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Antiguos billetes de autobús de líneas de la comarca vizcaína de Alto Nervión.

A paso de tortuga

La parsimonia de las administraciones ante conflictos que afectan a servicios públicos básicos es una pesadilla para el ciudadano

Javier Muñoz

Domingo, 2 de agosto 2015, 01:33

Casi ocho meses han tardado las instituciones vizcaínas en desplazar una línea de autobús de Galdakao desde la estación de metro de Etxebarri a la del barrio bilbaíno de Bolueta, situada a uno o dos kilómetros de distancia. Y todavía hay que esperar a que, a lo largo de este año o del próximo, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dicte sentencia sobre el origen de ese desplazamiento, que es la negativa del Ayuntamiento de Etxebarri a que el autobús de Galdakao atraviese un puente de su pueblo por motivos de seguridad vial. Se trata de un veto selectivo (recurrido por la Diputación) que no afecta a cientos de vehículos públicos y particulares, los cuales tienen el paso libre por el puente. Para entender un pleito así hay que aceptar como hipótesis que un autobús concreto puede ser más peligroso que una flota entera.

Si es cierto que un municipio puede bloquear judicialmente y finalmente arruinar una línea interurbana a pesar de lo que dice la normativa autonómica (en caso de discrepancia impera el criterio de la institución competente en la materia, que es la Diputación), ¿habrá que aceptar los hechos consumados? Este debate es algo más que una riña entre municipios. Está en juego quién, cómo y con qué criterio ordena el transporte público en Euskadi. Las respuestas a esas preguntas conciernen a los 2,1 millones de habitantes de la comunidad autónoma, un país que urbanísticamente se está convirtiendo en una ciudad desde Carranza hasta Irún, desde Plentzia hasta Oion.

Sin embargo, mientras Euskadi se transforma, ir de Galdakao a la estación de Bolueta parece un viaje al pasado. Esa línea existió durante décadas, con destino final en el centro de Bilbao, hasta que fue suprimida en diciembre de 2014, cuando se renovaron las concesiones del transporte público de Bizkaia y se apostó, acertadamente o no, por conectar Galdakao con el metro en Etxebarri.

Hasta entonces, a Bolueta se llegaba en una media hora, con un autobús cada veinte minutos (al final, cada treinta). Los usuarios de esa línea atravesaban el centro de Basauri y, desde que el metro llegó a esta localidad, podían apearse al lado de dos paradas del suburbano.

Ahora irán a Bolueta por la carretera general y tardarán menos tiempo, mejora que, según se ha dicho, será posible gracias a la buena disposición del Ayuntamiento de Bilbao. De ser eso cierto, y no hay que ponerlo en duda, ¿qué problema ha habido para que no se haya podido entrar en Bolueta hasta ahora?

Una pregunta más. ¿Quién entiende que parte del lío que se ha montado para acceder al metro desde Galdakao tenga que ver con que en un radio de dos kilómetros existan, no una estación comarcal, sino potencialmente tres para elegir? La de Etxebarri, la de Bolueta (conectada con los ferrocarriles vascos, que pasan lejos del centro de Galdakao) y por último la proyectada en el barrio de Sarratu (Basauri) en el marco de una operación inmobiliaria. Otra operación como la que se organizó en Etxebarri en su momento y como la que se ha puesto en marcha en Bolueta, en ambos casos con el metro de incentivo para vender pisos nuevos.

Si quisieran, los cargos públicos podrían introducir un poco de racionalidad en ese embrollo en vez de competir urbanísticamente y, en algún caso, atrincherarse con sus votantes alrededor de infraestructuras comarcales. Podrían asumir lo que es obvio en cualquier ciudad centroeuropea. Que cincuenta personas metidas en un autobús o en un vagón de metro generan menos tráfico, ruido y contaminación que esas mismas personas al volante de cincuenta turismos. La afluencia de coches y camiones a Bilbao ha vuelto a aumentar, y la estación Termibús de la capital vizcaína, donde confluyen líneas procedentes del resto de Bizkaia, y de Gipuzkoa y Álava, no da más de sí.

Por fortuna, la posibilidad de coger el metro en Bolueta ha dejado a los usuarios galdakaotarras de Bizkaibús (la empresa foral de transportes de Bizkaia) provisionalmente al margen del conflicto entre el Ayuntamiento de Etxebarri y la Diputación. No obstante, demorarse casi ocho meses para buscar ubicación a un simple autobús no es algo de lo que ninguno de los protagonistas de este serial pueda sentirse satisfecho. Y qué decir de esperar 'ad calendas graecas' a que la Justicia resuelva un pleito que afecta a un servicio público... Las administraciones, que se mueven a ritmo de tortuga, pueden tomarse su tiempo. Pero a la gente le deja perpleja tanta parsimonia. No es un problema de leyes ni de arquitectura institucional. Es un problema de mentalidad.

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