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La familia de Álvaro García, en el homenaje celebrado esta mañana. Pedro Urresti

Homenajean al ertzainza arrollado hace dos años en Getxo y reclaman que se cumpla la condena

“Para poder seguir avanzando en nuestro proceso de duelo", aseguran los familiares

Manuela Díaz

Viernes, 5 de junio 2020, 17:01

A las cuatro y media de la madrugada del 5 de junio de 2018, Álvaro García perdía la vida con tan solo 29 años a como consecuencia de las lesiones que le causó el impacto brutal de un C5 con su vehículo estacionado a la entrada de la rotonda de Romo, en Getxo, a unos doscientos metros de casa. Era ertzaina y había madrugado ese día para incorporarse a su puesto de trabajo en la comisaría de Hernani. El conductor que le arrolló, de 35 años, era trasladado al hospital de Cruces con una tasa de alcohol que prácticamente cuadruplicaba la permitida por litro de aire espirado en el etilómetro, y dando positivo en el test de drogas en cocaína, cocaetileno y benzolitecgonina. Aquel instante ha marcado desde entonces la vida de sus padres, Gumer y Cristina, y de su hermano Daniel. Un golpe del que tratan de recuperarse entre tanto dolor. Cuando se cumplen dos años del accidente han vuelto a aquella rotonda para rendirle homenaje y reivindicar que se cumpla la condena.

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Su familia lamenta que Álvaro tomara aquel fatídico día la decisión “intranscendente” de subir al centro comercial Artea, en Leioa, a repostar. Cuando se dirigía hacia la rotonda, un coche de la Policía Municipal de Getxo le dio la orden de detenerse justo a la entrada de la misma porque iba sin luces y acababan de escuchar por la emisora que precisamente un coche de este modelo había estado implicado en dos robos en bares en Bilbao y había huido de un control policial en Galdakao. En ese momento, según el atestado, entró en la rotonda un coche a gran velocidad, “como un bólido”, y golpeó lateralmente el vehículo de Álvaro justo en el lado en que él se encontraba, aplastándole contra un muro. Álvaro fallecía prácticamente en el acto.

Hace un año se celebraba el juicio que condenaba al autor a cuatro años de cárcel y cinco años de inhabilitación del permiso de conducir. Tres años y tres meses de cárcel, tras una reducción por carecer de antecedentes. Sin embargo, después de varios recursos, la pena sigue sin cumplirse. Para Cristina, esta condena es vital para “poder cerrar algo pendiente, algo que debemos a nuestro hijo”, porque “no hay mayor condena ni sufrimiento que la pérdida de un hijo querido y aquí sí que no tengo posibilidad alguna de recurso”.

Uno de los mayores temores que tiene la familia de Álvaro es la “incongruencia de este sistema judicial que hace posible que la misma persona que ha matado a nuestro hijo por conducir con alcohol y drogas, pueda pedir no entrar en prisión por estar en tratamiento de estos vicios”. Si bien aseguran haber creído siempre en la rehabilitación de “algunos” delincuentes, lamentan que hasta ahora no ha sido consciente del vacío en el que se encuentran las víctimas y su rehabilitación. “Es fundamental que la justicia intervenga, que haya una sanción social ante un hecho criminal” y que les evite el dolor de tener que ver pasear “tranquilamente por las calles de nuestros pueblos” a la persona que causó la muerte de su hijo por la lentitud de la justicia.

Con firmeza y determinación, Gumer pedía ayer en la misma rotonda en la que perdió la vida su hijo, que la justicia actúe y que se cumpla la condena “para poder seguir avanzando en nuestro proceso de duelo y de mejoría en lo personal y en lo social”. Durante este tiempo, Gumer agradece la ayuda recibida por amigos, compañeros, profesionales, grupos de apoyo en duelo y la asociación Stop Accidentes Euskadi, con los que han compartido emociones y dolor. “La comunicación en la pareja y el apoyo de nuestro hijo Daniel también van ayudando a llevar una vida aparentemente normal, aunque el dolor, a veces oculto, a veces evidente, parece resistirse a abandonarnos”, explica Gumer.

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Aunque confía en la justicia, insiste en que cuando es lenta y no da soluciones, “se debilita y aleja de las personas que pretenden ser honestas y vivir según las reglas socialmente establecidas”. Señala también que de no haber sido por su hijo Álvaro, el conductor que le arrolló, I.G.C., habría empotrado su coche contra el muro existente en un lateral de la rotonda y hubiera muerto en el impacto.

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