Decenas de vecinos despiden al gasolino de Erandio

Ante la noticia del cese definitivo del histórico gasolino de Erandio, que hoy ha realizado su último servicio, decenas de vecinos del pueblo se han concentrado a última hora de la tarde en el embarcadero para despedir a esta figura simbólica del municipio. La lluvia y el tiempo desapacible no ha detenido a quienes han querido arropar al último botero de Erandio, que no ha podido evitar emocionarse ante los cánticos de la coral Mendibaiarte. El coro de voces graves erandioztarra, que nació como Otxote en 1999, ha dedicado varias canciones para decir adiós a este bote que ha dado servicio durante siglos.

El acto, que ha surgido de manera espontánea, no ha carecido de solemnidad. Primero ha salido de Erandio entre las canciones del coro y ha partido hacia Barakaldo. Mientras, en el muelle esperaban los vecinos, estoicos ante la noticia que han recibido esta mañana. «He venido por sentimiento, porque era parte del pueblo. Apoyo por mucho que queramos darle ya si está tomada la decisión es difícil», contaba Maite Real de Asua. Irene Revilla también ha sentido la clausura del gasolino. «Soy apegada a Erandio, pero he paseado mucho de aquí a Barakaldo y viceversa. Es una pena».

Otro vecino, Josu Zárate, recordaba lo «emblemático» que es el bote. «Parece mentira, cuando estaba Altos Hornos cómo funcionaba esto, incluso en verano toda la gente de Barakaldo que pasaba para coger el tren e ir a la playa. Y hoy en día esto se muere, porque no tiene público», lamentaba.

Según la asociación vecinal Erandioko Auzokideok Taldea, la «desidia de las instituciones ha contribuido a su cierre. El botero apuntaba además la estocada que le dio la pandemia por covid y la subida de precios. Una situación que ha intentado mantener el servicio hasta que ha sumado una deuda de 40.000 euros, que le resulta insostenible. La agrupación asegura que «algunos lloraremos la desaparición de este servicio de pasaje que a principios de 1800 era un servicio público municipal gratuito para los vecinos». A las instituciones avisan que «no queremos ahora lágrimas de cocodrilo».

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