Ay, Bilbao, cuánto influiste en la moda de los 80
¡Ay, cuánto se echa de menos aquel Bilbao de los ochenta! Un Bilbao que, en cuestiones de moda, se permitía el lujo de alcanzar ... un papel protagonista en películas como 'La ley del deseo' de Almodóvar, con Eusebio Poncela, recién fallecido, al frente. Aquel film confirmó lo que era un secreto a voces auspiciado por una industria que marcaba moldes: Bizkaia pintaba mucho en la industria del diseño nacional, nada que ver con la realidad actual, en la que navega a la deriva sin grandes firmas en las calles y con cada vez menos creadores relevantes.
Un vistazo a los títulos de crédito del film descubre la participación de Angela Arregui, un icono de la moda bilbaína (y española) que llegó a contar con tiendas en Madrid, Marbella y Portugal. Fallecida en 2006, diseñó el uniforme de los agentes de la Ertzaintza y de todos los carteros de España. Volcada antes de morir en el diseño de montajes teatrales y operísticos, Angela fue, sobre todo, una pionera y una amante del riesgo. 'La mujer con ojos de gata cálida', como era conocida, exportó sus piezas a Estados Unidos, Japón, Italia, Inglaterra y Francia; y, antes que en 'La ley del deseo', plasmó sus inquietudes culturales en 'Matador', de cuyo vestuario también se encargó.
Vistió a Antonio Banderas y Carmen Maura, pese a que presumía de no haber usado nunca un dedal en su vida. Era incansable. Lanzó perfumes y hasta realizó uniformes para los muñecos 'Barbie' y 'Ken' y rozó el mundo de Hollywood cuando una casi desconocida top model Cindy Crawford desfiló con sus modelos en México. «El no no existe», solía repetir esta mujer vitalista cuya firma utilizó el Gobierno vasco para promocionar su imagen en Italia en 1996.
El manguerazo de Carmen Maura
Pero si 'La ley del deseo' lanzó una icónica imagen fue la de la actriz Carmen Maura refrescándose en una tórrida noche madrileña, marcando silueta y cuerpazo. Su vestido de lycra roja soportó los manguerazos de un jardinero municipal. Habituado a echar mano de grandes firmas, el director manchego dio en el clavo con aquel vestido elástico, ceñidísimo, con cremallera de color naranja brillante.
La pieza elegida para su sexto film no era de ningún diseñador de prestigio. Almodóvar todavía no había echado mano de Jean Paul Gaultier, con el que sumó colaboraciones espectaculares. No necesitó gastarse un pastizal para que Maura se ganase la admiración de miles de cinéfilos con aquel chorro de agua directo a su cuerpo y su vestido empapado, suplicando al jardinero del Ayuntamiento de Madrid que la regase más y más. Antonio Alvarado, autor de las camisas coloridas que lucieron Poncela y Banderas, y Cossío, creadores de reconocido prestigio, no tuvieron nada que ver con aquel modelo.
El vestido era de Blanco, cadena bilbaína que llenó las ciudades españolas en los ochenta y los noventa. La elección fue fruto, cuentan, de una casualidad. Necesitaban un vestido «práctico que se pudiera mojar, y ese era perfecto». Ni Almodóvar supo que pasaría al imaginario colectivo. Tampoco el departamento de vestuario ni la productora El Deseo.
Nunca una inversión tan grande costó tan poco y salió tan rentable. Solo «2.000 pesetas de las de entonces», 12 euros al cambio actual. Blanco marcó época desde Bilbao. Muchas voces la ven y vieron como la marca predecesora de ropa barata, al estilo de Zara o Mango. La pena es que, con el paso del tiempo, aquella ropa que encandilaba a las más jóvenes acabó desbarrando y seduciendo a «chonis con ínfulas».
Pero poco le importaba esta consideración a las jóvenes que encontraron en estos modelos aires de libertad. Las clientas hallaron en el empresario cántabro Bernardo Blanco Solana una ropa accesible, moderna e insólita. Abrió su primera tienda en la capital vizcaína en 1960 y en los 80 aterrizó en Madrid. Inundó la capital, en plena movida, de hombreras y estampados.
Después de Blanco. Almodóvar tiró de la alta costura de Versace, Giorgio Armani, Chanel, Sybilla, Max Mara, Marc Jacobs, Dior, Pierre Cardin, Hermès, Amaya Arzuaga, David Delfín... Pero siempre quedará el recuerdo del hito de Blanco, que llegó a estar presente en Nueva York, Londres, París y alcanzó las 200 tiendas. Los problemas de liquidez derivaron en un concurso de acreedores que se llevó por delante a 3.000 trabajadores.
Pero siempre quedará para el recuerdo aquel vestido de Maura y de Ángela Arregui, cuando Bilbao pintaba mucho en el mundo de la moda.
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