La memoria de las lavanderas
Documental ·
'Latsariak', de Estibaliz Maguregi, recupera el recuerdo de las mujeres que acudían a limpiar la ropa a los lavaderos públicos hasta los años setentaAntes de que las lavadoras se hicieran populares, el trabajo de lavar la ropa fue visto como una de las tareas más duras de las ... que realizaban las mujeres, bien para su propia casa, bien a sueldo para los hogares ajenos de familias pudientes. En Bizkaia son conocidas las fotografías de lavanderas realizadas por Eulalia de Abaitua (1853-1943), incluidas las de la mujer que trabajaba para la casa de la misma fotógrafa: Rosario Arabio-Urrutia, del caserío Basakoetxe. Lo que no es tan conocido es que esta actividad, exclusivamente femenina y que ha quedado en el recuerdo como algo propio de finales del siglo XIX y comienzos del XX, se mantuvo hasta bien entrados los años setenta. El documental 'Latsariak', producido por la asociación Con Ciencia y Arte, dirigido por Estibaliz Maguregi y que se proyecta esta tarde (20.00 horas) en la Azoka de Durango, no solo recupera la memoria de estas lavanderas, sino que les da voz, pues recoge el testimonio de varias de ellas o de sus hijas.
En Bilbao se conservan lavaderos como el de la calle Castaños, edificio modernista proyectado por Ricardo Bastida recuperado como centro cívico, que ha llegado hasta nuestros días gracias a su valor arquitectónico. Pero la memoria de las mujeres que los usaban a diario se ha difuminado. Por no decir, perdido.
El recuerdo en Bilbao La Vieja de uno de estos lavaderos llevó a Maguregi y sus compañeras a realizar el documental.
«La idea de realizar este proyecto surgió en la Plaza de los Tres Pilares, donde hubo un lavadero que ya no existe». Quedaba solo el recuerdo en el barrio, «nos hablaron de ello, nos contaron cómo las vecinas iban a lavar allí. Nos empezamos a dar cuenta de que realmente que ya casi no quedaban, que los habían derruido casi todos», explican. La falta de «esa huella» material les llamó la atención, pero sobre todo despertó su interés el hecho de «que estos sitios a los que iban a lavar, una labor muy necesaria para la salubridad e higiene de las familias, se habían convertido en espacios propios de las mujeres. Así que empezamos a investigar un poco más». Hasta que, tirando de los hilos que se encontraron, preguntando a vecinos, saltando de conocida en conocida, «terminamos recopilando estos testimonios y nos planteamos que teníamos que hacer un documental con ellos, porque nos dimos cuenta de que esto que parecía que había pasado hacía muchísimo tiempo y que era una cosa como casi antigua, en realidad era una historia muy reciente que estaba a nuestro alcance».
Era un trabajo duro, que se realizaba a menudo a la intemperie, «aunque hubiera un temporal»
'Latsariak' recoge los recuerdos de 13 mujeres, «la mayoría de la zona de Bilbao», aunque también hay dos de Navarra, de Baquedano, donde hubo dos lavaderos, «y que nos pareció muy interesante reflejar también». Los testimonios de todas ellas revelan que el suyo era un trabajo muy duro, que se realizaba a menudo a la intemperie, aunque lloviera o hiciera frío. «En el lavadero no había paredes, ni tejado, pasábamos muchísimo frío», recuerda una de ellas en el documental.
Era una labor diaria, «todo el año, y se hacía aunque hubiera temporal. Un trabajo de horas». Otra de las protagonistas precisa que «íbamos a lavar a las seis de la mañana y regresábamos a las nueve». Además del mal tiempo y del trabajo en posturas incómodas con agua fría durante varias horas, por lo menos tres, había que acarrear la ropa, ida y vuelta del lavadero, en grandes baldes sobre la cabeza. Al regresar, la ropa solía estar mojada, por lo que su peso se había multiplicado. «Era un trabajo físicamente durísimo».
Para marinos noruegos
Al igual que sus antecesoras del siglo XIX, algunas de estas mujeres convirtieron esta labor doméstica en una actividad profesional, o, al menos, en un recurso económico añadido al trabajo de casa. Así, la hija de una de ellas recuerda en la cinta que «mi ama me contó que ella y su hermana lavaban la ropa de los marinos noruegos» de los barcos que atracaban en Olabeaga. «Al estar en reparación el buque, se quedaban un tiempo aquí, y necesitaban limpiar su ropa», para lo que recurrían a las lavanderas locales. Mientras, muchas mujeres seguían lavando la ropa de otras familias a cambio de dinero.
Aunque era un trabajo duro, también tenía su parte positiva, la que convirtió los lavaderos en espacios público de sociabilidad para estas mujeres, lugares de cooperación y sororidad, «en un momento en el que su espacio todavía era sobre todo la propia casa». El encuentro, la colaboración y el trabajo en común «les daba fuerza como colectivo».
Una de las mujeres entrevistadas recuerda en la película que «lo más bonito era al anochecer, cuando nos juntábamos las chicas jóvenes y nos quedábamos una hora o una hora y media allí, y luego volvíamos a casa. Íbamos a por agua para hacer tertulia», cuenta.
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