«Desde Plentzia zarparon a América generaciones enteras de marinos»
Pablo Amores reconstruye en su libro el pasado del municipio costero y de su Escuela Náutica, que formó a capitanes durante un siglo y medio
Plentzia hoy en día es su playa y su atractivo turístico, hubo un tiempo en el que esta villa fue mucho más que un destino ... de veraneo. Hace cientos de años, el municipio se convirtió en una cantera de capitanes de barco que cruzaban el Atlántico rumbo a América, gracias a la existencia de una escuela náutica que marcó el rumbo de generaciones enteras.
Pablo Amores, vecino de la localidad, ha dedicado los últimos años a reconstruir con rigor documental la historia marítima del pueblo. Su nuevo libro 'Plentzia, una villa volcada al mar. Siglos XVIII-XX', es la segunda parte de una extensa investigación que abarca ya 600 páginas, dos tomos y 1.300 referencias históricas. «Este trabajo es una puerta abierta al pasado menos conocido de la localidad: desde la fundación de la Escuela Náutica en 1779 hasta su clausura en 1932», explica.
La escuela fue un punto de inflexión en la historia local. «Permitió que cientos de jóvenes de la villa, y de pueblos vecinos como Barrika, Urduliz o Sopela, accedieran a formación náutica de calidad». Muchos de ellos acabaron convertidos en capitanes de navíos que viajaban de Santander a La Habana, Costa Rica o Venezuela, llevando harina y trayendo cacao, tabaco y otros productos. Esta transformación propició no solo un impulso económico, sino también un legado arquitectónico, como el de las casas de piedra de los ultramarinos que aún hoy se conservan en el casco urbano. Muchos de ellos contribuyeron a dar a conocer el pequeño astillero local, que llegó a construir una treintena de barcos para el comercio transoceánico entre 1780 y 1840.
Amores ha rastreado archivos de Bilbao, Ciudad Real y fondos del Museo Plasentia de Butrón para dar con documentación inédita. De hecho, fue él quien localizó el acta fundacional del centro, oculta entre los registros del Archivo General de la Armada.
Pero su labor no se reduce a seguir la pista a capitanes y barcos. El libro también dedica varios capítulos a la aparición de las primeras fondas, el auge del veraneo a finales del XIX —cuando Plentzia fue mencionada incluso por Benito Pérez Galdós—, las guerras carlistas, la invasión napoleónica y hasta la vida de los pescadores humildes que compartían puerto con los marinos de largo recorrido. «No quería poner el acento sólo en los capitanes; en Plentzia también hubo muchas historias de marineros sin mando», contrasta. A través de esta publicación, el autor relata un enclave que fue referente en la navegación por el Cantábrico, posición que ocupó durante décadas.
El escritor conoce bien esa tradición. «Mi abuelo y mi bisabuelo estudiaron en la Náutica, cuna de capitanes», recuerda. Esa herencia ha sido el acicate que le llevó primero a investigar sobre la Puerta de Santa Bárbara –tema de su primer libro–, después a escribir la primera parte de esta crónica, y ahora a cerrar esta segunda entrega. Amores da así fin a una saga sobre el pasado del municipio. Aunque sí tiene en mente un proyecto más ligero, una versión adaptada para turistas que quieran conocer la historia local más allá de la arena y las olas. «Un documento con muchas fotos y poco texto, pero con la esencia de todo esto», resume.
La obra ha salido en una edición inicial de 100 ejemplares. La anterior se agotó en apenas dos semanas. «Me gusta que, gracias a eso, la gente entienda lo que hubo aquí, en este rincón del mar», señala.
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