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Foto del interior del bar Narú, inundado este lunes tras el tremendo aguacero registrado en Balmaseda. E. C.

«Cada vez que llueve nos echamos a temblar»

Comerciantes y vecinos del casco antiguo de Balmaseda lamentan que al haberse elevado el nivel de las calles el agua tenga vía libre para entrar de golpe en sus negocios y portales

Laura González

Balmaseda

Martes, 13 de junio 2023, 18:44

«¡Menuda la de ayer, lo nunca visto!». En Balmaseda no se hablaba este martes de otra cosa. La tremenda tromba de agua que descargó en la jornada anterior en la villa encartada, sobre las 17.30 horas, sorprendió a propios y extraños por su virulencia, dejando imágenes de calles convertidas en auténticos ríos, pero también de negocios inundados, y de vecinos arrimando el hombro y achicando agua de locales y portales.

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Los 25 litros por metro cuadrado que se registraron en apenas una hora, según datos de la Agencia Vasca de Meteorología (Euskalmet), que provocaron balsas en las carreteras y caminos, se dejaron sentir principalmente en el casco antiguo, donde las pendientes, el propio diseño de este núcleo medieval y la incapacidad de dar abasto de las arquetas y canalizaciones provocó que el agua se embalsara principalmente en la zona de la plaza Marqués de Legarda, y en la calle Martín Mendia. En esta vía, en el número 10, se encuentra el bar Narú, donde este lunes por la tarde el agua llegó a cubrir hasta la altura del tobillo, y donde tuvieron que evacuar a varios clientes por la puerta que da acceso a la cocina, por la que también se coló el agua. «Cuando llueve mucho solemos levantar la arqueta que tenemos al lado, pero no nos dio ni tiempo. Fue impresionante cómo entró. Llamamos a los bomberos para que vinieran pero no pudieron llegar porque había un accidente. Entre vecinos, familiares y clientes estuvimos hasta las nueve de la noche sacando el agua con lo que teníamos a mano, y limpiando la calle, porque se quedó luego un barrizal», cuenta Soraya Marcos tras la barra.

Un negocio familiar que ronda las seis décadas, en el que «nunca había sucedido algo igual». «Aquí encima se han ido arreglando las calles y poco a poco se han elevado. Antes había que subir un peldaño para entrar el bar y ahora en cambio hay que bajarlo, por lo que el agua entra con más facilidad», declara Marcos a este periódico, mientras su padre prueba una tabla de madera que ha diseñado para que encaje en la puerta y tratar así de frenar otra posible inundación.

Colocando una tabla en el bar Narú para evitar otra inundación. Cubos y fregonas en la notaría Gestión 10 y la peluquería Rabatt, donde entró un palmo de agua.

Y es que este martes también hay activado un aviso amarillo por precipitaciones intensas, desde las 6.00 horas a las 21.00 horas. Al mediodía el cielo volvió a descargar con ganas en la localidad encartada, por lo que los vecinos rogaban que no volviera a suceder algo similar, aunque lo cierto es que, pese a la inundación, no se han producido apenas destrozos. En el Narú un sofá y varios taburetes se han cuarteado. En la peluquería Rabatt, que se encontraba cerrada por descanso, el agua, que llegó a alcanzar un palmo de altura, todavía salía entre las juntas al pisar el suelo, y ha abombado parte del marco de una puerta. Y eso que el sábado, en vista de que iba a llover, habían dejado colocada una pequeña chapa delante de la puerta, «pero no hizo nada, se coló igual», relata Mónica González. La dueña de este negocio, Virginia Abasolo, teme volver a tener problemas con el seguro, ya que en 2021, debido en este caso a la crecida del río Cadagua, le pasó algo parecido, «y unos años antes también». «Cada vez que llueve temblamos».

Al lado, en la notaría Gestión 10, varios cubos y una máquina para quitar agua descansaban a la entrada, después del trajín de la tarde del lunes. «Se hizo de noche de repente y empezó a descargar una gran tromba», señala Egiarte Zulaika. Allí la inundación se inició en un despacho que se encuentra al fondo, en la parte más baja del local, «y de repente empezó a entrar también por la puerta. Estábamos con clientes pero levantamos las regletas rápido y apagamos los ordenadores», declara, afirmando que alguna otra vez ya se ha colado el agua en el interior por atascos de arquetas, lo que les ha llevado a ponerle unas patas metálicas a las mesas de madera, «pero nunca había ocurrido algo así tan de repente».

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El polideportivo sin luz

En un estanco próximo, su empleada Celia anduvo rápida y bajó la persiana, con lo que la chapa de la parte final de la misma, y las toallas, cartones y la ropa que echó al suelo por dentro, no permitió apenas la entrada de agua. En la tienda de moda y complementos Maribi, se coló unos cinco centímetros hasta la mitad del local. En el polideportivo sí que la fugaz tormenta causó más estragos, yéndose incluso la luz en la planta de abajo, «que está como subterránea», explica Sandra Laya, una de sus trabajadoras, teniendo que evacuar a varios usuarios. «Empezó a salir todo por las arquetas que hay en los pasillos, afectando principalmente al gimnasio, a la sala de fitness y de spinning, a la cancha multideporte y a la zona de crossfit». En este último punto había instalado césped artificial, que se vieron obligados a quitar, por la suciedad que había cogido. Este mismo martes el responsable de esta instalación había ido a comprar uno nuevo para volver a colocarlo.

Algunos vecinos horas después echaban la culpa de lo ocurrido a la falta de limpieza de las arquetas, pero el todavía alcalde de Balmaseda, Aitor Larrinaga, aseguró a este periódico que lo ocurrido no podía haberse evitado. «Es imposible que nuestro sistema pudiera abarcar tanta agua como la que cayó en tan poco tiempo, las tuberías no están diseñadas para hacer frente a esa tormenta tan excepcional». Un tremendo aguacero que él achaca al cambio climático, ya que en ningún otro punto del entorno se registraron tantos litros por metros cuadrado como en la villa encartada. «La lluvia cada vez es más violenta y en zonas más concretas. Lo que antes caía en cinco horas ahora cae en veinte minutos. Esperemos que estos fenómenos no sean muy habituales y solo sean puntuales», añadió, poco después de que una vecina, Rosa Mari Osante, le diera a este periódico su particular visión de lo ocurrido. «No había visto llover tanto en tan poco tiempo en mi vida. Ni Cristóbal Colón podría haberlo aguantado».

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