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«Llevamos siete muertos en tres meses, ¡algo hay que hacer!»
Los trágicos siniestros en Lunada y Estacas de Trueba evidencian que es urgente mejorar la seguridad: «Cada vez hay más tránsito»
Es un contraste que encoge el corazón. Hace una mañana soleada y el puerto de Estacas de Trueba parece una celebración de la vida: el ... verde resplandece, los paisajes son hermosos desde todos los ángulos y se escucha ese silencio que es una música perfecta, mejorado por cantos de pájaros, zumbidos de insectos y atolondrados repiques de cencerros. Y, de pronto, ahí está la huella de la frenada, dos siniestras líneas negras que recorren varios metros de calzada y se pierden por la cuneta izquierda. Abajo, el bosque está espeso y callado, como si no hubiese pasado nada, pero los dos ramos de flores de plástico atados a una baliza de nieve y la vela solitaria en el suelo confirman el sobresalto en el ánimo: este es el lugar donde, el fin de semana pasado, dos jóvenes murieron y otros dos resultaron gravemente heridos.
A unos quince kilómetros por carretera, en el vecino Portillo de Lunada, se produce una impresión muy similar. El descenso por el lado cántabro es uno de los panoramas más impresionantes del norte, una perspectiva sin fin que en días despejados alcanza los Picos de Europa. Si subiésemos un poco más, a la cumbre, también podríamos contemplar el mar. Pero, el 15 de marzo, aquí no se veía ni el borde de la carretera: envueltos en niebla, en plena ventisca de nieve y con hielo en el firme, cuatro jóvenes madrileños que viajaban a una casa rural, orientándose con el GPS, se mataron cuando su coche cayó unos 400 metros. No nos hacemos mucha idea de lo que son 400 metros hasta que lo comprobamos en un lugar así: el vehículo pasó por encima de la propia carretera por donde había circulado, un trazado de montaña que va descendiendo a base de vueltas y revueltas.
Los puertos enlazan la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros con las cántabras de Vega de Pas y San Roque de Riomiera. Los forasteros vemos las montañas como una tajante frontera natural, pero en realidad las dos vertientes forman una unidad cultural: unos y otros son pasiegos, con sus tierras salpicadas de cabañas que siempre sirvieron para atender el ganado y hoy se van convirtiendo en preciadas segundas viviendas para vascos, madrileños y hasta turcos. Las dos carreteras se bifurcan en Las Machorras, una pedanía de Espinosa donde los vecinos, superando esa reserva que los pasiegos suelen mantener ante los extraños, sacuden la cabeza con pesar: «Esto no es normal. Son siete muertos en tres meses, ¡algo hay que hacer! Eso no lo hemos visto nunca aquí», deplora un hombre. La séptima víctima es un motorista alemán de 62 años que, hace dos semanas, se estrelló contra una señal de prohibido adelantar cuando llegaba ya a Las Machorras, tras descender Estacas.
Los residentes saben mejor que nadie que estas carreteras necesitan mejoras, pero establecen puntualizaciones. Estacas de Trueba no les parece especialmente complicado, ya que el tramo burgalés no tiene curvas muy cerradas y el cántabro está provisto de quitamiedos de madera. «Los que puso Revilla», suelen aclarar. Lunada es otro cantar, un trazado endiablado, con un firme deteriorado, que en la ladera cántabra llega a asustar: ahí no hay quitamiedos y el abismo, ese barranco que brinda las vistas maravillosas, representa una amenaza letal. En el punto más alto, muy cerca de donde sufrieron el accidente los jóvenes madrileños, un cartel avisa de que se trata de una «carretera sin sistemas laterales de contención». Sonia García –la madre de Izan, uno de los fallecidos– ha conseguido en Change.org 55.300 firmas de apoyo a su solicitud de que se instalen, para evitar que más familias queden destrozadas.
«Ese tramo es tercermundista. Si puedes evitar Lunada, lo haces. Yo voy a Noja y por ahí me ahorraría veinte minutos, pero es una carretera en la que muchos días hay niebla. Tienes un tropiezo y no lo cuentas, un segundo de descuido y adiós», resume Roberto Ortiz, el alcalde pedáneo de Las Machorras, que también es consciente de que en los puertos que enlazan Espinosa con Cantabria –hay un tercero, La Sía– el firme está «abandonado» (las heladas del invierno dejan su huella), existe «mucho déficit de biondas» y convendría rellenar las cunetas, rebajadas por las escorrentías hasta formar un peligroso escalón. Él estaba convencido de que el año pasado, cuando la Vuelta Ciclista a España enlazó los tres pasos, los gobiernos regionales iban a acometer esas mejoras, pero se equivocaba: «No se hizo nada. Yo dije que íbamos a salir en la prensa por cosas desagradables, que se iba a caer algún ciclista... Y me quedé con la sensación de que, si no se hacía nada con la Vuelta, lo tenemos claro», lamenta.
A muchos forasteros nos suenan los tres puertos de tanto oír sus nombres encadenados en las listas de carreteras cerradas por la nieve: hubo un invierno, el de 2012-2013, en el que no se pudo circular por Lunada desde noviembre hasta abril. Los residentes insisten en que, hasta ahora, no se trataba de una zona de muchos accidentes, pero en la conversación van apareciendo víctimas mortales, como dos o tres motoristas o el hombre que, hace un par de años, acudía a pasar la ITV en Villasante y se encontró nieve en Lunada: su vehículo se precipitó muy cerca de donde lo hizo el de los madrileños. Pero hay un suceso que dejó una huella profunda en la memoria de los vecinos. Lo ubican «hace unos veinte años», pero la hemeroteca corrige la fecha: en diciembre de 1991, un coche se despeñó en el mismo tramo. «Mi familia tenía bar en Las Machorras y habían parado ahí. Eran seis y venían de Santander a probar el coche nuevo. Los chavalines se pusieron a jugar al futbolín. Se marcharon y, al rato, llegó la noticia del accidente. Murieron tres», relata Ortiz. El vehículo continúa allí, al fondo de la vaguada, de color óxido ya en vez de rojo. El alcalde contempla la carretera serpenteante y el coche a lo lejos y vuelve al presente: «¿Tú te crees que, viniendo de Madrid, el GPS te puede traer por aquí? ¡Si desde Burgos subes a San Roque con la mirada!».
