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En el restaurante Tamaya de Bilbao todo está preparado para recibir el Año Nuevo chino: elementos decorativos colgados de las paredes, mesas rigurosamente adornadas, fogones a punto para dar de comer -de forma generosa- a todas las familias que van a desfilar por el local en los próximos días y el rojo como protagonista en cada rincón. El objetivo es sentirse como en casa y rendir homenaje a las raíces por todo lo alto para vivir la fiesta de la primavera, la conmemoración más importante en el país asiático. Cristina Peilei, propietaria del local y residente en la capital vizcaína desde hace 22 años, explica que es un momento «muy especial» para la comunidad, que este año recibe a la serpiente, símbolo de la vitalidad y la sabiduría, y releva al dragón de madera.
La festividad marca el inicio del 'chunyun', la migración anual más grande del mundo. Se trata de un periodo de cuarenta días en el que los ciudadanos chinos regresan a sus hogares. De hecho, en esta ocasión, el país prevé un récord de 9.000 millones de desplazamientos para la celebración. En Bilbao, concretamente, hubo 2.181 personas chinas en 2022, según datos del INE (Instituto Nacional de Estadística). «Muchos de ellos cierran sus locales durante un tiempo para irse. Es un momento de estar con la familia, recordar la infancia y vivir las tradiciones», explica.
La fecha oficial de su Año Nuevo es el 28 de enero, porque «a partir de ese día comienza la primavera y cogen verduras del huerto». Para esa jornada tienen la agenda del restaurante repleta. Aún así, muchas familias ya han empezado a hacer las primeras reservas para reunirse con los suyos. En Santurtzi, incluso, se adelantó el evento al día 20 para estrechar lazos entre la comunidad antes de que marcharan a su tierra natal, como manda la tradición. Por ello, se celebró un gran banquete en el palacio de Oriol al que acudieron familias, comerciantes, asociaciones y representantes de instituciones como ayuntamientos.
El jueves a última hora una familia de tres generaciones llegó al local Tamaya para darse un buen festín con comida de todo tipo. Cuando los más pequeños se sentaron en la mesa, la madre comenzó a repartir sobres rojos y brillantes. Es lo primero antes de comer. Los niños los cogieron con gran ilusión y se dieron prisa para ver lo que contenía el interior: un aguinaldo para alegrar la fiesta.
«El color refleja suerte, felicidad y es una forma de espantar todo lo malo. En definitiva, al igual que vosotros coméis las uvas para dar la bienvenida al año, el nuestro comienza con el reparto de sobres. Es una forma de desear un buen año», aclara Peilei, que ejerce de traductora y colabora con la asociación china de la comunidad autónoma vasca, con alrededor de 400 miembros y que cada año organiza un evento especial para celebrar la fiesta de la primavera. En una mesa de al lado, un grupo de mujeres también disfrutaba entre risotadas del evento con pescado frito y aceitunas chinas, entre otros platos.
¿Y qué se come en el Año Nuevo chino? Según Peilei, el pescado no puede faltar en la mesa, es sagrado. En este caso, el rojo. «Aunque alguien tenga alergia, se pone igual, pero luego no lo come, claro», bromea. En la mesa también destacaron los 'jiaozis', una especie de raviolis rellenos de carne picada o verdura populares en estas fechas; o 'nian gao', lo que se conoce como pastel de arroz. «Hay una tradición china que dice que en la mesa nunca hay que terminar la comida, siempre tiene que sobrar para el día siguiente. Ese día, de hecho, se pide muchísima». Y cierto es. No cabían más platos en esa mesas giratorias, que no paraban de moverse para que todos los comensales pudieran degustar cada plato y deleitar así sus paladeras con sabores que recuerdan a casa.
Peilei explica que la comida también depende mucho de la ciudad de China, porque cada una tiene sus tradiciones para celebrar el Año Nuevo. «En el norte la gente come muchas empanadillas porque es una tradición. Hace muchos años, en la época de la guerra, solo había verduras. Las plantaban en sus huertos y para ellos es un manjar».
Jiyun Zhang, profesora del Instituto Chino de Bilbao, es otra de las vecinas que va a celebrar el Año Nuevo chino lejos de su país. A los ocho años vino a España, pero fue hace un año cuando aterrizó en la capital vizcaína. En su caso, va a organizar una comida con unos amigos en un restaurante de la ciudad. «Lo más importante en China es reunirse. Antes del día se limpia muy bien la casa, se adorna y luego se prepara muchísima comida para festejar toda la semana. En las zonas de pueblo también se mata a un cerdo y se va a visitar a los antepasados para decirles que protejan toda la casa», relata.
Sin embargo, Zhang explica que hoy en día muchos chinos no sienten la necesidad de seguir a rajatabla todas esas tradiciones. «Los que están aquí se adaptan al calendario español y celebran el Año Nuevo a finales de diciembre e incluso algunos jóvenes se van de viaje. Lo que más echo de menos es reunirme con los míos, preparar fuegos artificiales, que son muy típicos, y los paseos de noche por la calle con los farolillos».
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