muchos casos sería ninguna: eso era cosa sobre todo de emigrantes y reclutas, y tampoco tan a menudo, mientras que hoy la paquetería -los miles de bultos que pasan por aquí cada día- se ha convertido en una constante en nuestras vidas, casi una necesidad. Y, claro, nuestros antepasados cercanos contemplarían con asombro y sumo desconcierto la SCP, es decir, el Sistema de Clasificación de Paquetería, la máquina gigantesca que clasifica envíos a velocidad vertiginosa.

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Jesús Andrade

Correos, como todas las empresas dedicadas a cuestiones postales y logísticas, empieza en estas fechas su temporada alta. Tradicionalmente, el periodo álgido se reducía a la Navidad, que en realidad sigue marcando el pico máximo de tarea, pero el incremento de carga de trabajo se ha ido alargando cada vez más. Ahora arranca el 11 del 11, el día chino del soltero, cuyos efectos se extienden por todo el planeta gracias al comercio electrónico y a la pujanza de los gigantes asiáticos de las ventas 'online'. Después llega el Black Friday: no tanta gente sabe decir cuándo se celebra (el viernes que sigue al cuarto jueves de noviembre, es decir, el día posterior a la fiesta estadounidense de Acción de Gracias), pero eso no impide darle aire a la tarjeta con mil caprichos que después viajan cumplidoramente hasta nosotros. El capítulo siguiente es el Ciberlunes, Cyber Monday, una ocurrencia de las empresas para dar más vida al comercio electrónico, como si hiciese mucha falta. «Está cogiendo fuerza ahora: podríamos decir que es como era el Black Friday hace cinco años», ilustra Miriam Ayuso, la responsable del centro alavés. Y para entonces ya estamos pensando en las navidades, y resulta que Olentzero, Papá Noel y los Reyes Magos también se han aficionado a buscar los regalos lejos del destino y no en la tienda de al lado. ¿El 6 de enero acabará la cosa, verdad? Pues no: la apoteosis navideña tiene continuación con las rebajas y también con la secuela de devoluciones y reventas entre particulares, que transforman en dinero lo que nos gusta poco o nada. «En febrero volveremos a respirar», concluye Ayuso.

Árboles de Navidad

Estas instalaciones, situadas en el polígono de Jundiz, cubren Euskadi, Cantabria, La Rioja y Navarra. Aquí se procesan tanto los envíos que nacen en esas regiones (así de bonito lo dicen en argot postal, 'nacer') como los destinados a ellas, y eso supone un ciclo perpetuo en el que este pabellón inmenso se llena y se vacía, se vuelve a llenar y se vuelve a vaciar. Aquí sale lo mismo que entra, pero reordenado: los camiones traen contenedores, cuya carga hay que reorganizar en función de los municipios a los que se dirige. Hay tres horas punta cada día, y ahora estamos en la de la mañana, de ocho y media a nueve y media: no para el ajetreo de carretillas y transpaletas, de carros y jaulas que se van llenando. «En temporada normal tenemos unos 50.000 envíos diarios. En alta pasamos de 80.000», explica Ayuso. El récord en un día es de 92.000 paquetes, en la Navidad del año pasado, pero está condenado a durar poco, porque se bate todos los años: para esta campaña, la patronal de logística ha previsto un incremento del 8,7%. A partir de noviembre aumentan la plantilla, los turnos de trabajo, las horas de producción de la máquina... «Este lunes y este martes del Black Friday son uno de los momentos más fuertes del año», detalla la responsable.

Dos momentos del proceso y detalle del escáner de la SCP. Jesús Andrade

La SCP trabaja a todo ritmo, como una autopista de paquetes. Unos alimentadores los depositan en la cinta, pasan por una báscula que los pesa y los mide y después por un escáner de luz roja que registra el destino. «Lee las cuatro caras, también la de abajo. En la que teníamos hasta 2019 había que colocarlos orientados hacia arriba. Esta llega a procesar 6.000 paquetes en una hora, la de antes hacía 2.300, cuando llegaba». En ese momento, la máquina ya sabe adónde va cada paquete y por cuál de las rampas tiene que soltarlo, para que se ocupen de él manos humanas. El encargado de cada puesto tiene asignados cuatro o cinco destinos, cada uno con su carro. Para agilizar el proceso, los que corresponden a cada operario son de distintas provincias, de manera que basta con leer las primeras cifras del código postal. «Así se gana tiempo y calidad».

Los paquetes voluminosos se gestionan aparte, de forma manual. «Ahora están mandando árboles de Navidad, que hay que tratar con mucho cuidado. Llega de todo: sillas, tablas de surf...». En un paseo por la zona de logística se ven envíos fáciles de identificar, como varias ruedas de coche («debe de haber alguna oferta»), una bici de niño o incluso un lote de papel higiénico, pero también aparecen envoltorios intrigantes, con extraños apéndices, que no parecen ajustarse a la forma de ningún objeto conocido. Y, por supuesto, por aquí siguen pasando decenas de miles de cartas, también con un pico en Navidad a causa de las felicitaciones: la máquina que las procesa puede ocuparse de 40.000 en una hora.

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Sangre amarilla

Mari Jose Cano, una de las trabajadoras veteranas, está terminando de clasificar certificados para pasar a otra cosa. ¿Cómo lleva estos meses de temporada alta? «Yo estoy encantada de que haya más movimiento, porque me gusta mi trabajo. Los días tontos de bajada de trabajo estás buscando a ver dónde te pones. Ahora me llega la hora de salir sin darme cuenta», explica. La labor en estos centros resulta extrañamente satisfactoria: es algo parecido a esa sensación de misión cumplida que tanto nos reconforta cuando ordenamos la casa, pero tres veces al día. «Mi idea era trabajar en oficina, pero esto me atrapó, fue todo un descubrimiento para mí: es lo que está en medio de la cadena, un proceso que acaba y vuelve a empezar, y entre una y otra puedes decidir si ha salido bien», reflexiona Ayuso, que es lo que en Correos llaman una empleada de sangre amarilla, de tercera generación. «Mi abuelo era cartero rural en Cabezas de Alambre, provincia de Ávila. Repartía en bici, después en moto y al final él mismo se compró un 'Renault 4' amarillo. Todas las navidades iba entregando su propia felicitación. Mi madre también es cartera, antes volvía del reparto con cosas de la huerta de todo el mundo, y nos apuntó al examen para Correos a todos los familiares de los que se sabía el DNI. Yo había estudiado para otra cosa, pero aprobé y aquí estoy».

Ah, por mucho que conceptos alienígenas como el Black Friday y el Cyber Monday hayan irrumpido a lo bestia en la agenda, en la temporada alta también queda un huequecito para esas tradiciones que resisten. «Tenemos el carrito del Olentzero, claro. Nos llegan cartas preciosas, con dibujos, pegatinas, purpurina... ¡Algunas son obras de arte! Y Olentzero viene tres días a la semana a por ellas».

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