Este es el titular
Que el poder sólo quiere lisonjas y aspira al 'sí, bwana' es cosa conocida de toda la vida; lo particular del momento es su poca tolerancia al análisis crítico
Seguramente no habrá estado usted nunca en una rueda de prensa, ni falta que le hace. Este tipo de acontecimiento se produce cuando alguien le ... quiere contar algo a los medios de comunicación para que los medios de comunicación se lo cuenten luego a usted. Es una de las cosas que hacemos. Los habituales organizadores de estas citas, esto es, las fuerzas vivas institucionales, han popularizado una fórmula simpática en la concreción del mensaje: indicar con precisión y de forma reiterada lo que se quiere destacar advirtiendo de antemano a la congregación: 'Este es el titular'. Ya te lo dan hecho, oyes. Muy amable, caballero. Pero, ¿no es una forma un poco grosera de intrusismo profesional? Qué va. Es muy de agradecer la indicación porque suele identificar con detalle y concisión el lugar exacto donde no está el titular. Es útil por contradicción, digamos. Es que, normalmente, lo que proponen como elemento culminante de su intervención quienes ejercen el poder en sus distintas formas y utilizan esta fórmula para vender su mercancía puede enmarcarse en tres categorías:
a) Obviedades.
b) Vaguedades.
c) Promoción y autobombo.
Qué se yo. Podría ocurrir que en la presentación de unas restricciones de tráfico 'el titular' fuese que el aire va a estar mucho más limpio, y no la gente a quien le van a afectar esas restricciones o de qué manera lo harán. O cuando se da cuenta de reformas fiscales, 'el titular' podría ser que se garantiza tener pasta para los servicios públicos, y no qué impuestos se le suben o se le bajan a según qué colectivo. Cosas así.
Siendo todo esto particularmente sorprendente y hasta chistoso, lo más chocante de todo es cuando las figuras que ejercen el poder político reclaman, casi suplican, la publicación de buenas noticias. Den ustedes buenas noticias, piden. No se fijen en ese homicidio, sino en el montón de gente que no ha sido víctima de un homicidio. No se fijen en ese colector reventado, sino en los cientos de kilómetros no reventados. En este plan.
Este ocultar lo feo y ensalzar lo guapo podría ser un modo de intentar esconder problemas enojosos, de crear una apariencia de artificial bienestar generalizado, y así de hacer brillar su gestión simulando la ausencia de incómodas contrariedades. Pero qué va. Parece ser que el fin último es elevar la moral del pueblo, crear un estado de ánimo relajado y contento, próximo a la felicidad, y proyectar una imagen de prosperidad y alegría por encima de todo escozor.
Menudos berrinches que se llevan algunos las muchas veces que un medio de comunicación atiende más al interés público que al interés particular de los representantes públicos. Esto es, cuando cuenta las cosas que fallan, que son poco bonitas, que pican. Porque, en este modo enrevesado de ver el mundo, identificar problemas no se entiende como vía eficiente y paso previo a encontrar una solución, sino como traición a la ciudad, al barrio, a lo que sea. Como un ataque, una afrenta y una demostración de mala baba.
A ver. Que el poder sólo quiere lisonjas es cosa conocida de toda la vida y en todito el mundo. Que siempre aspira al masaje constante y al 'sí, bwana', naturalmente que sí. Lo anormal, lo específico del momento, es la poquísima tolerancia al análisis crítico, los ronchones ante le exhibición de la evidencia y el sofoco frente a la foto de la verdad verdadera.
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