«La medicina rural es la más bonita y cercana»
Los profesionales de la Atención Primaria en los pueblos pequeños, además de por la salud física de sus pacientes, se preocupan por su situación personal y anímica
Dicen que en el mundo rural el tiempo pasa más lento, la gente va con menos prisa, las distancias son más largas y hay una mayor soledad, por lo que las conversaciones se prolongan. Con la medicina que se desarrolla en estos lugares ocurre algo parecido. No es lo mismo ejercer en un hospital o en el ambulatorio de una ciudad que hacerlo en el consultorio de un pueblo de apenas un millar de habitantes. Para empezar los pacientes conocen a sus sanitarios por el nombre y hasta por el coche. Pero hay mucho más.
En Bedia hay solo una médica y una enfermera. Son Josune Tutor y Amaia Goientexe Atienden a un cupo de 850 personas, de las que el 16% son de mayores de 75 años. Cada mañana repasan la agenda prevista y la historia clínica de los pacientes a los que van a ver. Pero la realidad es que el guion con el que empiezan la jornada cambia según avanza el día.
«Atendemos a bastantes mayores que vive en caseríos y en zonas alejadas. Suelen tener dificultades para que alguien les traiga hasta el consultorio, así que nos desplazamos nosotras», cuentan. Cuando entran en la casa de un paciente no están pendientes del reloj. Permanecen el tiempo necesario. «Revisamos cómo se encuentran de sus dolencias y estamos atentas para ver en qué pueden estar más inestables», explican.
Muchos tienen patologías crónicas por las que se les que trata desde hace tiempo. Pero en la visita aprovechan para detectar posibles nuevos problemas de salud que hayan podido surgir. «Deben ser visitas más completas que las que se hacen en un centro de salud grande para intentar que no se nos pasen cosas. Pueden ser cosas de salud, pero también de cuidados, de alimentación, de soledad...», indica Tutor. ¿Por qué? La gente mayor de los pueblos no se queja. Son de aguantar. A esto se suma que les cuesta ir hasta el consultorio, sobre todo si viven en un caserío o un barrio alejado y tienen que pedir a uno de sus hijos que les lleve en coche al centro sanitario. Por eso cuando le ven la enfermera o la médica no es raro que se lleven alguna sorpresa.
La tecnología les ayuda en estas situaciones. Disponen de un maletín digital que les permite realizar in situ y digitalizar todas las pruebas habituales: electrocardiograma, toma de la tensión, auscultación o espirometría, entre otras. En caso de duda pueden enviar los datos y resultados a un especialista para poder afinar el diagnóstico y fijar el tratamiento.
Pero además de por la parte sanitaria, los profesionales de la medicina rural de Osakidetza se preocupan también por la situación personal y anímica de sus pacientes. Con muchos de ellos han establecido lazos, algo que se ve en los gestos de cariño mutuo. Es el caso de Karmele Beaskoetxea. A sus casi 89 años es autosuficiente, vive sola y así quiere seguir hasta el día de su muerte, «para no molestar». Para ella cada visita de estas sanitarias supone una alegría. «Son como mis hijas y las quiero un montón. Me dan vida y me cuidan», resaltaba mientras las profesionales de Atención Primaria de Osakidetza comprueban el estado de las doloridas articulaciones de esta mujer. «Por cierto, últimamente noto que se me cae un poco el pelo. ¿De qué puede ser?», se interesa. «Vamos a mirarlo, pero podría ser que tengas algo de anemia y esté relacionado», le aclara la médica.
Cuando acuden a un domicilio no es raro que un vecino próximo que las vea aproveche para hablarles de alguna dolencia que le ha empezado a molestar. O que les cuente que alguna otra persona del pueblo se encuentra mal de salud y que deberían ir a verle. Otras veces es la farmacéutica del pueblo la que les da este aviso. «En las zonas rurales cuidan unos a otros», apuntan. Así que tras salir de casa no dudan en ir a otra que no estaba prevista en la agenda para examinar a ese vecino. Algo similar ocurre en el consultorio. Aparecen pacientes sin cita que no se han arreglado para cogerla por teléfono y menos por internet. A todos les atienden.
«En la zona rural tienes que tener en cuenta que la jornada se puede alargar más allá de la hora de salida establecida», comentan Tutor y Goienetxe. Pero no les importa. Ambas están enamoradas de lo que hacen. «Ejercer la Atención Primaria en la zona rural es la medicina más bonita, real y cercana que puede haber y te sientes reconocida a nivel profesional. Eso no hay dinero que lo pague».
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