

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La tragedia acaecida en Valencia como consecuencia de la dana ha despertado la solidaridad en personas en todo el Estado, que se han volcado con la provincia con envios de ropa, alimentos o productos de limpieza, además de los miles de voluntarios que se han acercado a los pueblos más afectados para echar un mano. Sin embargo, para gestionar adecuadamente todos estos recursos es necesario el trabajo de asociaciones como GBGE, que en medio de la catástofre tienen los medios y la experiencia para organizar la ayuda. En Paiporta, donde se han instalado, habilitaron un enorme pabellón, al que llega todo el material, y desde ahí se distribuye ordenadamente a otros almacenes repartidos por el pueblo, de tal forma que el reparto está totalmente coordinado. Paiporta ya ha abierto uno de los colegios y las tareas de recuperación avanzan a mayor velocidad que en otras localidades vecinas, y es en parte gracias a la labor de esta ONG de Galdakao.
«Cuando llegamos a un sitio en una emergencia de este tipo lo primero que hacemos es buscar un pabellón grande, a ser posible abandonado» relata Álvaro, el fundador de GBGE. Un lugar de este tipo permite a la asociación continuar con su actividad cuando se retoma la vida cotidiana. Si utilizan un lugar cedido por su propietario puede necesitarlo al de unas semanas y les obliga a trasladar todo el material a otro lado. El trabajo de GBGE se centra principalmente en «desestresar» a los políticos y entidades públicas». «En Paiporta, una semana después del brutal temporal los concejales ni siquiera se habían reunido entre ellos. Cada uno estaba atendiendo sus asuntos pero no había coordinación».
Álvaro pone un ejemplo claro: «El colegio estaba lleno de diverso material y la gente acudía a un concejal para recibir esos productos. Nosotros trasladamos todo eso a nuestro almacén». De esta forma se consiguen tres cosas fundamentales. La primera es que el colegio puede volver cuanto antes a ejercer sus funciones. La segunda es que el concejal queda liberado de la responsabilidad de atender personalmente a cada individuo y puede reunirse con otros ediles y tomar decisiones de forma conjunta. Por último, el ciudadano necesitado sabe dónde acudir para conseguir lo que necesite en el menor tiempo posible.
Álvaro Saiz fundó GBGE en 2012. El proyecto comenzó en Ulan Bator, capital de Mongolia, a donde Álvaro había llegado tras una serie de peripecias. Allí se dedicó a construir colegios para menores diversofuncionales. Cuando regresó a Galdakao al año siguiente, decidió que la asociación debía trabajar también a nivel local, y comenzó la colaboración con el Banco de Alimentos de Bizkaia. Hoy, son más de 4.000 kilos de comida los que se reparten cada mes en la localidad gracias a GBGE. Esta labor no disiminuyó las iniciativas internacionales, al contrario, en estos doce años la ONG ha ido ampliando sus redes, aumentando el número de proyectos en Mongolia, y creando otros nuevos en Grecia o Ucrania.
GBGE apenas cuenta con socios. «No llegamos a veinte los que aportamos dinero mensualmente», señala Álvaro. Sin embargo, ante situaciones como la de Valencia cuentan con la colaboración de otras entidades. «Nos conocemos todos de trabajar sobre el terreno; saben que somos honestos y nos envían el dinero si ellos están en otros lugares y no pueden acudir». Ainhoa es la otra figura visible de GBGE. «Somos un equipo. Nos hemos organizado de manera que podemos desaparecer ocho meses. Nuestros negocios se pueden llevar deslocalizados». De esta forma ambos están siempre disponibles para prestar su ayuda allá donde haga falta. En Grecia, por ejemplo, estuvieron dos años. «Gestionamos un campo de refugiados de más de 2500 personas. Allí estaban los yazidíes, un pueblo que tiene malas relaciones con los musulmanes. Para evitar conflictos les ubicaron en el campo Petra Olimpo, muy alejado de los demás, y nosotros, que teníamos un camión, eramos los únicos que podíamos abastecerles de artículos de primera necesidad».
Cuando comenzó la guerra de Ucrania fueron allí a prestar sus servicios. «Ya vivimos en Grecia el peligro que representan las fronteras, especialmente para mujeres y niños. La acumulación de gente en un punto crea caos y de eso se aprovechan las mafias. Por eso decidimos congregar a las personas a las que queríamos ayudar en Katowice, una localidad polaca a cuatro horas de la frontera». Unos monjes franciscanos les cedieron su monasterio para acoger a esas personas. Allí contactaron con otras organizaciones que les pidieron ayuda y de esta forma surgió una colaboración, que junto al Gobierno vasco y a las propios vecinos de Katowice, ha permitido que más de 600 personas llegaran sanas y salvas a España.
GBGE también estuvo presente en La Palma, donde trabajaron sin descanso durante año y medio tras la erupción del volcán. Su labor durante estos doce años les ha valido premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional. Álvaro se muestra orgulloso de su trayectoria y de la de sus compañeros en estos doce años. «Quiero recordar a Gema Carrasco, una amiga y colaboradora que falleció. Uno de nuestros almacenes lleva su nombre».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Siete años de un Renzo Piano enredado
El Diario Montañés
Un anciano tira por la ventana 1.800 euros en Aranda
BURGOSconecta
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.