Mercedes López de Luzuriaga, la mejor becaria del mundo

Hija de Nicasio y María Mercedes, tuvo cuatro hermanos. Uno murió a los 18 años en la Guerra Civil. No por bala. Por cólera. Hace poco falleció la hermana que le quedaba. No era la primera vez que el destino escribía crueles renglones. Su padre, maestro republicano, fue denunciado y enviado a prisión. La cántabra Otañes acabó siendo su destino. A Mercedes la mandaron a casa de unos tíos de Olabeaga que regentaban un bar.

Allí creció, sirviendo mesas con un espíritu que animaba las almas rotas. Pero su sueño era otro. Ser actriz. Calmaba su sed interpretativa participando en obras de catequesis. Todo no iba a ser malo y se casa con Vicente, un 18 de marzo de un año que ninguno recuerda. En cambio nadie olvida 1979. Ese diciembre Mercedes se quedaba viuda.

A sus cincuenta y tantos tiene que tirar de sus seis hijos y de la casa. Pero busca tiempo para sacar el graduado escolar y presentarse a unas oposiciones de Osakidetza. Así logra la plaza de técnico de laboratorio que ocupó, en Cruces, hasta su jubilación. Pero el sueño seguía.

A los 65 se apunta en la Escuela de Teatro de Getxo. Al principio le ponen pegas. Una señora y a esa edad. Pero sigue adelante. En el gremio sabían de su afición a participar como extra. Para cuadrar horarios hacía dobles turnos en el laboratorio. Pero sufre otro golpe. Uno de sus hijos fallece a la edad de 42 años.

Abatida, no tiene ganas de salir de casa. Justo entonces recibe la llamada del programa 'Zoombados' de ETB. Sin ganas, pero animada por los suyos, acepta el reto. Que acabara en 'Camera Café' fue culpa de Luis Guridi, que llamó a Koldo Anasagasti, su representante, al ver en ella a la actriz perfecta para el papel. Y eso que a veces la rechazaban porque era demasiado moderna para interpretar a una señora mayor. Así era ella.

Lo confirman su yerno Pedro, que la acompañaba a los rodajes, y su hija Belén, que aporta detalles y ternura a la conversación. Solo quedan ella y Marta. Los otros cuatro hijos, Javier, Víctor, Fernando y Lourdes, fueron muriendo. Dos con apenas 15 días de diferencia. Imaginen el dolor para una madre. Quizá por ello, cuando se presentó a un concurso de cuentos en Barakaldo hizo llorar a todo el mundo y se llevó el primer premio.

Contaba la historia de una mujer cuyo marido había fallecido por alzheimer. Lo creyeron autobiográfico. No era así, pero sabía de lágrimas. Y también de cómo secarlas a base de humor. Como cuando comentaba con retranca que en todas las series y películas la acababan matando.

O al recordar los veranos que iba con sus seis hijos a la playa y se bajaban en Neguri, desfilando como los Trapp. Cuenta su hija que al volver del cine o del teatro guardaba la entrada, tras escribir una reseña. Y que hacía unos jerseys preciosos en su casa de General Salazar.

Añade el yerno que en Nochevieja tomaban las uvas en el Ercilla y que uno de sus momentos más felices fue el día que llegaron en barco a Olabeaga para comer en familia. De ese instante es la fotografía que nos acompaña. Toda una Marilyn de Bilbao. Porque Monroe será el eterno icono. Pero ella logró ser la mejor becaria del mundo ya octogenaria. Y eso solo podía hacerlo alguien tan grande como Mercedes.