Ciclistas y moteros
En el debate sobre los quitamiedos –que en Lunada, con el despeñadero como acompañante en todo el camino, deberían ser continuos–, siempre suele aparecer el argumento de que estas carreteras de montaña están muy poco transitadas, pero eso cada día es menos verdad. Es cierto que, en una hora de una mañana de jueves, y esto es una contabilidad real, pasan por Estacas seis vehículos: dos motocicletas de la Guardia Civil, otra de un excursionista extranjero, una bicicleta, una furgoneta con aspecto de pertenecer a algún ganadero de la zona y un precioso 600 azul de paseo por la montaña. Pero ese magro recuento ya da una idea de que se trata de rutas muy usadas para el ocio. «Cada vez viene más gente a las cabañas. Y en invierno se presenta aquí todo Bilbao a esquiar, o con plásticos, porque la estación de Lunada está cerrada pero siguen viniendo», apunta Ortiz. Hay, además, una base militar, la del Escuadrón de Vigilancia Aérea número 12, y los fines de semana esto es un hervidero de ciclistas y de moteros, muchos de ellos extranjeros llegados en ferry con hambre de curvas. Este lugar puede parecer remoto, pero aquí te puedes topar con el mundo entero: en Lunada ha hecho un alto un ciclista polaco, Aleksander Wilkans, que recorre la ruta Valencia-Santander. «He subido desde Espinosa, así que todavía no he bajado y no conozco esa parte. Sí he visto algunos puntos que necesitan barreras, pero entiendo el conflicto entre la seguridad, el presupuesto y la belleza del paisaje», plantea.
Los vecinos de la zona comparten el dolor por los terribles sucesos de este año, pero más allá de eso se debaten entre dos posturas: unos parecen sorprendidos de que unas carreteras que conocen tan bien se cobren tantas vidas, mientras que otros lo entienden precisamente por su experiencia de conducir por la montaña. «Muchos accidentes no ha habido, pero no son carreteras para ir deprisa. Yo una vez bajaba despacio y, con la nieve, empezó a esquiar el coche. Me paró el muro», evoca Begoña Gutiérrez, una vecina de Salcedillo, el barrio donde se bifurcan las carreteras a Estacas y Lunada. «Desde que echan el herbicida para quitar las zarzas, están quemadas las cunetas y, a nada que se pisa, la rueda te saca fuera. Las carreteras se estrechan en vez de ancharse», aporta Alberto Martínez. «Como conocemos el terreno, vamos con cuidado siempre, pero estos chavales sería la primera vez que pasaban. Cuando cae la niebla, no se ve nada, y son carreteras estrechas sin raya, sin referencia», sentencia Vidal Ortiz. Y, hablando con gente del pueblo, surgen historias menos dramáticas pero también significativas, como la del hombre que paró en un apartadero de Lunada para orinar, se olvidó de echar el freno de mano y vio como el coche caía ladera abajo. «Afortunadamente –suspira un vecino–, la familia no iba con él».
Pablo Gutiérrez, un ganadero que está retirando el pastor eléctrico de una parcela, reflexiona sobre el problema: «Son carreteras peligrosas, sobre todo para quien no las conoce. ¿Podrían estar mejor? Evidente. ¿Hace falta gastar mucho para el tránsito que hay? Pues seguramente también. Además, es típico que haya animales en la carretera, tanto ganado como corzos y jabalíes, y otro problema grande es que estamos desatendidos de bomberos profesionales: en Espinosa hay voluntarios, pero para que llegue un profesional puede pasar hora y media», repasa Pablo, que se mueve en un manejable Peugeot 307. «Tengo otro coche para los domingos, pero para el trote por aquí es mejor uno pequeño. En invierno bajo las vacas a Espinosa, porque esto se pone tremendo de nieve, en Lunada tienes un metro tranquilamente».
En el bar-restaurante Las Machorras, conviven dos temas de conversación. En la tele está Leire Díez, la fontanera del PSOE, bien conocida aquí porque posee una cabaña en Vega de Pas, donde incluso fue concejala. Pero, al fondo, una cuadrilla de trabajadores de Arredondo, que hacen hora para comer el menú del día, están hablando de accidentes y carreteras, una obsesión en las últimas semanas.
–Está claro que las carreteras no están bien, pero cosas como estas tampoco han pasado nunca... ¿Cuánto hace de aquel accidente de la familia?
–Pero ahora hay más turismo, más tránsito.
–Ustedes, que están acostumbrados a circular por aquí... ¿Qué hay que hacer si, por ejemplo, vas por Lunada y nieva?
–Volverte. Por mucho que conozcas, te la juegas.
–Hay gente que no se da cuenta del peligro. Nieva y los vemos subir con ruedas lisas, sin saber. ¿Estamos de broma?
Diez minutos más tarde, como si la hubiesen invocado, pasa por delante del bar Las Machorras la alegre caravana del Runball Rally, una sucesión de 'porsches', 'maseratis' y demás deportivos que están haciendo la ruta por etapas desde Holanda hasta Portugal. Los puertos de Espinosa son su experiencia inolvidable de la jornada.
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