Bebés de vinilo y silicona

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Aunque los que imitan el aspecto de un bebé son los más populares, «los hay desde sietemesinos hasta de doce años», explicaba Miriam García, bilbaína y una de las organizadoras del evento, que destaca que «son obras artísticas». «Son tan realistas que me da hasta un poco de 'yuyu'», confesaba una señora.

«Pueden dar impresión», reconocía García, que se dedica profesionalmente a confeccionarlos, a razón de un ejemplar cada dos o tres semanas. Los admiradores de estos muñecos, que se popularizaron en EEUU en los noventa, son legión. Son adquiridos, principalmente, por coleccionistas, aunque tienen más público. «Hay gente que los compra para niñas o para ancianas como terapia. En realidad son piezas para adultos, no para niños. Son muy delicados. Pero luego se pueden revalorizar. A veces, la artista en cuestión solo fabrica 1.000 moldes y entonces se convierten en una edición limitada. He llegado a tener en mis manos uno de 32.000 euros que ahora valdrá mucho más», relataba García.

«Los compran coleccionistas, para regalos especiales o para ancianas, porque les viene muy bien», añadía Saioa Arrasate, de 46 años, de Mutriku. Amante de las manualidades, no se dedica exclusivamente a hacer 'reborns'.

Hay dos formas de crearlos, con vinilo o silicona. Normalmente, las esculturas se adquieren en el mercado internacional, aunque ayer había quien confeccionaba también los moldes. Después las artistas aplican varias capas de pintura hasta que adquieren la tonalidad de la piel de un bebé e injertan el cabello uno a uno. La baracaldesa Begoña González, de 58 años y coleccionista de muñecas, entró en el mundillo hace 18 años, cuando no había, por haber, ni redes sociales. Ahora compra los muñecos por Facebook y va vendiendo los más antiguos para «hacer espacio». El más caro lo adquirió por 2.800 euros. Familias y curiosos disfrutaron de lo lindo de la feria. Como Loli Bayón, una vecina de Erandio, que colecciona muñecos RN de los años ochenta de Berjusa. Se fabricaron hasta 1984 y luego ya vinieron los Nenuco, más manejables. «Eran muy grandes, venían con la pulsera del hospital y podías pedirles la cartilla de nacimiento», recordaba.